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La cuarta vía

Quinientos kilos de basura por alicantino al año urgen una solución inmediata

En la provincia, como en el resto de España, hace falta cultura ambiental para impedir, por ejemplo, que sigamos viendo a conductores vaciando los ceniceros en los semáforos

Una pareja pasa junto a un contenedor desbordado por la basura en la Vega Baja. TONY SEVILLA

Una asignatura pendiente. La insuficiente conciencia ambiental de los que generamos la basura en Alicante -500 kilos por vecino al año- y la falta de diligencia en la gestión de los residuos sólidos urbanos por parte de la Administración ha puesto a España en general y a la provincia en particular a la cola en el tratamiento de la basura. De momento, estamos a años luz de las tasas que exige Bruselas, aunque los ciudadanos hayan empezado a concienciarse sobre la urgente necesidad de aumentar el reciclaje de la basura que generan. España solo recupera el 34% del total de los residuos que produce -Alicante cuatro puntos menos-, casi quince puntos menos que la media europea (46%) y lejos del objetivos marcados por la CE, que ha fijado que se recicle el 55% en 2025 y el 65% en 2035. Porcentajes de obligado cumplimiento para acabar con un problema importante, porque los vertederos no aguantan más y la única solución a corto y medio plazo es que aumente el reciclado, dado el problema ambientales de la incineración.

Sirvan esto datos para denunciar, de nuevo, algo que cualquiera que pasee por las calles de nuestros pueblos y ciudades puede encontrarse sea la hora que sea del día: contenedores de todos los colores desbordados, algún que otro colchón, váter o televisor al pie de los mismos o, desperdicios rodeando toda la zona acotada para depositar la basura debido a la poca urbanidad de los que bajamos la basura, o la acción de los buscadores de valor en los, a veces, vertederos urbanos.

Alicante, Elche, Dénia -su Ayuntamiento ha puesto en marcha una iniciativa original como es colocar semáforos para advertir a los infractores-, Torrevieja, Alcoy, Benidorm ofrecen ejemplos de mala práctica, unos más y otros menos, en una provincia donde sigue sin existir un esfuerzo común para minimizar el impacto de las 800.000 toneladas de basura que se generan al año. Una provincia en la que la gestión de los residuos sólidos ha dado en los últimos años más titulares por la corrupción que ha llevado aparejada que por su gran objetivo: que empresas gestoras y generadores de basura seamos noticia por hacer de Alicante una provincia verde y sostenible, y no un vertedero en el que nadie puede certificar que lo que se entierra no puede provocar casos como el reciente de Zaldíbar, en el corazón de la Vizcaya verde.

Dentro de tres semanas llegará abril y se cumplirá un año desde que el Consell aprobó el decreto que regula la gestión de los residuos con la maravillosa idea, en Finlandia quizá sí pero ¿en Alicante?, de que no más allá de 2021 los municipios que sean grandes productores de residuos implanten la recogida de la basura puerta a puerta. Un medida aplaudida por los ecologistas pero que nadie se termina de creer. Eso de que el camión pase un par de veces a la semana por la puerta del portal para llevarse nuestros residuos de forma selectiva. Es decir, que los restos del pescado, del arroz a banda del domingo los tengamos en casa un par de días con lo que ello supone. Casi un año después, salvo en el caso de Pilar de la Horadada, no consta que ningún ayuntamiento se haya movido para ponerlo en marcha y, mucho menos, que los que generamos la basura estemos dispuestos a aceptarlo, sobre todo, cuando no estamos preparados ni física (pocas casas tienen espacio para contar con tres bolsas diferentes de residuos, y tirar la basura en los contenedores es un aventura porque o están rotos o mal diseñados), ni mentalmente.

Si no fuera así, no nos encontraríamos con bolsas de basura a escasos metros de los contenedores o restos de una comida o cena improvisada a centímetros de las papeleras, o a conductores desaprensivos tirando pañuelitos por la ventanilla y vaciando el cenicero en plena calzada aprovechando que el semáforo está en rojo. Como en todo, en el tratamiento de la basura tienen que unirse dos factores: la buena gestión de las empresas y la educación de los productores de residuos y en eso, como en todo, se debe trabajar en casa porque, además, en Alicante tenemos un problema grave: a partir de 2022 las cinco plantas donde se trata la basura empezarán a colapsarse.

Se recicla poco, pero es que tampoco se respetan ni los horarios, ni las indicaciones municipales para comunicar con antelación la bajada a la calle de muebles y otros enseres. Resultado. Calles llenas de basura y escombros a cualquier hora del día.

La provincia deposita todos los años en sus cinco plantas de tratamiento de El Campello, Alicante, Xixona, Elche, y Villena casi 800.000 toneladas de basura, de las que solo se recicla el 30%, acabando el otro 70% (559.997 toneladas), enterrado en vertederos. El problema es que el 85% de la basura sigue llegando desde el contendor gris (convencional).

Es decir, mientras que en una bolsa de basura se continúe metiendo de todo, el reciclaje y la recuperación serán imposibles. La solución es complicada porque sigue faltando conciencia ambiental en los ciudadanos y no hay obligación de reciclar. Solo la ciudad de Alicante genera al año unas 2.900 toneladas de envases, 2.300 de papel y cartón y unas 3.000 de vidrio, una suma de 8.200 toneladas.

A partir de enero de 2021 comenzarán a desaparecer de las calles de las ciudades alicantinas con más de 50.000 habitantes los contenedores clásicos en los que diariamente se deposita la basura orgánica, envases, papel y cartón. El decreto autonómico no contempla sanciones, algo solo previsto en las leyes, pero los ayuntamientos están obligados a establecer una normativa. Es decir, días concretos para la recogida, mediante la personalización de las bolsas con códigos de barras o un contenedor concreto para las comunidades de vecinos o chalets individuales.

Donde sí hemos avanzado es en la gestión es en el tratamiento de los envases. Cada alicantino deposita al año unos 16 kilos de envases de plástico, latas y briks en el contenedor amarillo y 18,1 kilos de papel y cartón en el azul. Ecoembes, empresa líder en reciclaje, asegura que el 99% de los ciudadanos tenemos acceso a la recogida selectiva de estos envases, pues hay un contenedor por cada 162 habitantes. Nadie lo duda, pero a excepción del vidrio, en el resto hay mucho camino por recorrer porque, además, no todo es reciclable debido a que «de fábrica» lo hacen imposible. Sirva un ejemplo. Los bricks, en teoría de cartón, no se pueden reciclar por mucho que los depositemos en el contenedor amarillo, ya que tienen también componentes metálicos. Joaquín Melgarejo, director del Instituto de Ciencias Ambientales de la UA lo apuntaba hace unos días en una jornada sobre la gestión de la basura. La industria debe apostar por el «ecoconsumo», fabricar con elementos ya reciclables al cien por cien. Quizá ahí está la clave pero, hoy por hoy, parece una quimera pese a que todos seamos conscientes de que no hay un planeta «B»

¿Qué hacer? Pues, de entrada, quizá dejar la fórmula de decretos y apostar más por leyes, que son las que llevan aparejada la obligatoriedad y las sanciones. Aunque suene a autoritario. Y, por supuesto, trabajar por la educación en valores, estos que muchas veces también se tiran al contenedor. ¿Semáforos en Dénia? Imaginativo.

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