La patronal del pequeño comercio y las asociaciones de comerciantes reclaman a la Generalitat Valenciana la elaboración de un plan estratégico con acciones que frenen la sangría de cierres en un sector que da trabajo a más de 45.000 personas en la provincia de Alicante y que ha perdido en los últimos 10 años casi 1.500 comercios minoristas que nunca se han vuelto a recuperar. También consideran necesarios planes locales entre ayuntamientos y organizaciones de comercio, en los que figure como uno de los puntos clave incentivar y promover la actividad del comercio en locales desocupados, vacíos, de las ciudades y municipios, para que se produzca un mayor equilibrio entre establecimientos de restauración y pequeño comercio.

Estos negocios suelen ser empresas comerciales de origen familiar, que se dedican a la venta detallista en régimen de autónomos. Al ser el último eslabón del canal de distribución, están en contacto con el mercado y con el consumidor final. Primero fue la crisis y más tarde el alto precio de los alquileres que hace imposible a muchos pequeños comerciantes seguir levantando cada día la persiana al no poder asumir el pago de la cuota de autónomos, el arrendamiento y el sueldo de los trabajadores, si los tienen.

Aunque al principio de la crisis el ritmo de destrucción era mucho más rápido, la media de este tipo de negocios que se pierden al año en la provincia es de 160, según datos del informe anual de la distribución comercial en la Comunidad Valenciana. En los últimos cinco años la capital alicantina ha perdido más de 500 comercios de proximidad, de ellos 400 en los barrios y unos 100 en el centro, aunque aún sobreviven unos 4.000 en toda la ciudad gracias a los que han podido aguantar y a las reaperturas de negocios. En Elche han cerrado la persiana otro centenar en los últimos años.

Los sectores más afectados por la destrucción de pequeño comercio son los relacionados con el equipamiento personal, es decir, textil, calzado, marroquinería y complementos, al acaparar el 60% de este tipo de actividad económica en la provincia. Francisco Rovira, secretario de la patronal del pequeño comercio alicantino Facpyme, señala que la climatología está jugando un papel determinante en la desaparición de los comercios ya que el calentamiento que se experimenta desde hace cinco años provoca que buena parte del stock de toda la temporada se quede sin vender. A esto se suma la subida del precio de los alquileres de locales que se inició con la ley de Arrendamientos Urbanos pues acabó con las rentas antiguas. Precios que se han disparado en los últimos tres años, obligando a muchos pequeños empresarios de comercio a cerrar o a trasladarse a zonas más económicas. El resultado es, apuntó, el monocultivo de la hostelería, por ejemplo, en el centro de Alicante, dado que este tipo de negocios sí que pueden asumir cantidades «disparatadas», señala, para el comercio tradicional, de 1.800 euros al mes por locales de 50 metros cuadrados y de hasta 6.000 euros en zonas emblemáticas como la Explanada, la Rambla o Maisonnave. «Si el consumo se ralentiza, la climatología es adversa y los alquileres brutales tenemos la tormenta perfecta para que un negocio no funcione. La mayor parte son autónomos y las empresas de pequeño comercio están mayoritariamente entre uno y tres trabajadores. Aquel que tenga un par de empleados y un local en alquiler tiene problemas si no se le da bien la temporada en cuanto a ventas», apunta Rovira.

Según datos del presidente de la patronal del pequeño comercio de la Comunidad Valenciana Confecomerç, Rafael Torres, en el año 2010 había 67.700 pequeños comercios registrados en la Comunidad y en 2018 eran unos 61.600, es decir, «unos 6.000 establecimientos han desaparecido». En la provincia de Alicante suman en este momento 25.731.

Pepa Garri, miembro de la junta directiva de esta confederación y vicepresidenta de Facpyme, señala que la destrucción del comercio evidencia la necesidad de establecer unas pautas de conservación del sector para garantizar su impulso. «Es un servicio vital para los ciudadanos, ya que es el que permite el desarrollo de los municipios, al tiempo que representa nuestra seña de identidad y la esencia como territorio».

La Confederación de Comercio considera prioritario potenciar un mayor nexo de unión entre la industria, el turismo y el pequeño comercio para promover una economía provincial más competitiva. «Alicante es una gran receptora de turistas, con un gran número de municipios costeros. Debemos aprovechar ese flujo de visitantes para potenciar un tejido comercial que ponga de relieve nuestra capacidad y singularidad en materia de productos autóctonos». El sector cree que lo singular es una ventaja competitiva respecto a otras áreas turísticas.

El Colectivo de Comerciantes por Alicante, que engloba a una docena de asociaciones y al 75% del comercio asociado de Alicante, reclama a las administraciones locales que actúen y fomenten el comercio de proximidad. «Los ayuntamientos deben dejar de mirar hacia otro lado y empezar a tomar cartas en el asunto, trabajando y consensuando planes de dinamización y fomento del comercio local», señala la presidenta del Colectivo, Vanessa Cárdenas. Reclama campañas de divulgación destinadas a visibilizar y promocionar el comercio de proximidad, promoción turística de Alicante como ciudad de compras, en cruceros, el AVE y los aviones que vuelan desde El Altet, «y partidas presupuestarias para mil cosas como el apoyo y fomento del desarrollo digital del comercio local» para hacer frente también a la competencia 24 horas de la venta online. El pequeño comercio de Alicante quería dos millones en inversiones en el Presupuesto de 2020. El Ayuntamiento destinará 145.000 euros a dinamización comercial y de la hostelería este año.

El cierre de comercios tradicionales también se siente en Elche, donde durante los últimos años han bajado la persiana más de un centenar de establecimientos en todos los barrios, según indican desde los colectivos de comerciantes. La competencia de los centros comerciales, el comercio electrónico, y, también, la falta de relevo generacional lleva a que muchos empresarios cierren el establecimiento cuando llega la edad de jubilación, o antes por falta de ingresos. Sin ir más lejos, en menos de un año la céntrica calle Corredora de Elche se despide de dos papelerías centenarias, Segarra, que cerró en verano, y Agulló, en mayo. El presidente de la Asociación de Comerciantes del Centro de Elche, Jaime Javaloyes, explica que «muchos comercios aguantan las crisis para llegar a la jubilación, y eso hace que no inviertan en mejorar su oferta, ya que los hijos se dedican a otras profesiones y no cogen el relevo de establecimientos». El mismo Jaime Javaloyes admite que «yo me hice cargo de la joyería de mis padres, pero mis hijos están con sus estudios, y no tienen previsto acabar en el negocio familiar».

No obstante, desde el colectivo de comerciantes del centro de Elche, aseguran que «los espacios que dejan los establecimientos tradicionales, pronto los ocupan nuevos comerciantes, y algunos con muy buenas ideas, que les ayudan a salir adelante».