Aquel 13 de septiembre, tres días después de salir de Madrid, conseguía entrar en su pueblo, Almoradí, que abría ante sus ojos un panorama desolador. Extraña paradoja: El agua, ese elemento a la que ha dedicado su vida a través de la permanente búsqueda del bienestar de las personas, mostraba su rostro más salvaje justo en su tierra, en el pueblo que la vio nacer y crecer, en el suelo donde permanecen sus seres más queridos. Aquella feroz DANA, que se cebó en la Vega Baja durante el largo fin de semana de mediados de septiembre de 2019, dejó devastada su localidad natal, marcando a fuego una imagen de desolación que jamás olvidará. Al mismo tiempo, Asunción Martínez, Asun para todo el mundo, una de las directivas de gran empresa más eficaces que ha dado Alicante, aparcaba las lágrimas de impotencia para suspirar con emocionado orgullo al ver en aquella travesía por su Vega a centenares de héroes desconocidos, paisanos y trabajadores jubilados de su propia empresa arrimar el hombro en plena calle, con el barro a la altura del pecho, en esa batalla desigual para paliar con sus manos desnudas los devastadores efectos de la desatada naturaleza.

Aquel temporal que tanto daño hizo reafirmó, más si cabe, las profundas convicciones de Asunción Martínez, una economista formada en la Universidad de Alicante, que encontró en la empresa de Aguas -hoy Hidraqua- el camino profesional para trabajar en beneficio del planeta y de la gente. Una líder sólida y preparada para canalizar los esfuerzos de un equipo dispuesto a dotar de recursos a las dos aguas: la apacible e indispensable que aporta bienestar y la salvaje que requiere contención cuando embiste. Por ahí circula Asun, levantando alto esa bandera que defiende la batalla contra el cambio climático, una guerra sin cuartel comprometida con grandes retos a través de la innovación y el desarrollo sostenible.

Así que aquella joven espigada recién salida de la Facultad de Económicas de la UA, que inició su etapa laboral cobrando recibos y haciendo contratos de cara al público en la oficina de Elda, hoy marca directrices como ejecutiva en la empresa matriz, Suez, desde su despacho en las alturas de la Torre Cristal de La Castellana, dirigiendo el foco hacia las personas y el medio ambiente. Hasta ahí le ha llevado su tesón y capacidad, cualidades que desarrolló tras fajarse con esos «masters de oficina diaria» y trabajo en equipo, que condujeron a levantar proyectos partiendo de cero en distintas localidades de la provincia, entre ellas, Benidorm, donde estaba todo por hacer.

En ese destino, con un bloque de gente joven, implicada y sin horarios, ejerció en sus inicios la economista Martínez como responsable financiera, llegando, incluso, a encauzar su vida personal al contraer matrimonio con el director técnico de la empresa en Benidorm, Javier Prieto, un ingeniero zamorano que se convirtió en su marido en 1992 y con el que tiene dos hijos: Pablo, médico residente, y Álvaro, futuro psicólogo.

La labor en la ciudad turismo da frutos y se extiende a poblaciones limítrofes (La Vila, Polop), situación que no pasa desapercibida para la empresa, que ve en Asun un valor seguro. Ante ello, Hidraqua le abre las puertas de Alicante para asumir la parte financiera, si bien el gusanillo comercial sigue vivo y empuja a la almoradidense a negociar con Ayuntamientos que sumar a la causa.

En esas cae en sus manos el proyecto de La Marjal, una idea diseñada por expertos que se mete de lleno en el plan de ser parte de la ciudad y que Martínez arropa desde el primer momento. El Parque de inundación está situado cerca de la Playa de San Juan, sobre los terrenos que formaban una marjal en tiempos pasados. Además de ejercer como espacio de ocio y esparcimiento, cumple una función hidráulica: en caso de lluvias fuertes actúa como vaso de retención de aguas pluviales, reduciendo el riesgo de inundación en la parte baja del barrio dado que puede almacenar hasta 45.000 m3 de agua.

La obra ya ha tenido ocasión de esquivar desgracias. Sin ir más lejos, la tormenta de 2019, con 130 litros por metro cuadrado, llevó al parque a almacenar un volumen de 22.000 m3 de aguas pluviales, el 50 por cien de su capacidad. De no existir La Marjal, el agua hubiera hecho estragos por el Hoyo 1, tal y como ocurría antes de su construcción.

A ese proyecto se le unió el Parque de San Gabriel, con idénticas hechuras para solucionar inundaciones y esquivar catástrofes, iniciativa que, junto al colectivo de Castaños, copó una buena parte del tiempo de Asunción tras acceder a la dirección de Aguas de Alicante, la joya de la corona, con más de un siglo de existencia.

El cambio del colector de Castaños, zona céntrica y comercial de Alicante, supuso otro proceso complejo. Tras cien años funcionando, el colector se había convertido en una amenaza urbana al atravesar edificios que ponía en peligro. Varios estudios aconsejaban acometer la obra sin mayor dilación, un proyecto que, a buen seguro, iba a provocar sufrimiento tanto a los habitantes de la zona como a los comerciantes. Ante ello, Asunción acomete el plan con una premisa clara: planificación. Se trataba de ahorrar, en la medida de lo posible, molestias añadidas a las inevitables y, al mismo tiempo, beneficiar con todo tipo de acciones a los afectados (aparcamientos subvencionados, atención 24 horas, cortes calle a calle?). Del inicio más duro -en alguna ocasión tuvo que salir escoltada de la zona para esquivar la cólera de algún afectado- se pasó a otra etapa más relajada hasta que, al final, acabó encontrando el cariño entre los ciudadanos implicados, que, una vez concluyó la obra, le regalaron un ramo de flores premiando el interés mostrado para que el calvario de las obras afectara lo menos posible al bienestar en una de las zonas más pobladas de la ciudad.

Hoy ha sumado a sus quehaceres el impulso para el agua reutilizada y la economía circular, fiel a la ruta de los objetivos de desarrollo sostenible que ha subrayado en su agenda. Y en ese punto, junto a profesionales de talla como Paco Bartual, ha acabado situando a Alicante entre los mejores servicios del país.

Por esa ruta tiene previsto seguir esta economista que a la menor oportunidad escapa de la Torre Cristal madrileña para cambiar nubes y niebla por el mar de su tierra alicantina, energía necesaria para seguir batallando con el fin de convencer a la gente y, sobre todo a las administraciones, de que el cambio climático «ya está aquí».