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La vivienda social municipal: ochenta familias a la espera y el triple de morosidad

Los 748 pisos del Patronato en Alicante están alquilados, salvo una veintena por tener okupas o en fase de acondicionamiento

"Soy viuda, con dos hijos, en el paro y llevo más de un año esperando un piso"

Unas ochenta familias integran actualmente la lista de espera del Patronato municipal para conseguir una vivienda de alquiler social de Alicante. Y la espera no es baladí. El organismo autónomo admite que, una vez superan todos los trámites sociales y consiguen formar parte de la lista de espera, deben aguardar más de un año. «Tenemos un total de 748 viviendas en la ciudad. Ahora están todas alquiladas, salvo cinco que están permanentemente libres por inadecuación de la vivienda o por no tener la posesión por ocupación, junto a una horquilla permanente de entre diez y quince que están siempre sin ocupar porque se están arreglando, después de quedar libres, para que vuelvan a ser ocupadas», aseguran fuentes del Patronato, que admiten que la espera se prolonga más de un año, y eso que se trata de personas en situación de vulnerabilidad: «La lista de espera actual es de ochenta personas. La rotación del parque es de aproximadamente sesenta viviendas anuales por inquilinos que las dejan libres por muy diferentes motivos».

Las personas que consiguen una vivienda social del Ayuntamiento de Alicante deben pagar entre 60 y 280 euros al mes, en función del tamaño y la antigüedad de la vivienda. Aunque no todos hacen frente al pago mensual. «Tenemos una morosidad cercana al 15%, cuando hace seis años teníamos hace seis años una morosidad del 4%. Se envían requerimientos continuos y se conciertan reuniones para lograr el pago con aplazamientos. Se reclaman judicialmente en algunos casos los importes de las deudas», prosiguen desde el Patronato de la Vivienda, dirigido por el técnico Gaspar Mayor y presidido por el concejal José Ramón González.

La espera para conseguir una vivienda de alquiler asequible es una preocupación entre expertos como el sociólogo Carlos Gómez Gil, quien subraya que «el alojamiento es una necesidad esencial que no admite esperas, y menos a familias con hijos». Para el profesor de la Universidad de Alicante, la situación se agrava al sumarse la espera para lograr piso a la espera en los trámites previos por el colapso de los servicios sociales: «Con mayor motivo cuando a la larga espera en la adjudicación se añaden otras largas esperas en la tramitación social y obtención de la documentación exigida, lo que lleva a muchas personas a buscar viviendas precarias alternativas que enmascaran ese bajísimo número señalado por el Patronato», prosigue el sociólogo de la UA.

Más para 2020

Desde el organismo autónomo admiten que en la ciudad hacen falta más viviendas sociales, algo que se desprende de la amplia lista de espera de personas que cumplen con todos los requisitos y que deben aguardar más de un año para conseguir un techo barato. «Existe una necesidad de viviendas y desde el Patronato se está trabajando en ampliarlas», aseguran desde el Patronato, mientras que su presidente recuerda los dos proyectos que están en marcha para ampliar el parque de vivienda pública en la capital alicantina. «Nos hemos propuesto impulsar el Patronato y poner en valor el excelente trabajo que realizan para potenciar la rehabilitación de viviendas, restaurar las deterioradas y la adquisición de nuevas como las catorce previstas en el Portón,y las 32 en solar calle Ceuta», explica el concejal popular, quien añade que «uno de los objetivos prioritarios es la puesta en valor del Casco Antiguo de la ciudad con proyectos emblemáticos como la recuperación de los hallazgos arqueológicos de la muralla del siglo XIV y XVI, y mejorar la accesibilidad con nuevo itinerario peatonal y un ascensor para el barrio de Santa Cruz en el entorno de El Portón».

En la actualidad, las 748 viviendas del Patronato se reparten entre barrios como San Blas, Plaza de América, San Antón, Virgen del Remedio, Casco Antiguo, junto a pisos más aislados situados en la Zona Norte y barrios como Carolinas, Pla, Altozano y La Florida.

Viviendas al margen, desde el Patronato insisten en que sus esfuerzos también se dirigen a gestionar plazas de aparcamiento, locales comerciales, programas de integración, además de las salas de El Claustro y de Labradores 15. También cuentan con la oficina de mediación en desahucios, junto a proyectos de rehabilitación de restos arqueológicos.

«Soy viuda, con dos hijos, estoy en el paro y llevo más de un año en lista de espera para un piso»

La joven, con dos pequeños de 10 y 11 años, pide una vivienda que pueda pagar con los 400 euros que ingresa la familia

Sara, huérfana desde pequeña, tiene 31 años, lleva viuda siete años, es madre de dos hijos (de 10 y 11 años), está en paro (aunque busca trabajo desesperadamente en sectores como la limpieza) y ansía conseguir un piso de alquiler social al que pueda hacer frente con la pensión de orfandad de sus hijos (400 euros en total), ya que actualmente son los únicos ingresos de la familia. «Llevo más de un año en lista de espera, tanto en la Generalitat como en el Ayuntamiento, y estoy desesperada. Al final, me acabarán quitando a los niños y llevándolos a un centro. Ahora estoy en un piso que ocupé, al que solo voy a dormir, y mis hijos viven con mi madre, pero ya me ha dicho que no quiere criar más», relata Sara entre lágrimas, desesperada ante el horizonte que se le presenta y cansada de acudir, sin éxito, a servicios sociales: «Me dicen que no pueden hacer más».

En lista de espera hace más de un año para conseguir un piso de alquiler social, ya sea a través del EVHA (Entitat valenciana d'habitatge i sòl) o del Patronato municipal de la Vivienda de Alicante, Sara decidió meterse recientemente en una casa que, según su relato, llevaba diez años abandonado en Los Ángeles: «Está que se cae, pero nada más entrar vino el dueño y la Policía. Ahora estoy a la espera de un juicio...».

Sara, en su desesperación, lamenta incluso haber sido madre, por la vida de sufrimiento que está dando a unos hijos que llevan años sin vivir en una casa con ella. «Desde que se murió mi marido, con 25 años, no he levantado cabeza», asegura la joven, desesperada por una vivienda social.

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