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Momentos de Alicante

1970: Un alcalde blando y delincuentes camuflados de turistas

Arriba, la playa de San Juan y, sobre estas líneas, el Postiguet, en 1970. perfecto arjones

Políticos

Hace medio siglo el gobernador civil de Alicante era Mariano Nicolás García.

El 20 de febrero de 1970 fue nombrado nuevo presidente de la Diputación Manuel Monzón Meseguer, que era alcalde de Orihuela desde octubre de 1966.

José Cholbi Diego tomó posesión como nuevo subjefe provincial del Movimiento el 10 de abril. El 15 de junio fueron nombrados nuevos delegados provinciales del Movimiento: Eliseo Quintanilla Almagro, de Acción Política y Participación; Manuel Soriano Antón, de Familia; Juan Bautista Niñoles Gómez, del Servicio de Información; y José Cucalón Ortega, de Juventud.

José Abad Gosálvez era el alcalde desde el 11 de octubre de 1966. Dimitió después de presidir la última sesión plenaria el 8 de septiembre de 1970. Durante los últimos meses había sido duramente criticado por algunos concejales, como Francisco Maruenda y José Beviá Pastor. El 11 de septiembre fue sustituido en la alcaldía por Ramón Malluguiza Rodríguez de Moya, que en los últimos siete años había ocupado el puesto de teniente de alcalde. Durante su discurso de despedida, Pepe Abad reconoció que durante su mandato había sido «conceptuado de hombre blando».

Los martes 17 y 24 de noviembre y 1 de diciembre, fueron elegidos diez nuevos concejales, quedando así renovado el ayuntamiento: Tomás Tarruella, Tomás Valcárcel y Fernando Fajardo, por el tercio de representación familiar; Vicente Peir, José Ivorra, Antonio Alburquerque y Juan Rico, por el tercio sindical; y Mercedes Alonso, Juan Carlos Tur Ayela y Pascual Coloma, por el tercio de entidades económicas, culturales y profesionales.

Playa de San Juan

Hace medio siglo, la Playa de San Juan era ya un lugar de veraniego de éxito, donde los apartamentos se llenaban de turistas y las 8000 plazas hoteleras que ofrecían los ocho hoteles (Alcazaba, Cabo, Domingo, El Cid, Mediterráneo, Playa, San Juan y Tekila) eran insuficientes para atender la demanda durante los meses de julio y agosto.

Pero la falta de alcantarillado y de servicios tenía muy descontentos a los propietarios de apartamentos y hoteles. Las obras para la construcción del alcantarillado y el emisario submarino ya se habían adjudicado por el ayuntamiento, pero la evacuación de residuales por medio de fosas sépticas generaba con demasiada frecuencia malos olores y aparición de mosquitos.

La vigilancia era casi nula, solo había una farmacia y el único servicio médico que se prestaba era el de un practicante en una caseta de socorro durante el día. No había ningún centro comercial ni instalaciones deportivas ni locales recreativos, por lo que el aburrimiento cundía entre los turistas tras la puesta de sol.

Cabo de la Huerta

Al estar considerado como uno de los polígonos de la playa de San Juan, el Cabo de la Huerta estaba pendiente de su ordenación, urbanización y servicios. A pesar de ello, seis empresas constructoras poblaban la zona de torres de apartamentos y chalés.

La población aproximada era de 2000 personas, de las cuales el 80% eran extranjeras.

En la carretera que llevaba a la Albufereta había dos campings: el Lucentum y el Bahía, muy visitados por turistas franceses.

Albufereta

Al contrario de lo que ocurría en la playa de San Juan, en la Albufereta había bastante población incluso en invierno. Pero era en verano cuando se llenaba por completo.

En los meses de julio y agosto no había ni un apartamento desocupado y la playa estaba muy concurrida durante el día.

Entre el edificio Gafner y la urbanización El Paraíso había 1500 apartamentos y ni un solar en venta. En este tramo el ambiente era cosmopolita debido a los muchos extranjeros que residían. Contaba con toda clase de servicios. Había varios restaurantes (Las Rocas, Chez Claude, Gargantúa, La Taska, La Concha de Oro?), algunas cafeterías y cuatro clubs nocturnos.

El principal problema que tenían quienes vivían o veraneaban en la Albufereta era el aparcamiento de coches. Apenas había espacio donde dejarlos. Parte del problema se solucionó con la construcción de un edificio destinado únicamente a aparcamiento de coches junto a la Torre Vistamar, con capacidad para 467 vehículos. El sábado 21 de noviembre se inauguró un restaurante en la terraza de dicho edificio: El Barco.

La Albufereta era el lugar elegido por algunos pintores de reconocido prestigio para vivir y realizar sus obras.

Es el caso de Francisco Gutiérrez Cossío, más conocido artísticamente como Pancho Cossío. Nacido en Cuba, tenía residencia en Madrid, pero prefería vivir en la Albufereta, de la que estaba enamorado. Tenía su estudio en el ático del edificio Ulises, desde cuyos ventanales contemplaba la belleza radiante que le inspiraba. Sufría sordera, pero decía que «la Albufereta, mi ático, me comunica con esa dimensión sonora que no escucho». El domingo 11 de enero fue ingresado en la clínica Vistahermosa, aquejado de una dolencia de tipo bronquial. Falleció el viernes siguiente a las cuatro de la madrugada.

Residente también en Madrid pero enamorado de la Albufereta era el pintor Fernando Delapuente. Veraneaba en un piso alto, donde le entrevistó la periodista de este diario Rosa Montero el primer día de agosto. «Este es mi refugio; descanso y estoy todo el día con los colores en la mano», decía.

Delincuentes camuflados de turistas

Pero entre los extranjeros que gustaban veranear en la Albufereta también había delincuentes peligrosos, buscados por la Interpol. Como por ejemplo Helmut Kerks, jefe de una banda internacional de atracadores que había robado en Alemania 40 millones de marcos (640 millones de pesetas) y matado a varias personas. Fue capturado el 6 de julio por la policía alicantina en el apartamento que ocupaba en el edificio El Trébol, interviniéndole dos pistolas y parte del botín conseguido en su último atraco: 90.000 marcos y 50.000 pesetas.

También en julio fue arrestado en una sucursal alicantina del Banco de Bilbao el belga Guilielmus Nijs, de 45 años de edad, buscado por la Interpol desde hacía tres meses por el robo de 20 millones de francos belgas (60 millones de pesetas). Se hacía pasar por turista adinerado, viviendo a todo lujo.

Natural de Luarca (Asturias) pero con domicilio en Valladolid era Francisco Alonso Echevarría, de 41 años. Llevaba tres años huyendo de la Justicia, operando en varias ciudades del país. Considerado como «el rey de los falsificadores», era autor de numerosas estafas por valor de 40 millones de pesetas. Cuando la Guardia Civil le detuvo a finales de noviembre llevaba ocho días viviendo en un apartamento del edificio Las Olas, situado en el Cabo de la Huerta. Le fueron intervenidas dos pistolas, el dinero conseguido en la última estafa y más de veinte carnés de identidad y de conducir falsos.

www.gerardomunoz.com

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