Entrar en el laberinto de setos y arbustos del parque Enrique Cutillas Bernal se ha convertido en un riesgo para los vecinos de las urbanizaciones más próximas, que cruzan con miedo, sobre todo de noche, después de que se hayan producido en los últimos meses varios asaltos, sustos, amenazas e intentos de agresión al amparo de la vegetación selvática, que además cubre las luminarias, de ahí que el alumbrado no sea demasiado potente. Es un parque bastante transitado puesto que conecta la calle Rafal, en San Blas-Santo Domingo, con la Gran Vía, y zona de paso para alumnos de colegios y guarderías.

La asociación de vecinos El Magro ha impulsado una recogida de firmas (van más de 500) apoyando un escrito dirigido al Ayuntamiento en el que reclaman que se poden los matorrales a una altura que despeje los caminos y que permita pasear por el parque con una mayor visibilidad y seguridad. La vegetación es tal alta que, como poco, duplica la altura de una persona y el diseño del espacio verde, con caminos en curva, tampoco ayuda, ya que contribuye a crear escondites. El último episodio tuvo lugar en Navidad, con un intento de agresión. Algunas vecinas tienen tal pánico que salen con esprays de defensa personal, explica el presidente de la asociación, Lucas Medina.

Una de las más preocupadas es Encarni López, que ha sufrido dos asaltos. «Me salió un hombre joven. Me salvó una mujer que entró en el parque con su perro y llamó a la Policía», relató. Los agentes, al llegar, intentaron pillar al autor y pidieron la documentación a los varones que se encontraron por la zona. En otra ocasión, un individuo salió de detrás de los arbustos y la cogió del brazo por detrás, tirándola al suelo, a plena luz del día. La soltó cuando acudió un testigo en su ayuda. A otra vecina, Vanesa Maldonado, la protegió su perro cuando un hombre se fue hacia ella; mientras que Eva María Tébar tuvo que cerrar deprisa y corriendo, según contó ella misma, las puertas de la urbanización cuando vio «a un varón venir hacia mí embalado. Me dijo de todo. Se esconde gente y es una inseguridad total». Otro vecino, Manuel Fernández Santiago, habló de abandono, pidiendo que «se sanee y se ilumine como es debido. Las copas de los árboles tapan las luminarias, y alumbran poco. También hay gente que ha tirado piedras y ha roto las farolas».

En el escrito dirigido al Ayuntamiento describen que el recinto para mascotas, y en un criadero de mosquitos, que en verano les obliga a cerrar las ventanas al convertirse en plaga; y piden más limpieza en general para el barrio, en el que echan de menos más actuaciones. Esta misma asociación recogió más de 800 firmas de vecinos para denunciar la oscuridad de la plaza Tomás Valcárcel Deza, próxima a la anterior, que estuvo seis meses sin luz en 2018 por el robo de cable.