Información

Información

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Francisco José Benito

La cuarta vía

F. J. Benito

La turismofobia se combate con regulación municipal, los visitantes no tienen la culpa

Los ayuntamientos de la Costa Blanca han preferido mirar hasta ahora hacia otro lado, para desesperación de los vecinos y los empresarios con su oferta controlada

La primera vez que llegué de vacaciones a la Costa Blanca, en concreto a la playa de San Juan, fue con mi familia en el verano de 1980. Mis padres, hartos de las lluvias del Cantábrico en pleno mes de julio, miraron hacia el Mediterráneo, donde miles de bilbaínos tenían su segunda casa en Benidorm, Santa Pola, Torrevieja... y optaron por alquilar una vivienda en la playa. Aconsejados por un amigo, recalamos en una urbanización en el límite con la playa de Muchavista. Al propietario de la vivienda no le vimos nunca. Nuestro interlocutor fue el portero de la urba, un hombre servicial de La Roda (Albacete), que durante los siguientes tres veranos se convertiría en nuestro «airbnb» particular hasta que mi padre optó por comprar una vivienda y, dos años después, yo decidí quedarme para siempre en Alicante.

Entonces no se hablaba de alojamiento colaborativo, ni de plataformas web, ni de turismofobia -y eso que el investigador George Doxey ya había advertido del problema en 1975 al analizar las consecuencias de la invasión turística de Barbados o las cataratas del Niágara en Canadá-, pero sí recuerdo, especialmente, un verano en el que un vecino-propietario de la urbanización se quejó amargamente al portero (administraba con habilidad varios apartamentos) del alboroto que provocaban todas las noches de agosto un grupo de jóvenes que estaban alquilados quince días cuando regresaban a casa del «Voy Voy», o se traían a la piscina a media playa por las tardes.

Asistíamos, sin saberlo, al comienzo de esa «invasión» turística de la que advierten ahora todos los expertos, y que empieza a convertirse en un problema en la Costa Blanca porque los ayuntamientos de municipios turísticos no han querido, ni sabido, controlar. Un fenómeno que parecía exclusivo de Barcelona pero que ya ha empezado a darse en la provincia llegando, incluso, a algunos barrios de Alicante o al centro de Benidorm, entre otros municipios costeros, según denuncian los propios vecinos, los hoteleros y los empresarios que trabajan el alquiler de forma profesional y regulada.

¿Culpables? Todos o ninguno. El turismo cambia por minutos y el concepto clásico de estar ahorrando todo el año para disfrutar después de un mes en verano pasó a la historia. Nos movemos durante todo el año pero con el mismo presupuesto que cuando viajábamos solo en verano, y buscamos otras formas de alojamiento diferentes al tradicional, el hotel, que sigue y seguirá teniendo su mercado pero que ya no está solo. Lo mismo que fue imparable la aparición de las compañías aéreas de bajo coste, imparable es el crecimiento de la demanda del alquiler turístico, legal e irregular. Pero, como casi todo en la Costa Blanca, el fenómeno se nos ha ido de las manos, como ha pasado con el «tardeo» en Alicante o las despedidas de soltero en Benidorm. Nadie puede ponerle puertas al campo y el dato está ahí.

Cuatro plazas de alojamiento en apartamentos por cada una de hotel -eso sin contar con la oferta que escapa al control de la Administración- y , además, completamente desordenadas y superando por completo a los ayuntamientos, que son los que deben ordenarlo. No es de recibo, por ejemplo, que en el centro de Alicante la normativa exija que los apartamentos turísticos se ubiquen en edificios completos y, al mismo tiempo, una familia de la calle San Fernando tenga que soportar que el propietario del piso de arriba alquile por días su vivienda a turistas que vienen a pasarlo bien. Porque la culpa no es exclusiva del grupo de amigos que monta una fiesta en su piso alquilado dándoles, parafraseando a Sabina, las doce, la una, las dos y las tres? de la madrugada con el Reggetón al máximo volumen. La responsabilidad es de esa administración, sea municipal o autonómica, que no se preocupa por inspeccionar lo que se cuece en los pisos que no están registrados o, incluso, en los que sí lo están. Esa es su obligación. Regular, vigilar y controlar. Porque así se evitará que los turistas expulsen a los vecinos de sus zonas de confort por la subida de precios, cambios de hábitos y, en definitiva, porque no se pueda vivir.

Ningún concejal o diputado con competencias turísticas admite que el rechazo vecinal a los turistas comienza a aflorar en l provincia. Un fenómeno que ya no es exclusivo de Barcelona, San Sebastián, Venecia, las italianas Cinque Terre, Santorini, o Ámsterdam. Volviendo a recordar a Doxey, un destino turístico atraviesa por cinco etapas (euforia, apatía, molestia, antagonismo y rendición) para explicar el proceso que atraviesa la población local, para llegar al rechazo de los visitantes. En un principio, los turistas son bien recibidos, incluso representan una novedad y un cambio positivo en la dinámica de la ciudad. No obstante, llega un momento en el que comienzan a ser tan comunes, que al final terminan siendo molestos parta el resto de los vecinos. Residentes obligados a compartir con turistas de paso un espacio para un uso completamente distinto la mayor parte del tiempo.

Y de ahí a la turismofobia, cimentada en otros factores como el alza de los precios o la aparición de negocios que muchos vecinos, los más mayores, ni entienden ni aceptan.

La Organización Mundial del Turismo ha comparado el fenómeno que se vive hoy en día en el Mediterráneo español con lo que sucedió hace unos años en Francia donde muchos hoteles cerraron sus puertas para transformarse en apartamentos.

Los datos están ahí y obligan a reaccionar. 51.000 viviendas de alquiler registradas sobre un total de 200.000. Los ayuntamientos deben tomárselo en serio. Esta misma semana, en una reunión organizada por el Instituto Valenciano de Investigaciones Turísticas en Cullera con 50 municipios que aspiran a ser «inteligentes», los responsables municipales advirtieron de que el fenómeno de la turismofobia está llegando. Alicante no acudió. Luego pasa lo que pasa.

Lo último en INF+

Compartir el artículo

stats