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Gent de la Terreta

El hombre, la Caja y el mar

El hombre, la Caja y el mar

Varias ramas del árbol genealógico arropaban el nuevo brote: Su bisabuelo, el insigne Román Bono Guarner, ejerció de vicealcalde de Alicante con Eleuterio Maisonnave y, desde ese cargo, colaboró en la fundación de la primera Caja de Ahorros allá por 1870; su abuelo Antonio Bono Luque mantuvo vínculo activo con la Sociedad Económica de Amigos del País y la Sociedad El Fomento; Juan Guardiola, otro de sus abuelos por vía materna, presidió la Caja de Ahorros y Monte Piedad; y su padre, Román Bono Marín, ocupó la misma silla al frente de la Caja del Sureste durante veinte años (1949-69). Así que cuando en 1983, Román Bono Guardiola -Manchi Bono para sus amigos- recibe el encargo de presidir la Caja de Ahorros de Alicante y Murcia, el «nuevo brote» no hacía otra cosa que seguir la tradición para crecer bajo la luz de un apellido estrechamente vinculado al establishment de las finanzas locales. Y con aquel disparo de salida, Manchi Bono emprendía la carrera portando el primer dorsal en la que iba a ser la última etapa de la Caja de Ahorro bien entendida, bien organizada y bien dirigida para distribuir recursos y obra social por este territorio, merced a una salud de hierro que propiciaron aquellos tiempos felices de la Caja entrañable y necesaria.

La raíz alicantina y empresarial de Román Bono Guardiola era profunda. El mencionado Bono Guarner, su bisabuelo, político y empresario, miembro del Partido Republicano Democrático, creó una fábrica de chocolate -«La Industrial Alicantina»- en la calle Tato, lo que dio pie al desarrollo urbanístico del actual barrio de San Blas. Del mismo modo, su abuelo Antonio también cubrió durante su trayectoria ambas vertientes: la política, como alcalde de Alicante (1921-23), y la empresarial, al frente de la plaza de toros y de una sociedad dedicada al transporte de mercancías, «Hijos de Román Bono Guarner», que en 1928 se adjudicó un concurso para la distribución de petróleo, negocio que gestionó Román Bono Marín, padre del que más adelante sería presidente de la CAM, y línea empresarial que continúa hoy en el ámbito familiar.

El joven Manchi creció en la calle San Fernando, a la espalda del Real Club de Regatas, entidad que presidió en el pasado tanto su abuelo como su bisabuelo y que, junto al colegio Maristas, cubrió su infancia entre amigos inseparables, como Evaristo Manero y Alfonso García Andreu. En el Club de Regatas surgió el amor por la vela, una de sus grandes pasiones. En este deporte tuvo como maestros a Casimiro La Viña, prohombre de la época, y a Joaquín Quero, un genio de las regatas. Esa afición por el deporte del mar le llevó a convertirse en un consumado especialista hasta el punto de ganar regatas del calibre de la Sherry del Puerto de Santa María al mando del «Piropo», nombre elegido para todos los veleros con los que ha navegado en su vida, incluido el que fue robado y que desapareció sin dejar rastro del amarre del Puerto alicantino, dejando fundadas sospechas de ser utilizado por ETA para facilitar la huida de miembros de la banda terrorista.

Al cumplir 18 años, Manchi Bono viaja a Madrid para estudiar Ingeniería Naval y, tras una breve estancia en el colegio Mayor San Pablo, hace uso de la influencia de un amigo de su padre, Pepe Rojas, Conde de Casa Rojas, para instalarse en la Casa do Brasil, una residencia mixta, con dos pabellones, uno para hombres y otro para mujeres, separados por una puerta electrificada.

Una vez licenciado decide permanecer en Madrid trabajando en una oficina de proyectos para centrales térmicas, pero la tierra y la familia tiran de él para regresar a Alicante, donde acaba instalándose en 1968 para contraer matrimonio con Merche, su media naranja, la mujer de su vida, nieta de Luis Martínez Sánchez, propietario de los cines Monumental y Avenida, y sobrina de Alberto Closas, uno de los actores de más éxito de la época. Merche fue un complemento perfecto para Manchi y, además, un elemento esencial en la labor de representación durante la etapa en la que su marido ocupó la presidencia de la Caja.

Enrolado en el negocio familiar del combustible, Manchi recibe la propuesta de su amigo y vecino en Gadea, 1, Curro Oliver Narbona, a la sazón director general de la Caja de Ahorros de Alicante y Murcia, para que asuma la presidencia de la entidad, haciendo valer como principal argumento la histórica vinculación familiar en el sector bancario.

A partir de ese momento, el empresario inicia una etapa emocionante, una vertiginosa carrera repleta de episodios sin pausa en la Caja, que incluiría fusiones, cambios en la dirección general, crisis, compras y maniobras políticas de calado, con capacidad para decorar una densa y amplia biografía.

De casi todas ellas supo salir con éxito ejerciendo con habilidad su cargo en la presidencia, donde puso talante y perfil negociador para defender el criterio de los técnicos en los que confió.

Durante su etapa -antes y después de la fusión de las Cajas- tuvo tres directores generales: Francisco Oliver Narbona, Miguel Romá y Juan Antonio Gisbert. Precisamente, el relevo del tercero por el segundo generó el primer gran trance de la etapa de Bono, con versiones interpuestas y acusaciones de intervencionismo político para que Gisbert asumiera la dirección general. De hecho, Manchi mostró su disconformidad en un primer momento por las formas adoptadas para el relevo, que observó envuelto en cierta oscuridad. Poco después, tras abordar en profundidad el asunto y conversar con las partes, entendió que la llegada de Gisbert era lo mejor para la entidad, al tiempo que señaló como error inicial el hecho de que la sucesión en la dirección general no quedara aclarada por Romá en el acta de fusión.

De donde no escapó fue de la maniobra política diseñada para apartarle de la Caja. En 1997, las Cortes Valencianas modificaron la Ley sobre cajas de ahorros para que, entre otras cuestiones, la Generalitat asumiera una competencia directa. Días más tarde, el Gobierno presidido por Eduardo Zaplana aprobó el decreto por el que se daba curso al texto refundido de la Ley sobre cajas de ahorros concediendo a los representantes designados por la Generalitat y de las corporaciones municipales un más que suficiente porcentaje de poder para controlar la entidad. Con ello, Zaplana pasó a tener el control de las cajas de ahorros de la Comunidad y, por ende, de la CAM.

A nadie se le escapaba que el exalcalde de Benidorm, sentado en la silla curul del Palau y rodeado del «Valencia Power», iba a dejar pasar la ocasión de controlar la CAM utilizando el instrumento a medida que acababan de legislar. Y así ocurrió, pese a que, fiel a la tradición, la política volvió a discurrir por esas rutas tortuosas que disfrazan la realidad en beneficio de las tramas ocultas y, hasta el último minuto, se ocultó el cambio en la presidencia en favor de Vicente Sala. Todo hubiera podido ser más sencillo, solo había que llamar a Bono para comunicarle el final. Quien está tocado por la elegancia distinguida, como es el caso, no requería de tramas encubiertas ni confabulaciones para irse a su casa. El verdadero problema fue que, con aquella decisión, no solo perdimos a Manchi. Sin él y sin su equipo de confianza, también nos quedamos sin Caja. Pero eso ya es otra historia.

Hoy, jubilado, sigue mirando el mar, esa pasión que ha transmitido a su hijo y a su nieto, y, además, continúa ganando alguna que otra regata, la última, hace solo unos días. Y, por supuesto, con un permanente guiño hacia el cielo, mientras trata de aprender, como escribió un amigo común, a vivir sin ella.

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