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Francisco José Benito

La cuarta vía

F. J. Benito

Saladar de Agua Amarga, el gran «punto negro» en nuestra conciencia ambiental

Cualquier ciudad europea que se precie de velar por el medio ambiente y se declare conservacionista -término ahora más de moda que nunca tras la Cumbre del Clima de Madrid en la que los científicos nos han vuelto a sacar los colores- se habría preocupado desde hace años porque el saladar de Agua Amarga, un paraje natural ¿protegido? que arranca en Alicante y acaba en Elche fuera un activo más de ambos municipios, tanto por su valor ambiental como incluso turístico. Pues no. La imagen que se ha podido observar esta semana de la zona húmeda, desecada por el impacto de las desaladoras de Alicante, ha sido desoladora y demuestra, una vez más, el tipo de Administración que nos gobierna. Una que un día asegura a bombo y plantillo que el saladar formará parte de un cordón litoral protegido por el Pativel -la Biblia ambiental del Consell-, y al día siguiente mira hacia otro lado y deja que el humedal se seque y vuelva a mostrar su peor cara. El saladar figura desde hace más de 15 años en el Catálogo de Parajes protegidos de la Generalitat, pero de sus miserias solo nos enteramos cuando los miembros de Amigos de los Humedales del Sureste denuncian su deterioro, o los vecinos alertan de que las plagas de mosquitos, insectos, que, dicho sea de paso, forman parte del ecosistema de éste y todos los saladares del mundo, nos le dejan vivir.

Pues bien, si a finales de septiembre celebramos que las lluvias de la trágica gota fría habían tenido su derivada positiva en el saladar llenándolo de agua y dejando niveles hasta de un metro en muchas charcas, que posibilitó que volviera a nidificar la cerceta pardilla, un pato en vías de extinción en toda Europa, además de contemplar flamencos y todo tipo de aves, esta semana, la imagen ha sido la del desastre. La extracción de agua de los acuíferos del saladar desde la desaladora de Alicante ha absorbido prácticamente todo el caudal de las charcas amenazando un descalabro ecológico. Y todo en la semana en la que en la Cumbre del Clima de Madrid los terrícolas nos hacíamos cruces por el avance del deterioro del planeta.

En Alicante no solo parece resbalarnos todo, sino que ni siquiera hemos esperado a que Greta Thunberg se montara de nuevo en el catamarán para demostrar que la crisis climática no va con nosotros, al menos en cuanto a conservar un humedal con la historia del de Agua Amarga se refiere. Un paraje natural protegido que desde el último tercio del siglo XX está en permanente estado de amenaza. Viendo lo que ha pasado esta semana, casi hubiera sido mejor que se hubiera convertido hace años en la Venecia del sur de Europa, tal como promovieron en su día les especuladores urbanísticos cuando sobre las charcas se proyectó un complejo turístico con viviendas y lagos.

Grave es, por supuesto, su deficiente protección, máxime además cuando el saladar podría gestionarse, incluso, como un patrimonio turístico basado, por ejemplo, en el avistamiento de aves. Al margen del golf, el sol, la gastronomía? el saladar también es un nicho de mercado turístico, el ornitológico. Pero no, en la provincia de escurrirse las meninges bien poco. Y si no, ahí están los planes de Aena para que la hoy todavía hipotética segunda pista del aeropuerto cruce el saladar sin que nadie, salvo los ecologistas, lo haya cuestionado.

No estamos en Los Ángeles en 1930 pero la desecación, esperemos que temporal, del saladar esta semana bien podría haber formado parte de la inmortal «Chinatown» de Huston en 1974, cuando el detective Jake Gittes ( Jack Nicholson) se daba de bruces con una investigación en la que descubría una trama urbanística con el robo de agua de fondo. Nadie sabe cómo, o sí, pero la lámina de agua ha desaparecido y con ella parte del ecosistema de una zona húmeda que sin agua es como un desierto sin arena. En Alicante miramos para otro lado, como casi siempre. Entre el 40 y el 85% de los hábitats naturales de la Unión Europea, gran parte humedales, y del 40% al 70% de las especies de interés se encuentran en malas condiciones de conservación. Sólo un 17% de las especies y hábitats en peligro están bien conservadas, y varios países de la UE presentan serias lagunas en sus datos a pesar de tener la obligación legal de recabar información y tomar medidas de protección.

La falta efectiva de protección que sufre el saladar de Agua Amarga ha hecho que el humedal se llene en ocasiones de escombros y sufra continuos impactos, además de carecer de un buen sistema de inundación tras el corte del aporte natural de agua sufrido por la falta de lluvias por un lado, y la captación de aguas por las desaladoras por el otro, por lo que su inundación está supeditada a que las plantas aporten agua tal y como establece la Declaración de Impacto Ambiental.

El saladar de Agua Amarga es un espacio natural incluido en el Catálogo de Zonas Húmedas de la Comunidad Valenciana desde 2002. Pese a este nivel de protección, desde hace años sufre un importante deterioro, aunque sigue manteniendo unos altos valores ambientales y paisajísticos.

Graves impactos a los que hay que sumar el vertido de escombros y basuras, la entrada de vehículos en los antiguos esteros (zonas pantanosas), o la apertura de nuevos caminos entre la vegetación de saladar, que, según Ecologistas en Acción, provoca que el saladar, una zona húmeda de gran interés ambiental, se encuentre en un alarmante estado de degradación.

Ecologistas en Acción, como Amigos de los Humedales del Sur de Alicante, han reclamado su restauración, tanto al Gobierno (Costas) como a la Generalitat, con competencias sobre estas antiguas salinas, abandonadas desde los años 70 y que afortunadamente ha conseguido mantener buena parte de su superficie sin urbanizar.

En 2015, los ecologistas reclamaron al Ayuntamiento de Alicante la declaración del saladar de Agua Amarga como Paraje Natural Municipal y que, además, se consensuara la gestión ambiental con Costas (30 ha del saladar pertenecen al dominio público Marítimo Terrestre), la Conselleria de Medio Ambiente y la Mancomunidad de los Canales del Taibilla, entidad gestora de las desaladoras y responsable de la inundación periódica del saladar tal y como señalan las medidas correctoras de la Declaración de Impacto Ambiental. Pasados cuatro años desde la presentación del escrito, el Ayuntamiento no ha llevado al Pleno esa solicitud.

En los años 70 su ubicación en primera línea de playa despertó el interés de promotores inmobiliarios, que siempre lo han contemplado como una posible zona de expansión turística. Se encargó la elaboración de un proyecto urbanístico para la zona, que se denominó Plan Parcial Lucentia. El proyecto contemplaba la construcción de viviendas para más de 20.000 personas e incluía canales navegables.

La lucha de los ecologistas y la llegada de la democracia terminaría tumbando el proyecto y hoy el saladar es un espacio protegido por la Generalitat que, visto lo visto esta semana, poco visita el humedal. Ya solo falta que la proyectada segunda pista del aeropuerto termine por arrasarlo o se monte allí un macrocámping.

Desde el Taibilla aseguran que no han notado ninguna afección grave. No lo dudamos, pero entre el mar de septiembre y el desierto actual debe haber un término medio.

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