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C.Pascual

Sexo, drogas y pocas luces por Navidad

Dos de dos. Pleno absoluto. Segunda Navidad como alcalde de Alicante y segunda Navidad que se le atraganta a Luis Barcala. No se descarta intolerancia. Y es que de blanca Navidad, como dice el villancico, nada de nada, salvo porque se banalice el consumo de drogas (y también se hable de sexo anal) en un acto cultural organizado por el Ayuntamiento en un recinto habilitado para el Poblado de Papá Noel (pocas veces un nombre fue tan apropiado) y repleto de menores que acudían a entregar su carta con una inocencia amplificada de estas fechas. Y es que la Navidad, visto lo visto, se ha convertido en un periodo maldito para los alcaldes en Alicante, algo así como el verano por la endémica falta de limpieza en la ciudad. Imposible ocultar las costuras cuando los focos alumbran.

Y lo de alumbrar también es un decir. Porque luces navideñas, sólo se ven en dos calles (unos sesenta elementos ornamentales, por ahora, de los casi 900 previstos en el contrato). Y luces en el Ayuntamiento, menos si cabe. Que no llegamos a tiempo con el alumbrado más esperado del año, pues apuntamos al técnico. Pim, pam, fuera. Una manera, como otra cualquiera, de intentar distraer la atención. Sin éxito, claro. Porque si los funcionarios nunca son responsables de los aciertos, ya están los políticos para sacar pecho y lucir su mejor perfil ante la cámara cuando un objetivo se cumple en tiempo y forma, tampoco lo son en exclusiva de los errores. De hecho, los comerciantes, los principales agraviados del fracaso en la gestión navideña del bipartito, han disparado más alto, pidiendo la dimisión de los concejales implicados en el fiasco, entre ellos, el de Fiestas, Manuel Jiménez. No parece que esas «cabezas» se las vayan a entregar.

Y eso que el popular Barcala, que habitúa a patinar cuando pierde la calma, ya no oculta su incomodidad por la Navidad. Un desastre que empezó a fraguarse con una instantánea hace ahora un año, cuando el regidor inmortalizó su visita a la Casa de Papá Noel... sin pagar. No como el resto de ciudadanos, que tenían que pasar por caja obligatoriamente si querían tener un recuerdo de su pequeño junto a Santa: «¡Quien quiera foto, que pague!». No, al final no hubo que pagar por las fotos, pese a la insistencia inicial del alcalde, pero sí hubo follón. El primero, para el PP, de tantos por estas fechas.

Ahí empezó a comprobar Barcala que la Navidad no es un periodo tan feliz como le contaron de pequeño. No, al menos, al frente de la Alcaldía de Alicante. Ya debió intuirlo desde la oposición, aunque entonces pensaría que la ineptitud era innata y exclusiva de la izquierda. Con el PSOE en el gobierno municipal y las luces a medio instalar por la ciudad, el PP dijo de todo, con razón, y Ciudadanos tampoco se quedó atrás: «Nefasto», «desastre», «raquítica y obsoleta iluminación». Palabras que podrían emplearse, a la perfección, para calificar el alumbrado navideño de este 2019 en Alicante.

Año, por cierto, en el que ya nada se sabe del eslogan «Alicante, capital de la Navidad», del que Barcala presumió en sus primeras fiestas como máxima autoridad, justo antes de que saltara el «affaire» de Papá Noel.

Ni el alcalde ha vuelto a hablar de capital, ni se le vio en la presentación del programa de actos navideños (donde la principal novedad fue la supresión de la mascletà de Nochevieja) ni tampoco en la inauguración del alumbrado, y eso que el año pasado se llevó a la Plaza del Ayuntamiento hasta a las Belleas del Foc. Esta vez, en el encendido, una imagen simbólica, nada casual: el concejal de Fiestas, acompañado por la edil de Comercio. Mano a mano, con cara de circunstancias. En soledad. Sin el alcalde, al que ya no le gusta que le apunten los focos de la Navidad. Y menos si alumbran poco y mal.

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