La tienda de campaña se le rompió tres veces; durmió en cunetas, campos y en edificios abandonados; soportó fuertes lluvias y temperaturas de 40 grados, pero nada de esto frenó a la alicantina Raquel Ferrando, que acaba de completar la vuelta a pie a la España peninsular, además sin gastar un solo euro en alojamiento ni transporte gracias a la ayuda de personas desconocidas. La joven, de 26 años, ha dedicado ocho meses a este viaje personal, un recorrido de 5.480 kilómetros, en su mayor parte caminando y con algunos tramos de autostop, en una introspección buscando no solo su propia paz interior tras una complicada adolescencia, sino también ayudar a los demás con charlas motivacionales, que es además a lo que quiere dedicarse profesionalmente.

Este periplo forma parte del proyecto online que Raquel inició hace dos años «Qué será de mí», con el que ayuda a personas desconocidas a conocerse mejor y superar sus miedos después de que ella misma padeciera abusos sexuales a los 13 años y más tarde trastornos alimenticios -bulimia- que le condujeron a una depresión y a intentar quitarse la vida con 20 años, algo que afronta hablando de ello abiertamente.

En las ciudades siempre encontró un lugar para dormir a cubierto y poder ducharse gracias al soporte de las redes sociales. «A veces me ayudaba gente que sigue mi proyecto en Instagram y alumnos que tengo por ahí repartidos de uno de los cursos que están activos en mi web 'De la soledad a la independencia', que ayuda a ser más independientes emocionalmente. Ha sido maravillosa la red social que me ha ayudado».

En su viaje ha encontrado amistades, como la dueña de un centro de yoga de Bilbao, que fue a buscarla una noche lluviosa al rompérsele la tienda de campaña en la que se instaló bajo un puente.

Sobre todo ha descubierto que hay gente dispuesta a ayudar. «Hemos perdido la fe en la sociedad y no nos fiamos de los demás. Creemos que la gente buena es la excepción y no la regla, pero siempre he encontrado a alguien que me recogía haciendo autostop o me invitaba a un café y un pincho de tortilla. Siempre hay alguien bueno, dispuesto a dar un poco más, no cuesta mucho y significa un mundo». Siempre recordará el día en que llegó a Puerto Llano y entró a un bar tras pasar varios días muy duros caminando por la montaña sola y sin nadie con quien hablar. «No tenía buena energía y me sentía supermal. El dueño del bar me dio un par de tapas y me dijo: tienes pinta de que lo necesitas. Empecé a llorar, cogió un par de cervezas, se sentó y me dijo: a ver, qué te pasa». Luego la llevó a su casa a cenar con su hijo y le dijo que se quedara a dormir. «Me ayudó una barbaridad una persona que no conocía de nada cuando verdaderamente lo necesitaba».

Otro de los objetivos de Raquel era «demostrar y demostrarme» que las mujeres pueden viajar solas sin tener miedo constantemente. Ella pasó solo una madrugada de pesadillas acampada en una zona de Castilla-León muy llana en la que era complicado esconder bien la tienda, y se topó en una carretera de día con un exhibicionista que luego le pidió perdón. Por si acaso llevaba con ella un spray de pimienta que no llegó a utilizar. Ahora la joven alicantina está bien, tras un viaje que ha llenado su mochila de experiencias. Con el material que ha grabado ella misma con su teléfono quiere hacer un documental y escribir un libro «para que se entienda mi historia».