Se sienten cohibidos, «ofendidos», se lo toman «a pecho», y no participan en clase cuando se debate sobre la violencia de género para exponer micromachismos. Incluso los hay que lo niegan rotundamente. Las alumnas de Bachillerato en institutos del distrito de la playa, que participaron ayer en una marcha conjunta con sus compañeros para visibilizar la lucha contra la violencia de género, lamentan la actitud que perciben en algunos alumnos y ex amigos que reniegan de los micromachismos y se sienten atacados cuando se aborda el tema.

«He llegado a tener amigos que me han dicho que la lucha contra la violencia de género perjudica al hombre, porque no es lo mismo que denuncie un hombre que una mujer. Y no es así, porque de lo que se trata es de igualar a la mujer», advierte Ainara. Paula, a su lado, abunda que solo hay que ver las cifras de asesinadas y que resulta agobiante que se niegue por partidos políticos que utilizan entre sus argumentos «denuncias falsas. Nuestros compañeros no tienen la culpa, pero no deben callar porque mis padres por ejemplo me dicen que me ponga una ropa para salir a la calle y a ellos no les pasa», corrobora Ainara.

Son cerca de un millar los estudiantes que se han reunido en la mediana de la avenida Historiador Vicente Ramos para leer un manifiesto entre Marina Malloll, Jorge de Gea y Paula Marhuenda; y cantar el tema de Rozalén «La puerta violeta», con las voces de Ares Negrete y Lucía Lerma. «Vivimos entre micromachismos que intentan dejar a las chicas por debajo, de forma sutil, como si ellos tuvieran más destrezas. Me da mucha rabia cuando se ofenden por eso, porque lo sufrimos nosotras», apunta Naiara mientras escucha el tema. Noelia aporta un ejemplo muy gráfico. «Parecen tonterías, pero cuando emplean el término 'coñazo' se va quedando en el subconsciente, y un cúmulo de micromachismos nos van haciendo sentir más débiles e inferiores». Son los más concienciados, ellas y ellos, por eso participan de la marcha que durante más de hora y media recorrió el parque central de la avenida al grito de «Tocan a una, t0can a todas» y «No es no, ¿queda claro?».

Marco y David admiten que hay machismo, que por eso hay que visibilizarlo con acciones como la de esta marcha, y que se trata de «ser todos iguales, y ya está», puntualiza el segundo. A Marco le parece mal que siga habiendo secciones de juguetes que distingan entre niñas y niños, y asegura que no figura entre los que se sienten atacados cuando lo debaten en clase: «Apoyo el movimiento, estoy al lado de ellas porque está claro que hay machismo», afirma. Incluso reconocen actitudes de sus amigos que no les gustan nada. Como cuando hablan de las chicas como objetos sexuales «como si no tuvieran sentimientos, o por dejar mal a una chica con un comentario que no viene a cuento. Esto tiene que cambiar y se puede, poco a poco», asegura Daniel.

Profesores y profesoras que les acompañan en la marcha, reconocen que es muy complicado desmontar mensajes y actitudes que algunos alumnos interiorizan desde pequeños en sus propias casas o en la calle, y reiteran el daño extra que está generando entre alumnos más jóvenes, de 14 a 16 años, el argumentario de partidos extremistas que reniegan de la violencia de género. «Estamos ahí para hacérselo saber, no adoctrinamos en absoluto, pero hay que explicarlo para que se den cuenta».