La relación entre Alicante y Elche es tan complicada como a la vez indispensable. Son muchas las características que hacen divergir a las dos principales ciudades de la provincia, la una más centrada en la actividad administrativa y los servicios y la otra con una sólida tradición industrial. Dos personalidades diferentes, cuya vinculación está condicionada por el hecho de que una sea la capital provincial y por la relativamente escasa diferencia de tamaño que hay entre ellas: aunque la capitalidad esté en Alicante, los 230.000 habitantes de Elche la convierten en mucho más que un simple centro comarcal. Y un factor determinante: son municipios vecinos a sólo 20 kilómetros de distancia, obligados a trazar estrategias comunes para su desarrollo, tanto por su peso demográfico y económico por los intereses y el espacio geográfico que comparten.

Son muchas las iniciativas que se han puesto sobre la mesa a lo largo de las últimas cuatro décadas para dar un impulso a las dinámicas económicas, comerciales y sociales entre Alicante y Elche y, de esa forma, contribuir al desarrollo de ambas ciudades y del conjunto de la provincia. Y hasta la fecha han sido más los proyectos fracasados o caídos en el olvido que los éxitos. La apertura en 1967 del aeropuerto de El Alteta medio camino entre ambas ciudades bien podía haber sido el primer espaldarazo para ello, pero lo cierto es que para encontrar un precedente más exacto de querer generar un polo de atracción en esta zona hay que avanzar en el tiempo hasta noviembre de 1982, con la apertura del centro comercial Mamut, en las inmediaciones de Torrellano.

Esa instalación fue un fiasco que cerró tan solo dos años después, pero quizá sin pretenderlo marcó un gran precedente, simplemente con la duda surgida entonces de qué hacer con el edificio. En 1991, aquel centro comercial fallido se convertía en la sede de la Institución Ferial Alicantina (IFA), y poco después, a su alrededor se concebía uno de los proyectos más destacados habidos en todo este tiempo: el Triángulo Alicante-Elche-Santa Pola.

Aquella idea, concebida por el lobby denominado Club de Inversores, obtuvo el respaldo inmediato de la Diputación y una presencia mediática notable. El profesor de Geografía Humana de la Universidad de Alicante (UA) José Antonio Larrosa, autor entre otros trabajos de una tesis doctoral que analiza la movilidad entre ambas ciudades, destaca que se trataba de un proyecto «interesante», puesto que «rompía la decisión política de llamar área metropolitana a algo que no es». Esto es, tenía en cuenta que no existe una relación jerárquica entre Alicante y Elche, pese a la mayor población de la primera y su capitalidad, sino que se trata de un espacio en el que cada una de ellas tiene sus propias dinámicas, una independiente de la otra, pero aún así interactúan entre ellas por su proximidad y las infraestructuras existentes.

El Triángulo Alicante-Elche-Santa Pola acabó muriendo de inanición a mediados de la década de 1990. No obstante, algunas de sus planificaciones se han tenido en cuenta, tal y como recuerda el profesor Larrosa. La más destacada, el Parque Empresarial de Elche, que a día de hoy se ha consolidado como el gran polo económico del municipio. Pero también encontramos ecos de ese proyecto en el término municipal de Alicante, como la Oficina de Propiedad Intelectual de la Unión Europea (EUIPO) o la fallida Ciudad de la Luz, cuyas instalaciones se han reconvertido en la sede de Alicante Distrito Digital. Resulta un tanto paradójico que esos éxitos tengan como referencia un plan estratégico de 1991, y que los posteriores, con la excepción de la actual Estrategia Territorial de la Comunidad Valenciana, no hayan cuajado de la misma manera. Se han sucedido reuniones entre los diferentes alcaldes, que no han pasado de las buenas intenciones. Habrá que ver si la más reciente entre Luis Barcala y Carlos González, celebrada el pasado mes de octubre, va más allá y entra de manera directa en la cooperación entre ambas ciudades.

Sobre los proyectos desechados, Larrosa cita el caso del Plan de Acción Territorial del Área Metropolitana de Alicante-Elche de 1995, que «cometía el error inadmisible de considerar Elche como una ciudad metropolitana de Alicante más, cuando no lo es». Por el contrario, la planificación actual «es más coherente, porque obliga a todos los municipios del entorno a participar en algún plan de acción territorial o varios, y prevé que todo el territorio esté coordinado». Así, señala esa necesidad de entendimiento entre Alicante y Elche, condicionada por «el desconocimiento de la una sobre la otra, o el color político en determinados momentos». Por ello, incide en aspectos como que «cuando se haga algo supramunicipal en una de las ciudades en la otra se vea como propio» y que contribuye al desarrollo.

La urgencia de mejorar las infraestructuras

El área de Alicante-Elche tiene una movilidad cada vez mayor hacia las dos ciudades principales desde los municipios a los que extiende cada una su influencia, y también entre ellas. Tal y como recuerda el profesor de Geografía Humana de la UA José Antonio Larrosa, los últimos datos al respecto, de 2011, hablan de más de 4.600 desplazamientos diarios en cada sentido, frente a 1.900 hacia Elche y 1.200 hacia Alicante dos décadas antes. Sin embargo, resulta bastante evidente que las infraestructuras no han avanzado de la misma forma. La mayor evidencia está en la línea de ferrocarril que une ambas ciudades, con un trazado en vía única y sin electrificar, que incluye una inversión de marcha en San Gabriel, y una frecuencia baja para el volumen de población y relación. Y que, además, pasa de largo junto a un aeropuerto con 13 millones de pasajeros anuales como El Altet.

Llama poderosamente la atención ver cómo ya en 1991, a la vez que se presentaba el proyecto del Triángulo Alicante-Elche-Santa Pola, se hablaba ya de llevar el ferrocarril al aeropuerto, e incluso de habilitar en él una estación de alta velocidad, cuando ni siquiera se había terminado la pionera línea Madrid-Sevilla. Han pasado casi 30 años y aún no se puede decir que el tren vaya a llegar a corto o medio plazo a El Altet. Es más, no hay una fecha concreta para que desaparezca del frente litoral sur la vía por la que discurren ahora los trenes. La reforma de ese espacio, apunta el profesor Larrosa, podría ser también un gran avance en la relación Alicante-Elche al favorecer la continuidad urbana y, de esa forma, acercarlas también desde una perspectiva emocional.