P Es usted uno de esos políticos alicantinos que han pasado por las tres administraciones: local, nacional y autonómica, por ese orden. ¿Nos puede resumir su experiencia en cada una de esas etapas?

R Fui durante un año y medio concejal por el PCE, y me tocó vivir el 23-F en el Ayuntamiento, lo que me sirvió para reflexionar mucho sobre la democracia. Era una época de entusiasmo enorme, y mucha voluntad para hacer las cosas bien desde el entendimiento, incluida la oposición. Un mandato municipal no comparable con ningún otro, por la sensación de estar haciendo democracia con escasos recursos y escasos conocimientos. Estábamos sentado las bases.

Fui parlamentario nacional en el primer gobierno de Aznar, en la oposición. Pese a todo, fue una legislatura bastante tranquila, en la que vivimos declaraciones de amor del PP con CiU que hoy causan sonrisas y hasta sonrojos. Se procesaban amor, cuando el PSOE estaba muy molesto después de perder el poder. Entré en Congreso por IU, y luego me pasé a Nueva Izquierda, por lo que salté al Grupo Mixto. Como digo, califico aquello como una legislatura tranquila, de cortesía parlamentaria y facilidad para el diálogo. Aznar tenía un discurso favorable al estado autonómico, hoy irreconocible en el actual PP, vi posturas muy razonables, y Mariano Rajoy, por ejemplo, era ministro de Cultura, y una persona con la que se podía hablar.

Ese ambiente después se destrozó. Uno de los grandes males de España fue que el PP nunca reconoció la victoria de Zapatero en las urnas. Después de aquellas mentiras por los atentados de Madrid, la izquierda no se ha vuelto a fiar de la derecha. Fue una manipulación brutal que le costó el poder al PP. ¿Quién iba a pensar que un presidente nos engañaba a todos?

Por último, lo de la Administración Autonómica fue un regalo inesperado. Yo había participado en movimientos cívicos como la PIC (Plataforma de Iniciativas Ciudadanas), muy interesante después de lustros de inmovilismo. Era profesor de Derecho Constitucional, y percibía que los alumnos tenían unas inquietudes importantes. Era el germen de lo que pasó luego: si los políticos tienen voluntad de arreglar las cosas, la complejidad no existe.

P Se diría que habla desde la nostalgia?

R Sería bueno que los que estuvimos en aquellos primeros años volviéramos, para aportar el espíritu de diálogo que nos definió.

P Y acabó usted en Compromís.

R Apareció el fenómeno de Compromís, sí, y entendí que mi sitio natural para estar era ese. Yo no quería cargo público? siempre iba el último de las listas municipales, pero me propusieron ser conceller y no supe decir que no, porque era tener por primera vez experiencia de gobierno. Había que poner en marcha políticas nuevas. Eso era clave, porque la misión del pacto del Botànic era cambiar la dinámica después de 20 años de gobiernos del PP, e hicimos mucho. De la Comunidad Valenciana ya nadie habla mal. Se cambió la imagen, y agotar la legislatura con muy pocos cambios en el Consell fue un valor de estabilidad. Gobernábamos., Sabíamos gobernar, y no éramos una pandilla de aficionados como decía la derecha.

P ¿En cuál de estos puestos de responsabilidad se ha sentido más cómodo, y dónde se puede decir que se ha formado políticamente con mayor intensidad?

R He aprendido de los tres. Donde más cómodo estuve fue en el Congreso de los Diputados. En la oposición se está muy bien, pero donde más claro lo he tenido ha sido como conseller. Ahora entiendo una serie de cosas que he tardado 40 años en comprender. Eso produce una cierta melancolía en el atardecer de la vida. En mis discursos de despedida, que fueron muchos, decía que lo importante para mí era lo aprendido, lo que me llevaba.

Fui concejal con 22 años. Estábamos a lo que el partido (PCE) dijera. Aprendí muchísimo en aquella etapa. Era muy joven. Todo era nuevo, y muy distinto a lo que ha habido después. Reinaba un espíritu especial. Paradójicamente, de lo que más me acuerdo es del 23F. Se paralizó la actividad política, por decreto, pero no la administrativa, y en un Ayuntamiento ambas funcionan en paralelo. Así que no sabíamos qué hacer. Esa misma tarde había pleno en el Ayuntamiento de Alicante, y entre otras cosas íbamos a cambiar los nombres de algunas calles y a subir el precio del autobús. No se celebró. Hicimos un paripé. Entraron al salón de plenos el alcalde José Luis Lassaletta y los portavoces del resto de partidos, y no había quórum, aunque la realidad es que casi todos los concejales estábamos en la puerta. Luis Díaz Alperi no estaba.

EL DIÁLOGO

P ¿Se discutían y consensuaban los temas importantes para la ciudad?

R Hubo mucho diálogo, muchas conversaciones. Con UCD en ocasiones había hasta complicidad. Votaban en contra de algunas cosas, pero reinaba la franqueza.

P ¿Recomienda pasar por el puesto de concejal antes de dar el salto a la política nacional o de otro nivel?

R Sí. Es bueno. La política local tiene la inmediatez, la gente que te para por la calle? pero a mí eso no me gusta, porque si me paran para pedirme algo y no lo puedo arreglar tendría la sensación de estar engañando al ciudadano. En cualquier caso, es bueno pasar por ahí.

P ¿Impone más la Carrera de San Jerónimo que la plaza del pueblo, el hemiciclo que un salón de plenos? ¿En qué lugar se vive más intensamente la política?

R Lo que más me ha impresionado a mi es la Carrera de San Jerónimo. Cuando entras en el hemiciclo y por primera vez subes a la tribuna te tiemblan las piernas. Impresiona mucho, aunque también me temblaban en las Cortes Valencianas. Hay que tener mucho respeto a la participación en el poder político, que es distinto a montar un circo. Te tiene que emocionar.

P ¿El español se implica mucho en la vida política?

R No es bueno que la gente salga constantemente a la calle para cambiar un Gobierno, y tampoco es bueno aplaudirlo constantemente. No soy fanático de los símbolos políticos. Los he estudiado mucho, y son recipientes de la historia democrática? Bienvenidos sean, pero sin fanatismo.

LA GOBERNANZA

P ¿Es el municipalismo la máxima expresión de participación democrática?

R No diría yo tanto. Todos los niveles de la Administración tienen sus cauces de participación. Lo fundamental es que se haga buen gobierno, que se responda a lo que esperan los ciudadanos. Lo importante del municipalismo es entender que las grandes y medias ciudades están llamadas a tener un nuevo e importante papel a nivel nacional, europeo y mundial.

Europa debe cambiar. Ahora es una amalgama de gobiernos, pero debería ser un órgano con mucho más poder y presupuesto, y que tuviera una entidad federal. Los enemigos se llaman Putin, Trump, Johnson? En la globalización las cosas se han hecho mal, pero la culpa es de ciertos personajes que llegan a un consenso en el neoliberalismo. Está claro que nada puede chocar con el medio ambiente, porque si se acaba el planeta se acabaron los mercaderes y sus beneficios. Esa evidencia no la asumen.

«Los ecos de la Transición se acaban»

«En 1979 se retrasaron las elecciones locales porque era un clamor que la izquierda iba a ganar en los grandes municipios»

P ¿Se puede decir que hasta que elegimos directamente a nuestros alcaldes y concejales en 1979, los españoles no fuimos realmente conscientes de que algo estaba cambiando en este país?

R A mis alumnos les digo que la transición acaba cuando entramos en la Unión Europea. Ya era irreversible. Pero dicho esto, aquellas elecciones municipales de 1979 fueron fundamentales porque veías a los cargos electos, muchos entraron en el Ayuntamiento por primera vez, y se asistía a cambios sustanciales. Hasta entonces, los ayuntamientos franquistas y las diputaciones provinciales cortocircuitaban muchos asuntos que emanaban de Madrid. Se retrasaron las elecciones locales porque era un clamor que la izquierda iba a ganar en los grandes municipios, como así fue. Yo me fui a celebrarlo a Crevillent porque salió alcalde comunista.

P En su opinión, entonces, ¿qué papel han desempeñado los ayuntamientos en la consolidación de la democracia?

R Todo se subordinaba a la consolidación de la democracia, y eso la izquierda lo tenía muy claro. En el PCE éramos plenamente conscientes de que lo importante era consolidarla, y eso implicaba mejorar las ciudades y que los servicios funcionaran bien. Había que llevar la cultura a los barrios, por ejemplo, pero no teníamos infraestructura. Vi niños tirando piedras a los músicos de la banda. La Concejalía de Cultura de Alicante, por ejemplo, tenía solo un funcionario, y los concejales estábamos hasta para poner sillas para los conciertos.

P ¿Y cómo vivió aquella primera campaña municipal?

R La diseñamos como si de una fiesta se tratara. En Valencia había un ambiente viciado por la guerra de las banderas, que era terrible, pero aquí no. Lo que ensombreció todo fue el asesinato de Miguel Grau, pero no había gran tensión en la calle? al menos no constante y permanente. Ahora es todo mucho más frío, dirigido desde unos presuntos gabinetes que en ocasiones no tienen ni idea de la realidad, y que por al mañana dictan a los líderes lo que tienen que decir. El efecto es que es todo muy aburrido, aunque es verdad que ahorramos papel. No tengo, pese a todo, gran nostalgia de aquello.

LA DERECHA Y EL PSOE FUERON A POR SUÁREZ

PSOEP En los primeros compases de la democracia en España hubo mucho diálogo, mucho consenso a todos los niveles? ¿qué nos ha ocurrido que ahora esto parece imposible?

R Los ecos de la Transición se acaban. Seguir esperando que todo funcione con aquel espíritu de consenso no puede ser, aunque hay mucho iletrado que lo espera. Hasta que llega la crisis, el político peor valorado en España era Suárez, incluso en su propio partido. Las barrabasadas que se dijeron de él por parte del PSOE fueron increíbles. Para mí, Suárez es el Príncipe de Maquiavelo, pero su fortuna dura 2-3 años, y se acaba entre otras cosas porque la derecha va a por él. Retomando la pregunta, el discurso de la concordia dura lo que dura. El mundo está cambiando. Se fideliza al electorado estirando mucho y polarizando, y ahí seguimos. A partir de ahí se acaba el bipartidismo. La bipolaridad se encarna en grandes bloques que engloban a varias siglas cada uno de ellos.

Yo prefiero esto al bipartidismo, aunque el PSOE y el PP no han perdido su prepotencia. Los pactos son posibles en comunidades autónomas y ayuntamientos, porque dejan fuera la prepotencia. Ha pasado lo peor que nos podía pasar: la línea disuasoria la marca un tema identitario, y la negociación es extraordinariamente difícil. Ahora no hablamos apenas de pensiones, cuando es un tema importantísimo, y sí de independentismo. La gente quiere diálogo, pero los partidos no lo asumen. Todos piden la muerte del adversario.

P ¿Nos queda camino por recorrer?

R Es la democracia que tenemos, con defectos y virtudes. Hemos recorrido un camino muy largo, y debemos hacer un sano ejercicio de recuerdo histórico. Hay elementos extraordinariamente positivos, como las universidades, la mejora de las ciudades, los servicios básicos, la hospitalidad del país? Nuestro nivel cultural es hoy comparable a los mejores, cuando en 1979 había analfabetos en España. Seamos conscientes de ello.

P ¿Tiene usted un modelo, una democracia como ejemplo a seguir?

R Borges eligió Ginebra para morir. Yo de mayor quiero ser suizo, pero me faltan los medios económicos? Jajajaja. En serio, los modelos no existen. La historia y la experiencia vivida no se pueden elegir. A falta de ser suizo, siempre me quedan mis recorridos por la Sierra de Mariola.