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Niños de 3 a 5 años comen en el aula porque no hay espacio en el comedor

El colegio El Palmeral organiza dos turnos de comida para 300 alumnos en unas instalaciones donde solo caben 100

Los alumnos de Infantil comiendo en el aula. PILAR CORTÉS

Se ven obligados a comer en la misma aula donde momentos antes han extendido sus libros de colores, porque no tienen sitio en el comedor, saturado con doble turno para sus compañeros de primero a sexto de Primaria. Los alumnos de 3 a 5 años del colegio El Palmeral de Alicante no pueden comer con el resto de niños en el comedor porque no hay sitio para todos.

El centro escolar organiza dos turnos para servir las comidas entre las 14:00 y las 15:30 horas, como marca la normativa, y en cada uno de ellos se reúnen una media de 150 niños, 300 en total, pero solo desde primero a sexto curso. Y todo esto en un espacio que, según aseguran desde la AMPA, está limitado para solo un centenar de niños.

Esta situación obliga a que los más pequeños, en el nivel de Infantil, sigan en la clase sin moverse para comerse allí mismo el menú diario.

«El centro pide a gritos una ampliación que se ha reclamado ya reiteradamente por los que nos han precedido en la asociación de padres desde hace 20 años», lamenta el presidente de la AMPA, Francisco Gutiérrez.

A la falta de espacio en el comedor suman estos padres la urgente reforma de la cocina del colegio y el uso de la caseta del conserje para algunos despachos docentes, entre la necesidades más urgentes de ampliación de las instalaciones.

El representante de los padres de alumnos añade, por otra parte, los serios problemas de accesibilidad que están sufriendo este curso un par de alumnos que necesitan muletas para desplazarse, así como otra alumna que padece displaxia muscular «y a la que se le hace muy difícil el día a día en el colegio», añaden.

Numerosas escaleras en el acceso principal al colegio dificultan sobremanera la entrada y salida de estos alumnos, amén de que cuando llueve los escalones, por su antigüedad, resbalan mucho y presentan además una pendiente «importante», añaden desde la AMPA.

Licitación

Hace ya una década que estaba prevista la ejecución de las obras de ampliación y adecuación en este centro, como parte de uno de los proyectos del programa Creaescola puesto en marcha en su día por el Consell que entonces dirigía el PP.

El Banco Europeo de Inversiones (BEI) financiaba la mitad de aquella obra pero cinco años después, y con las aportaciones europeas correspondientes, solo se habían desarrollado los proyectos de una de las fases.

«Los padres nos preguntamos qué se hizo con el dinero aportado por la entidad financiera europea, al margen de que desde el curso 1999-2000 -es decir, veinte años atrás-, se empezó a pedir la ampliación, y de que dos años después se expropiaron los terrenos y el Ayuntamiento cedió la parcela a la conselleria».

Pasado el tiempo, dicha ampliación la asumió posteriormente Ciegsa como empresa pública encargada de la construcción de centros educativos, con un plazo de ejecución de un año. «Se presentaron unas 25 empresas pero no se asignaron las obras a ninguna», rememoran desde la AMPA actual, que ha decidido sacar a la luz «tamaño retraso» ante las dificultades de espacio que sigue presentando el colegio en el curso actual.

«Solo queremos un centro digno, que no figura en ninguna de la actuaciones previstas por el Consell a pesar del compromiso que adquirió la anterior directora territorial de Educación en Alicante sobre el cambio de la puerta de acceso y de las escaleras», abundan desde la AMPA. «Nos da igual el grupo político que gobierne porque son ya veinte años de reclamaciones sin que nos atiendan», lamenta Gutiérrez.

Alcorques rotos, grietas en el firme de los patios de Infantil y trasero, y deterioro en la zona superior de algunas puertas interiores forman asimismo parte de las deficiencias que enumeran los padres de alumnos en un colegio que no ha visto mejora alguna mientras a su alrededor se creaba el nuevo San Gabriel, y se ampliaban y mejoraban también los institutos Mare Nostrum y Bahía de Babel. «El nuestro parece que se haya perdido en el camino», concluye Gutiérrez.

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