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Dolor y ausencias

Entre la tristeza y la indignación, el hijo, la hermana y la nuera de María del Carmen Martínez siguen en la sala de vistas el día a día del juicio

Toñi, ayer en el centro, junto a Lola y, detrás de ellas, Vicente. rafa arjones

A veces, las menos, con la mirada seca . Otras, las más, con los ojos húmedos o ya inundados por las lágrimas. Pero ahí están, sesión tras sesión, aguantando el juicio por el asesinato de su madre, de su hermana, de su suegra.

Vicente, el hijo mayor de María del Carmen Martínez, no se pudo incorporar hasta la cuarta jornada. Tuvo que esperar a declarar como testigo para permanecer en la sala y escuchar todo lo que de su madre se está diciendo. Que no es poco. Que no es fácil.

Toñi, la tía Toñi, no pudo hacerlo hasta el día siguiente, una vez hubo testificado. Después, de negro riguroso, se sentó junto a su sobrino, del que no se ha separado desde entonces. Del que quizá no se ha separado desde que le mataron a su hermana, con la que compartía vida y rutinas desde los 16.

Lola, la mujer de Vicente, sin ningún tipo de restricción en tanto que no tiene participación alguna en este proceso, no se ha perdido un minuto de una vista oral que arrancó el pasado 14 y cuya conclusión está prevista para el 7 de noviembre. La más larga de las celebradas con un jurado popular en Alicante.

Aunque diariamente están arropados por un grupo incondicional de amigos y familiares que se van relevando según su disponibilidad, para sobrino y tía no hay parapeto que valga en los momentos más duros. Como lo fue escuchar a dos de sus hermanas/sobrinas, Mar y Tania, quienes todo el tiempo que han permanecido en el juicio por el asesinato de su madre es el que duró su interrogatorio. Ni un segundo más. La tercera, Fany, casada con el presunto asesino, ni eso. Residente ahora en Madrid, únicamente se ha dejado ver por Alicante para pedir que se le eximiera, al igual que a sus hijos, de declarar. Como si el asunto, da la impresión, no fuera con ellas.

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