Información

Información

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

La vida de los otros

De la intimidad de María del Carmen Martínez se ha conocido más en los casi tres años que han pasado desde su muerte que en sus 72 de existencia

Vicente Sala y su tía Toñi llegan a los juzgados. rafa arjones

Le gustaba vestir de sport. A veces en chándal. Era una mujer con carácter, pero llana. Valiente y segura de sí misma, llegó a decir su asistenta, Ayer, además, su yerno Abacuc Méndez, casado con Mar, la mayor de sus hijas, se recreó haciendo un detallado inventario de las joyas que solía llevar, a las que llamó «su ajuar» y que valoró en unos 30.000 euros sumando el reloj, dos anillos y una cruz.

Aunque era austera y no se gastaba dinero en restaurantes. Aclaró. ¡Ah! Y tenía dos cojones. Textual. Así lo dijo. En sede judicial.

Dirigiéndose como haría un actor a su público. Con soltura y demostrando dominio del escenario. Solo que en este caso a quien Abacuc hablaba era al tribunal popular que está juzgando por el asesinato de la suegra de ambos a su cuñado Miguel, a quien definió como «un tipo majete». Textual también.

La mujer iba al fisio. Una vez a la semana. Por un problema en las piernas. Entre sus aficiones, las visitas al súper. Últimamente con un vehículo eléctrico. Y, pese a todo el conflicto, su familia. Especialmente sus nietos, a los que adoraba.

Vivió 72 años y probablemente solo los íntimos conocían sus rutinas. Y ni eso. Una de sus hijas mostró extrañeza cuando, durante su declaración, se le preguntó si su madre solía usar ropa deportiva. Un detalle que han coincidido en relatar su hijo Vicente, su hermana Toñi y trabajadores de las empresas del holding, que tenía la sede en la residencia familiar de María del Carmen Martínez, alguno de los cuales contó que no era extraño verla en pijama por las escaleras.

Pero nadie sabía, por ejemplo, que llevara una especie de diario donde se desahogaba. Ni ninguno de sus cuatro hijos, ni tan siquiera su hermana Toñi, con la que convivía, ni algunos de los que se han presentado ante el tribunal como «amigos de toda la vida» conocían la existencia de estas hojas manuscritas cuyo contenido es ahora de dominio público hasta en los lugares más alejados.

En los casi tres años que han transcurrido desde su asesinato en el lavadero de un negocio de coches regentado por su presunto asesino, de los pormenores de la vida de esta mujer se ha conocido mucho más que en sus 72 años de existencia. Unos hábitos con los que el crimen cometido aquella tarde del 9 de diciembre de 2016 no solo acabó con ellos, sino que abrió la espita para que traspasaran la esfera de lo privado y estuvieran en boca de todos.

Compartir el artículo

stats