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«A la señora no le daban ni los buenos días»

La responsable del servicio doméstico de los Sala asegura que el conflicto familiar había llegado a una situación de «ruptura total»

María de los Milagros Jaén.

«Ni compartían mesa con la señora, ni se decían los buenos días». De esta manera resumió ayer la responsable del servicio doméstico en la finca de los Sala, María de los Milagros Jaén, la situación a la que llegaron con su madre las tres hijas de María del Carmen Martínez, viuda del expresidente de la CAM Vicente Sala, en el punto álgido de conflicto por el control de las empresas del grupo. La testigo, que ha trabajado para los Sala 23 años, aseguró en el juicio con jurado popular por la muerte a tiros de María del Carmen que la ruptura entre los hermanos se produjo después de la muerte de Vicente Sala. «Durante los dos primeros años hubo buena sintonía», explicó, pero a partir del tercer año la convivencia empezó a sufrir «desgaste» y en 2016 la situación pasó a ser de «ruptura total».

«No le hablaban ni Miguel, ni sus nietos» precisó en alusión al acusado, Miguel López, yerno de la víctima, y se llegó al punto en las hijas se llevaban la comida en un tupper a casa porque no querían a sentarse a comer con ella». La familia convivía en la misma parcela, aunque en viviendas diferentes.

Del acusado dijo que era una persona «de naturaleza nerviosa», al que le había visto algún «pronto» pero que se le pasaba rápido. «A mi nunca me ha tratado mal», puntualizó, aunque recordó haber presenciado un episodio en el que Miguel discutió con la hermana de la víctima, la tía Toñi, y en la que se acabó poniendo de pie, dio un puñetazo en la mesa y se marchó. De María del Carmen Martínez dijo que «era una persona muy afable, sencilla y segura de sí misma» y también que tenía una serie de rutinas fijas.

«Estaba fuera de sí»

En la sesión de ayer también testificó un amigo de la familia, Francisco Javier Álamo, que estuvo hablando con Miguel López en el tanatorio el día después del asesinato. Según explicó, él y su mujer se acercaron a darle el pésame y éste, al enterarse de que el hijo mayor de la víctima y acusador particular en esta causa Vicente Sala llevaba cuatro horas declarando en Comisaría, empezó a mostrarse inquieto y a decir que a María del Carmen se le había ido la cabeza desde hacía dos años. «Al escuchar este comentario mi mujer se marchó y yo me quedé con él y éste siguió diciendo que tenía claro que lo iban a detener en 72 horas y que había asumido que iba a estar en prisión preventiva hasta el juicio.

«Era una situación muy incómoda y él parecía desencajado, fuera de sí», añadió. El testigo asegura que se quedó descolocado con estos comentarios y que intentó tranquilizarle diciendo que la Policía no iba deteniendo a personas sin motivo. «No sabía ni qué decirle», aclaró. En la conversación, Miguel López habría hecho alguna alusión al hecho de que Vicente Sala había estado reunido con sus asesores en su casa la misma noche del asesinato y que no era momento para esas reuniones. «Yo le contesté que esos asesores estaban allí como amigos para darle el pésame y que Vicente no estaba esa noche para reuniones de trabajo», aseguró el testigo.

Entrega de coches

También declaró ayer Francisco García, trabajador de Novocar, que aseguró que los coches en la empresa se entregaban siempre en el aparcamiento y no en la zona del lavadero, el lugar donde fue tiroteada la víctima mientras recogía un Porsche Cayenne que había tenido en reparación en la empresa de automoción que regentaba su yerno

y acusado del crimen.

Este trabajador, según explicó, entregó otro coche que habían tenido en reparación a María del Carmen y a su hermana Toñi la mañana del miércoles en la zona del aparcamiento. Dos días antes del asesinato García explicó que excepcionalmente había tenido que entregar algún coche otras veces cuando no podían encargarse sus compañeros del taller, pero nunca en el lavadero.

Según su declaración, la tarde del asesinato vio un momento a Miguel López en la sección de Recambios cuando estaba hablando con otro empleado de una pieza para la reparación de otro vehículo. García explicó que fue una conversación sobre temas de trabajo, tras la que López se marchó. El testigo aseguró que esa tarde ni notó nada raro en el acusado, ni oyó disparos, ni tampoco recordaba la ropa que llevaba su jefe.

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