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Prácticas para una vida independiente

El Centro San Rafael pone en marcha un novedoso programa para integrar a personas con gran discapacidad intelectual en la vida de los barrios

Dos de los usuarios hacen prácticas en la cocina con la que está equipado el centro de día. PILAR CORTÉS

Dario Guerrero sueña con montar su propia tienda, o quizás un bar. Mientras su sueño se materializa practica en una pequeña tienda ayudando a colocar el género en las estanterías. A su amigo Juanma Moya lo que más le gusta, sin embargo, es comprar, por lo que a diario acude a la panadería para comprar dos barras de pan.

El Centro San Rafael inicia un programa para integrar a personas con gran discapacidad intelectual

El Centro San Rafael inicia un programa para integrar a personas con gran discapacidad intelectual

Los dos forman parte de un proyecto muy novedoso en la provincia, que trata de integrar a personas gravemente afectadas por discapacidad intelectual en el día a día de los barrios. Un concepto que rompe con el modelo clásico de atención a estas personas, cuya discapacidad es superior al 65%, y que normalmente acuden a residencias o centros de día y ocupacionales, donde el trabajo queda de puertas para dentro.

El centro San Rafael ha optado por salir de su sede, en Santa Faz, y darles visibilidad, integrándolos en la vida del barrio de Benisaudet, en Alicante, como si fueran unos vecinos más. Para ello han alquilado un local, a pie de calle, con amplios ventanales para que los vecinos vean qué se cuece allí dentro. El local funciona a modo de centro de día al que acuden a diario de 9 a 17 horas ocho chicos y chicas mayores de 21 años, que es la edad a la que acaban su etapa escolar. Las actividades dentro del centro de día se alternan con cualquier otra que pueda surgir en el entorno del barrio y siempre teniendo en cuenta las aspiraciones y el proyecto personal de cada usuario. «Cada una de nuestras terapias es personaliza. En función de lo que cada uno de ellos quiere hacemos un plan individualizado, siempre siguiendo una metodología de apoyo activo, porque todos tienen una gran discapacidad y necesitan ayuda para realizar estas actividades», explica Fany Baena, responsable de este programa.

Así, varios de los usuarios que acuden al centro sueñan con poder trabajar, «por lo que hemos llegado a un acuerdo con una cooperativa cercana en la que se venden productos ecológicos y de productores locales para que nuestros chicos vayan a echar una mano con el empaquetado o colocando el género en las estanterías». Una cosa lleva a otra, «y uno de nuestros objetivos es que en la tienda se vendan las manualidades, en concreto los jabones, que los chicos hacen en los talleres de habilidades».

Salir a comprar el pan que luego consumirán en la comida, ir al supermercado, pedir cita en la peluquería o ir hasta los contenedores de la esquina para reciclar son otras de las actividades que los chicos hacen en el barrio y que luego trasladan a sus casas. «Los padres nos dicen que desde que acuden al centro han ganado en autonomía y en casa son más participativos», destaca Baena. Una forma de ganar visibilidad y reivindicar el papel de estos chicos como ciudadanos de pleno derecho. También de enriquecer las ciudades. «Los vecinos están ya habituados a vernos y encantados. Algunos entran a saludarnos por las mañanas y tenemos incluso algún voluntario que viene a echar una mano». El centro social del barrio también se aprovecha para hacer actividades conjuntas, como talleres de cocina o clases de yoga. El objetivo es exprimir al máximo todos los recursos que puede ofrecer un barrio. «En la medida de lo posible nos movemos en trasporte público y también vamos a la piscina municipal. Al final, donde menos tiempo permanecemos es en el centro de día», explica la responsable del centro San Rafael.

Como las posibilidades que ofrece un barrio son infinitas, el proyecto siempre está vivo. «Queremos ver donde desarrollar algún trabajo de jardinería porque a alguno de los chicos le gusta y colaborar con más tiendas», señala Baena. La iniciativa ha sido reconocida recientemente en un encuentro en Zaragoza entre 300 candidatas como una práctica «admirable» por Plena Inclusión, la federación de asociaciones de personas con discapacidad. Ante estos buenos resultados, sus responsables quieren replicarla en otros barrios no sólo de Alicante, también de otras localidades de la provincia .

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