La formación de una nueva DANA (gota fría) sobre el Mediterráneo, a partir del próximo martes, provocará que los primeros días de la semana sean especialmente lluviosos en toda la provincia, aunque, en principio, no parece que con la intensidad del temporal que sembró el caos y la destrucción en la Vega Baja a mediados del pasado septiembre. Los modelos de predicción anuncian aguaceros de fuerte intensidad, pero tanto desde la Agencia Estatal de Meteorología como desde el Laboratorio de Climatología de la Universidad de Alicante apelan a la prudencia, ya que la intensidad y virulencia de estas situaciones no se pueden prever con mucha antelación.

Una gota fría, por otro lado, inoportuna porque un mes después del caos y la tragedia de la DANA de septiembre apenas ha podido iniciarse la reconstrucción de todo lo dañado e, incluso, se da por hecho que la normalidad total a la comarca de la Vega Baja no volverá hasta dentro de dos años. En el río Segura siguen sin tomarse medidas y en muchos barrancos tampoco, como es el caso, en Alicante, del Juncaret que desemboca en la Albufereta.

Se prevé que las lluvias sean intensas, pero no virulentas, debido a que las condiciones del mar son diferentes. La temperatura del agua del mar ha bajado y a medida que se avanza hacia noviembre disminuye el riesgo de que las tormentas sean tan fuertes como las de septiembre. El mar está a 24 grados y todavía apetece el baño, pero lejos de los 27 grados de primeros de septiembre. A partir del martes que viene y hasta el viernes se instala una bolsa de aire frío sobre la península ibérica y el litoral mediterráneo que puede dar lugar a jornadas de lluvias abundantes en todo el este peninsular. Los días de mayor inestabilidad serán el martes y miércoles.

«Es pronto para saber dónde puede caer y en qué cuantía. Es importante hacer un seguimiento de la situación y atender a las alertas que puedan hacer públicas tanto AEMET como Emergencias de la Generalitat», señaló ayer Jorge Olcina, director del Laboratorio de Climatología de la UA.

La provincia de Alicante continúa, por tanto, en el periodo del año a partir del cual es máximo el riesgo de sufrir lluvias torrenciales en caso de una gota fría. Por supuesto que es pronto para que se hayan resuelto los problemas, pero la mayoría de los municipios sigue incumpliendo el artículo de la Ley del Suelo que obliga a que los PGOU incorporen una cartografía de riesgo. En total, la provincia de Alicante ha pasado de contar con 42.645 hectáreas con riesgo de inundación en 2003 a las 104.461 hectáreas de este año, muchas anegadas en la DANA de septiembre.

El Consell tiene seleccionados (a través del Patricova) un total de 17 municipios con alto riesgo de sufrir inundaciones. En diez de ellos la amenaza es más elevada. En concreto, Alfaz del Pi, Almoradí, Callosa de Segura, Calp, Catral, Dénia, Dolores, Elche, Orihuela y Pilar de la Horada. Riesgo elevado hay en Alicante, Elda, Finestrat, Formentera del Segura, Rafal, Rojales y San Fulgencio.

Preocupación

Los alcaldes de la Vega Baja siguen con preocupación la posible llegada de una nueva gota fría para la que la comarca sigue sin estar preparada. Las infraestructuras necesarias para evitar las graves consecuencias que tuvieron las últimas lluvias torrenciales y el aumento del caudal del río Segura, obviamente, no se han hecho aún y tardará mucho tiempo hasta que puedan verse realizadas. De hecho, los ayuntamientos y la Generalitat están buscando ayudas hasta en la Unión Europea para que se puedan acometer.

La comarca se encuentra aún peor que el 11 de septiembre, un día antes de que comenzara el episodio de la DANA porque los daños provocados en carreteras, ramblas o en el cauce del río no están aún reparados en su totalidad y muchas zonas están más expuestas -por falta de muros, paredes o contenciones- a una posible avenida de agua. Es el caso de la rambla de Abanilla donde su inundación provocó los mayores destrozos en Benferri y Orihuela, y que desemboca en el barrio del Escorratel donde hay viviendas, negocios e industrias.

Las motas del río Segura no han sido reforzadas todavía y, unido a los daños y grietas que sufrieron por la crecida, son vulnerables a que puedan producirse roturas si el volumen del caudal subiera tanto como aquellos días. Los expertos señalan que en el último episodio se comprobó que por encima de un determinado volumen, que estiman en unos 300 m3 por segundo en Orihuela, el cauce no lo soporta y se producen inundaciones como las de hace un mes.

En Almoradí, donde el río se rompió por dos puntos muy cercanos entre sí al ceder el muro de contención, se han tapado los dos enormes boquetes con enormes piedras procedentes de canteras que han sido tapadas por arena, una solución temporal hasta que la CHS decida la actuación que va a llevar a cabo para reforzar los márgenes del río. La tierra ha ido absorbiendo el agua estancada de las inundaciones, aunque aún quedan zonas donde se pueden ver grandes charcos que recuerdan el desastre que se inició hace solo cinco semanas. El barro es el protagonista aún en muchas de las calles de las localidades más afectadas, como Orihuela o Benferri, donde hay cientos de viviendas vacías y con importantes daños.

Factura

El desmadre urbanístico que sufrió Alicante durante el «boom» de la construcción, entre los años 2000 y 2007, ha terminado, por otro lado, pasando factura con un aumento del riesgo de inundaciones en una provincia donde la superficie susceptible de quedar anegada en caso de lluvias torrenciales ha crecido un 145% en 15 años.

Orihuela, con casi trece mil hectáreas amenazadas de quedar sumergidas en cuanto llueve torrencialmente, es el municipio más afectado. Durante los años del desarrollo del ladrillo se transformó mucho suelo para uso urbano residencial y, en ocasiones, se ocuparon espacios de riesgo como los barrancos que terminan vertiendo sus aguas al mar. El tema es preocupante en la franja costera.

Las áreas de mayor riesgo se concentran en el norte de la provincia, en el tramo bajo del Girona, en el sector de las Marinas de Dénia; el Arenal de Xàbia; el saladar de Calp, el litoral norte de El Campello y Orihuela. En Alicante también quedan «puntos negros» por solucionar como las inundaciones en la avenida de Elche, o el final del barranco de San Blas junto a la estación del AVE. Al problema de la falta de colectores de pluviales se une, a veces, la poca dimensión de los de aguas residuales, como ocurre, por ejemplo, en buena parte de Torrevieja o en la avenida de Míriam Blasco de Alicante.