María López encabeza desde hace años las movilizaciones que cada curso protagonizan padres y alumnos del colegio La Cañada del Fenollar, en Alicante, para reclamar un colegio «como Dios manda»

n P ¿Cuál es su percepción personal sobre la enseñanza en barracones?

R Es deprimente. Tengo tres hijos y ninguno de ellos va a ver un colegio de ladrillo. El mayor entró el año 2005 en el primer barracón que había y ya tiene catorce años pero en el colegio no ha cambiado nada. Después del primer barracón han ido poniendo más, hasta que el número de aulas prefabricadas ya suman más que las que hay en el colegio original.

P No han dejado de movilizarse por el nuevo centro, ¿algún avance al respecto?

R Que haya alumnos en barracones refleja el interés de los políticos por la educación, que no es ninguna, cero. Pasa el tiempo y no son condiciones ni para los niños ni para el profesorado. No debió haber puesto ninguno nunca. No son para dar clases porque son casetas de obra, a parte del gasto en alquileres de las prefabricadas y las tramas de corrupción que apuntan a que se han llevado el dinero. Son una vergüenza.

P Qué solución daría usted?

R Podrían ser aulas provisionales, pero 14 años no es algo provisional. Se recurre a los barracones como solución a largo plazo de forma generalizada.

P ¿Cuáles son los perjuicios del barracón en el día a día?

R Cuando mis hijos vayan al instituto tendrán gimnasio y un patio digno y no se mojarán dentro de la clase. Los que toman las decisiones no tienen a sus hijos en barracones y por eso estamos como estamos. No lo sufren cada día. Mis hijos no son menos que otros que tienen buenos espacios, pero los míos son de segunda.