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Consecuencias de un temporal dramático

El río es un mar de destrucción

El Segura anega completamente la extensa huerta de la Vega Baja mientras continúan los rescates y evacuaciones por la salida de su caudal

Militares atravesando una zona de huerta del municipio de Daya Vieja, completamente bajo las aguas del río Segura tras volver a tener desbordamientos por las brechas en el cauce. Álex Domínguez

En la Vega Baja el día no empieza al amanecer. Desde el pasado jueves no hay días y noches, sino jornadas muy intensas en las que muchos apenas han podido conciliar el sueño. La extensa huerta de la Vega Baja ha quedado anegada en el corazón de la comarca. El río que, paradójicamente, tiene en tantas ocasiones problemas para abastecer el riego tradicional, se ha convertido en un mar de destrucción que ha dejado inundados kilómetros y kilómetros de superficie. Los vecinos que viven en casas en plena huerta están siendo los más afectados y es donde más rescates y evacuaciones se están produciendo.

Tras una noche del sábado al domingo en la que los augurios eran buenos por el arreglo de la rotura del muro de contención del cauce en Algorfa que había inundado varios municipios, principalmente Almoradí, ayer la pedanía almoradidense de Heredades se despertaba con una nueva brecha que le afectaba directamente, por lo que se dio orden de evacuar a quienes viven más cerca del cauce. No tardaron en tomarla zona los miembros de la Unidad Militar de Emergencias, Bomberos y del Ejército de Tierra para trasladar a los vecinos que pudieran resultar más afectados hasta un lugar seguro, ya fuera dentro de la pedanía o en Rojales, donde se habilitó un albergue provisional. «Hemos trasladado a una treintena de personas, las que por sus propios medios no podían desplazarse», explicaba el brigada Torres de la UME, mientras la alcaldesa, María Gómez, pedía «tranquilidad» a sus vecinos y aseguraba que el desalojo «es por prevención». «No demos lugar a daños personales, los materiales ya los arreglaremos, esto se nos ha ido de las manos», decía la regidora antes de fundirse en un cariñoso abrazo con una vecina. «Esto lo tenemos que pasar entre todos», le susurraba.

Los pronósticos se cumplieron por la tarde y la pedanía sufrió la inundación de sus calles, aunque no alarmante. La UME informaba a última hora de la tarde que estaban casi finalizados los trabajos para taponar la brecha de la mota en el margen del río Segura con la participación de más de 30 volquetes de empresas y maquinaria pesada de movimiento de tierras. «Llevamos unos días malísimos en la Vega Baja» contaba María Dolores, vecina de Heredades, mientras suspiraba, antes de agradecer «a todos los que nos están ayudando».

La jornada por la mañana fue incesante para el millar de efectivos de todos los cuerpos de seguridad, emergencias y militares desplegados en la comarca. Poco tiempo después recibían el aviso de evacuar el camping Marjal en Guardamar del Segura, ya que la rotura en Heredades estaba produciendo nuevos aportes descontrolados de agua que también llegaban a la desembocadura. Más de 500 campistas que pasaban allí sus vacaciones tuvieron que darlas por finalizadas precipitadamente. Paralelamente, la N-332 sufría importantes retenciones mientras el marrón río depositaba cañas y miles de objetos en el azul mar.

Almoradí, epicentro de la riada, sigue aislada en gran parte de su municipio. La falta de agua potable está siendo remediada gracias a las potabilizadoras instaladas por Cruz Roja que, cuando están listas, reciben una larga cola de gente que acude a llenar sus garrafas, al tiempo que se suministra agua no potable para asearse frente a la Oficina de Turismo. Pero la tensa calma pasó al nerviosismo por la creciente subida de la riada que estaba afectando, de nuevo, a Dolores, Daya Vieja, Daya Nueva, y San Fulgencio, por la brecha en el río. El máximo número de efectivos de emergencias se dirigieron a esas zonas. Daya Vieja quedó aislada y varias familias tuvieron que ser rescatadas. Cerca de allí la UME sacaba a un matrimonio mayor, a sus 15 perros, tres hurones y erizos, que llevaban tres días viviendo en la terraza de su casa en plena huerta. Su hija fue la que alertó ayer de la situación en la que estaban sus padres, que ya no tenían ni comida ni bebida; ni ellos, ni los animales, que también fueron evacuados en una lancha por la UME.

Las caras de impotencia de los afectados por la riada, que no saben cuándo podrán volver a sus casas ni cómo estarán cuando regresen, se mezclan estos tristes días con la solidaridad, con mayúsculas, que están demostrando los habitantes de la Vega Baja y todos y cada uno de los efectivos de rescate y emergencias que lo están dando todo. Su recompensa es el abrazo que reciben de aquellos a los que salvan la vida, como una anciana del sector 4 de Dolores tras ser rescatada en lancha. En ese municipio la comida y el agua está llegando en kayaks y los extasiados voluntarios, policías, bomberos, militares, guardias civiles y miembros de Protección Civil y Cruz Roja, no descansan hasta dejar el reparto en el último de los lugares donde es necesario. Mientras, el siempre tranquilo sonido de la Vega Baja lo rompen estos días los helicópteros que sobrevuelan incansables la comarca.

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