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Consecuencias de un temporal dramático

Cauces cegados y modificados

La canalización del Segura y la ocupación de otros ríos y ramblas de la Vega Baja por los desarrollos urbanos complica que los lechos puedan absorber grandes avenidas de agua, por lo que los expertos insisten en respetar sus características naturales

Cauce del río Segura desbordado y calles y campos anegados en Orihuela, este viernes. Tony Sevilla

Episodios de grandes avenidas e inundaciones como el que se ha vivido estos últimos días en la Vega Baja hacen recordar el dicho de que el agua siempre busca su camino natural. Con él se suele aludir a los riesgos que implica realizar cualquier alteración en un cauce fluvial: canalizaciones, desvíos en el curso, aterramientos, ocupación del lecho, urbanización del entorno... Las posibles circunstancias son muchas, pero con un factor en común: se modifica el recorrido natural del agua, y eso puede tener consecuencias ante un acontecimiento como el que se ha vivido esta semana.

Por ello, expertos en prevención y gestión de riesgos naturales y en planificación de infraestructuras hidráulicas apelan al mantenimiento de los cauces y a dejar sus características naturales, y a que, si se hacen intervenciones, se tenga siempre en cuenta el riesgo de inundación. Un aspecto más importante si cabe en una llanura fluvial como la Vega Baja, donde las riadas han sido una constante a lo largo de la historia pero donde, paradójicamente, el cauce del río ha sido totalmente transformado. Desde Murcia hasta la desembocadura en Guardamar, el Segura ya no es un río natural, sino un canal de trazado casi rectilíneo del que han desaparecido los meandros, como si fuera una carretera a la que se eliminan las curvas para circular más rápido.

Juan Antonio Marco, profesor de Geografía Física de la Universidad de Alicante (UA) y del Máster en Prevención de Riesgos Naturales que imparte ese mismo centro académico, critica que se hayan suprimido los meandros del Segura porque esas curvas permiten «el equilibrio natural del río» al ir conteniendo la fuerza del caudal. Al rectificar el trazado «se incrementa la pendiente y se facilita que el agua pueda ir a más velocidad y con más virulencia». Un aspecto que, subraya, tiene aún más importancia en la Vega Baja, que el tramo final del cauce y donde «no hace falta que llueva para que se pueda recibir una avenida o registrarse una inundación», sino que basta con lo que se arrastre desde zonas más altas.

El Segura presenta la paradoja de que discurre a una altitud ligeramente mayor que a la que se encuentran las zonas de alrededor. Así, topónimos como El Saladar o El Badén «no son casualidad», señala Marco, y tampoco es casual que ambas pedanías -de Almoradí y Orihuela, respectivamente- se hayan visto inundadas en este episodio. «Ante una riada, siempre se van a ver más afectadas que otros lugares», por lo cual remarca la importancia de tener el río en las mejores condiciones posibles para que absorba todo el caudal. Y también, el riesgo que siempre entraña cualquier ocupación de estos terrenos, incluso si es histórica: la localidad de Dolores, por ejemplo, donde ayer hubo problemas, se levantó en el siglo XVIII en tierras ganadas a un espacio pantanoso, agrega el experto.

Otro factor a considerar que añade Marco es la ocupación o el aterramiento de cursos de agua, fruto de la urbanización o del abandono de campos o de sistemas tradicionales de riego. Sobre la primera casuística, el profesor de la UA hace hincapié en lo que ha ocurrido con la mayoría de las ramblas que desembocan en el litoral de Orihuela y Pilar de la Horadada. La cañada de la Mosca ha quedado prácticamente desdibujada en su camino hacia el mar, y la de las Estacas se encuentra totalmente constreñida por las edificaciones. Incluso los ríos Nacimiento y Seco -que por su propio nombre ya indican que desaguan con más frecuencia- tienen ocupados sus márgenes por urbanizaciones hasta donde es posible, lo que condiciona la salida del agua hacia el mar en una avenida. Y más aún si se tiene en cuenta que casi todos estos cauces se encuentran llenos de vegetación.

Asimismo, acerca del abandono de espacios agrícolas, Marco señala particularmente lo que ha ocurrido con la rambla de Abanilla a partir de Benferri. Históricamente, a la altura del casco urbano de esta localidad una presa dividía el cauce en dos ramales, uno de los cuales llegaba hasta Cox, donde las eventuales aguas se aprovechaban para el campo. Este lecho ha desaparecido en varios puntos, pero su pasada existencia se ha dejado ver estos días con la inundación que ha afectado al barrio de San Carlos, en el municipio de Redován.

El cauce principal de esa misma rambla no ha corrido mejor suerte. En el pasado se hacía paso entre las sierras de Orihuela y Callosa y desembocaba en el Segura al este de la capital de la Vega Baja, pero en la actualidad su recorrido se pierde a unos tres kilómetros al sur de Benferri. Ahora, en el llano que separa las citadas elevaciones montañosas ya no hay ninguna escorrentía, por lo que el entorno se inunda cada vez que hay lluvias fuertes. Es más, las vías de comunicación acaban haciendo de desagüe. Se ha visto estos días, en que el nudo viario del acceso este a Orihuela se ha convertido en una inmensa laguna.

Necesidad de inversiones

Necesidad de inversionesLa ocupación de cauces tiene otro gran exponente, recuerda el profesor de la UA, en la rambla que atraviesa el casco urbano de Callosa de Segura y que arrastra materiales de la sierra. Una gran avenida en el siglo XVIII supuso la toma de medidas preventivas como dejar un lecho amplio -incluso derribando casas para ello- y flanquearlo por muros de contención. En la actualidad se conservan estos muros, pero aprovechados como base de casas construidas en pleno lecho. El espacio que queda para que pueda bajar la escorrentía en caso de avenida es mucho menor que el original.

Marco recalca la necesidad de hacer inversiones para llevar a cabo todas las medidas oportunas que permitan a los cauces fluviales acoger caudales extraordinarios, porque lo que se ha hecho hasta ahora «es insuficiente». Un aspecto en el que coincide con Arturo Trapote, profesor de Ingeniería Hidráulica de la UA, quien incide en que «hace falta inversión para realizar actuaciones en las cuencas», ya que «el agua tiene que salir por su sitio natural, no se puede cortar». Por ello, insiste en que es fundamental «mantener los cauces en condiciones», con la debida «vigilancia e inversión».

Trapote explica que «a día de hoy hay tecnología suficiente como para poder paliar las situaciones de avenidas por grandes lluvias», y que hay casos que muestran cómo gracias a la inversión se pueden prevenir desastres. Como ejemplo pone las obras que se llevaron a cabo en Alicante después de riada del 30 de septiembre de 1997, que causó cinco muertos y cuantiosos daños materiales en toda la ciudad. La construcción de colectores y la adecuación de cauces, entre otras medidas, ha permitido evitar que fenómenos posteriores hayan tenido consecuencias similares.

El experto coincide en destacar que la urbanización es «uno de los peores agravantes» en caso de que un lecho fluvial no se encuentre acondicionado. Por ello apunta a medidas como la limpieza y el drenaje de los cauces, aunque eso sí, empleando los materiales adecuados. En este sentido, insta a «utilizar elementos que permitan la permeabilización» y absorban parte de la lluvia, «controlando la escorrentía», en lugar de otros que, como el hormigón, pueden agravar la avenida. Pero no sólo eso, sino que las infraestructuras de recogida de pluviales deben estar en condiciones, puesto que «estamos hartos de ver imbornales colmatados o sucios».

La eliminación de los cauces de especies invasoras como los cañares y su sustitución por bosque de ribera tradicional es otra posible solución que apunta Trapote, quien subraya que, no obstante, «es muy importante actuar aguas arriba». Al respecto, recuerda que «las cuencas vertientes a veces están peladas de vegetación», lo que favorece la erosión y el arrastre de materiales en caso de avenida, algo que no ocurriría con la presencia de árboles. Además, destaca el valor de los canales de riego, que absorben excesos de caudal.

Desvío de cauces si se cuidan al máximo los aspectos técnicos

Desvío de cauces si se cuidan al máximo los aspectos técnicosEl respeto escrupuloso de los criterios técnicos a la hora de construir infraestructuras hidráulicas y viarias, que asegure una buena respuesta en caso de avenidas, es una de las grandes exigencias de los expertos. Arturo Trapote recalca que «los poderes públicos deben dejarse asesorar y plantear grupos de trabajo para llevar a cabo actuaciones». Además, reitera la obligación de hacer grandes inversiones, una de las cuales puede ser el desvío de cauces, si se tiene el máximo cuidado con los aspectos técnicos, para que la eventual crecida de caudal discurra por el lecho nuevo. En este sentido, el climatólogo Samuel Biener considera que esa medida podría alejar el riesgo de algunos núcleos urbanos como Orihuela, aunque «rechazando materiales duros como el hormigón», por su impermeabilidad y el efecto que tiene de agravar las consecuencias de una riada. Pero además, insiste en la necesidad de que la sociedad en su conjunto, desde las administraciones públicas hasta la ciudadanía en general, pasando por expertos y técnicos, esté concienciada del permanente riesgo que implica el hecho de vivir en una llanura de inundación como la Vega Baja, y que eso exige tomar precauciones a la hora de, por ejemplo, construir. «Los núcleos antiguos de los municipios están en alto por esa función de prevención, pero la planificación urbanística reciente ha sido un desastre», sostiene.

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