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La matanza del Hospital General que no fue

Hace 14 años un preso ingresado en Alicante robó el arma a un policía y encañonó a varios funcionarios para intentar huir

Rafael Vidal frente al Hospital General, donde fue encañonado por un preso que robó la pistola a un policía y trató de huir. José Navarro

Rafael Vidal vio la muerte de cerca una madrugada de 2005 en la que un preso ingresado decidió huir del Hospital General de Alicante. El recluso le arrebató el arma al policía que vigilaba el espacio, golpeó al agente y salió de su habitación. Vidal, enfermero, se encontraba justo ahí, en el pasillo al que daba la estancia. Y mientras sujetaba un puñado de medicamentos, pudo ver cómo el preso levantaba el arma, le apuntaba y apretaba el gatillo.

E. J. B. son las iniciales de aquel joven de 27 años que había dejado las rejas para recuperarse. Era grande, fuerte y cargaba con una doble pena: vivir encerrado y estar a punto de morirse. Sufría una metástasis, cuenta Vidal. «Tenía los días contados», señala.

Una noche de enero de hace ahora casi quince años, E. J. B. escuchó a uno de los dos policías que vigilan este espacio decirle al otro que se ausentaría unos minutos. «Las paredes son de papel en el módulo de seguridad», cuenta el enfermero. Con la ayuda de un pincho, amenazó al agente que quedaba, le arrebató el arma y le golpeó con la culata.

«Vi salir al policía de la habitación de E. J. con la cabeza ensangrentada y gritando algo que no pude entender, algo parecido a '¡que sale, que sale!'», cuenta Vidal, recientemente jubilado. Detrás de él, el interno, quien no dudó al ver al enfermero: se frenó, le encañonó a unos diez metros de distancia y apretó el gatillo en varias ocasiones.

La huida

La huidaEl desconocimiento salvó la vida de Vidal, pues el arma tenía 17 balas pero el preso no supo utilizarla. «Yo me quedé quieto, no sabía qué hacer. Al ver que la pistola no iba, se fue», explica el funcionario. A pocos metros, el delincuente se chocó con su compañera Carmen, auxiliar de enfermería, quien, con gran valentía, le dijo al presidiario que no podía marcharse de allí. Éste entonces la encañonó, estando al lado, pero a ella también la amparó el desconocimiento. La apartó y salió.

«Yo me asusté mucho, pero Carmen pasó aquella noche fatal, tanto que el adjunto de Medicina decidió hacerle unas pruebas y, aunque no tenía ninguna sintomatología, le detectaron un cáncer de estómago con metástasis. Fue una relación casual, pero aquél susto le activó los síntomas de lo que ya tenía. Unas semanas después, se murió», cuenta el enfermero.

El joven echó a correr por todo el hospital en busca de la salida mientras la Policía Nacional, que ya había recibido la alarma, desplegaba a veinte agentes tanto en el interior como en el exterior del hospital para tratar de truncar la fuga.

E. J., desorientado, recorrió varios departamentos del centro hospitalario guardándose el secreto de que no sabía disparar; amenazante, apuntaba a todo aquél con el que se cruzaba. De haber sabido despedir las cargas, hubiera contado con 17 proyectiles.

Final truncado

Final truncadoDos policías de paisano lo localizaron en urgencias pediátricas y uno de ellos se abalanzó sobre él. Durante el forcejeo, el recluso trató de disparar. «Un agente en prácticas vio a su compañero en peligro y, al comprobar que no estaba puesto el seguro de la pistola empuñada por el preso, le disparó en la pierna y lograron reducirlo», explicó este diario en la edición del día siguiente.

Al tiempo que todo esto sucedía, Rafael y Carmen trataban de relajarse en la novena C. Ella con las piernas en alto, él tratando de tranquilizarse y tranquilizarle.

El recluso se recuperó en urgencias de una herida limpia. «Pasó por urgencias, lo curaron y lo volvieron a subir al módulo de seguridad», relata Vidal. Así, apenas dos horas después, este enfermero estaba atendiendo a E. J. de nuevo.

Él tenía un aparatoso vendaje en una de las extremidades; Vidal entró a su habitación a suministrarle los medicamentos. «Yo no le dije nada sobre lo sucedido. Con todo lo pasado, yo creo que él estaba como aturdido. O no se acordaba o no quería acordarse», cuenta.

«Los presos conmigo siempre han sido geniales, les daba la comida, la medicación y la metadona. Por la noche llegaba con las pastillas de dormir, con lo que a ellos les gustaba... Solo darles la medicación pronto, acostumbrados a los horarios de la cárcel, ya lo agradecían», cuenta el sanitario sobre el resto de sus seis años de experiencia en en este módulo.

El interno, el protagonista de una huida que pudo llevarse a más de una persona por delante, era considerado peligroso en la cárcel de Villena y estaba recluido en aislamiento. Su intento por conseguir la libertad acabó con un agente herido y un cáncer de estómago descubierto. Por suerte de todos e incluso del mismo E. J., no acabó con la vida de Rafael, quien lejos de negarle la asistencia le curó las heridas. «Qué le vamos a hacer. Casi me mata, pero la vida es así». El sanitario no denunció al preso porque éste, asegura, «tenía los días contados».

Un día libre para los dos sanitarios encañonados

Un día libre para los dos sanitarios encañonadosLa dirección del Hospital General de Alicante compensó con un día libre al enfermero y la auxiliar de enfermería a quienes un recluso apuntó e intentó disparar con el arma que había arrebatado a uno de los dos policías que vigilaban el módulo de seguridad en enero de 2005. En aquél momento, los sindicatos pidieron que se aumentara la seguridad en el módulo de hospitalización de presos y achacaron el incidente a la propia policía.

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