El Ayuntamiento de Alicante ha trasladado a la familia del sacerdote Antonio Vivo que mañana miércoles a las 11 de la mañana se descubrirá una placa en la plaza de Santa María en recuerdo a su figura.

Antonio Vivo, artífice indiscutible de la recuperación de la Basílica de Santa María de Alicante, hoy basílica, falleció el 27 de mayo de 2018 de forma repentina mientras dormía, con la tranquilidad que proporciona el trabajo bien hecho. Tenía 89 años, mucha sabiduría y tesón para luchar por lo que creía justo, aunque, afirmaba, «no acepto la edad que tengo, me quedan ganas de seguir muchos años más».

Vivo nació en la localidad murciana de Torre Pacheco en febrero de 1929, pero sentía Alicante como suya, ya que era adolescente cuando entró en el seminario de Orihuela y allí fue donde se ordenó sacerdote en 1953. Ese fue el principio de su relación con Alicante, algo que culminó en agosto de 1995 cuando fue nombrado párroco de la Iglesia de Santa María.

Eso supuso un punto de inflexión, en la vida de Antonio Vivo y también en la de los alicantinos, creyentes y no creyentes. Y es que a lo largo de 20 años, hasta 2010 como párroco y después hasta 2015 como rector de la ya erigida como basílica, su perseverancia transformó este templo al conseguir recuperarlo casi en su totalidad. Tanto el edificio como el patrimonio artístico que atesora en su interior. Y, además, logró el reconocimiento de basílica en marzo de 2007.

Cuando tomó las riendas de este templo del siglo XIII el estado de deterioro era extremo. Se puso manos a la obra y llamó a los despachos de la Generalitat, la Diputación y el Ayuntamiento. No siempre fue fácil, pero en 1997 comenzaron los trabajos de la primera fase de recuperación de este edificio. Después llegarían dos más con las que la ahora Basílica de Santa María recuperó el esplendor que, segün Vivo, lo convertía «en el edificio más importante del patrimonio alicantino». También puso en marcha la Fundación Iglesia de Santa María, capitaneada por José Luis Montes Tallón y Manuel Peláez, a través de la cual se recuperaron algunas de las piezas artísticas más valiosas del templo.

Alardeaba de que tenía muchos feligreses pero también muchos amigos. Creyentes y no creyentes. Y a estos últimos se dirigía con la misma perseverancia que a los primeros. «Por vocación he estado siempre muy cerca de los no creyentes y muy cerca de los que alegremente manifiestan que no tienen fe. Podría decir que he sido más bien párroco de los alejados, de los que no practican, de los que no vienen. He intentado hacer que la gente quiera creer contemplando la belleza del arte».

Su extensa formación intelectual le precedía. Diplomado en Humanidades Clásicas, Licenciado en Sagrada Teología y Bachiller en Derecho Canónigo por la Universidad Pontificia de Comillas, doctor en Historia por la Universidad de Alicante y diplomado en Pastoral Litúrgica por la Universidad de Salamanca. Además, profesor en las universidades de Burgos y Granada.