ESCENA IVÁNGELA

Cristóbal Garavelli Antonelli arribó al puerto de Alicante procedente de Valencia a las ocho de la mañana del 11 de agosto de 1580. Le recibió su tío Bautista Antonelli, que tenía solo tres años más de edad, pero parecía más viejo debido a lo canoso de su barba. Bastante más bajito que su sobrino y con un ligero renqueo causado por una antigua caída, Bautista aparentaba superar los 40 años, en vez de los 33 que tenía en realidad.

-¿Cómo está vuestro hijo? Le bautizasteis Juan Bautista, ¿verdad?

-Así es. Está bien. Su abuela le cuida con gran cariño. Dice que le recuerda mucho a su hija. Ha cumplido ya seis meses -respondió el recién llegado en tanto marchaban a intramuros seguidos por el criado, que cargaba el equipaje y acompañaba a Bautista.

-Es funesto que un hijo pierda a su madre al nacer, pero consuela pensar que tiene a un buen padre y a unos abuelos entregados.

Caminaban ya por la calle Mayor cuando preguntó Cristóbal:

-¿Cuándo iremos con mi hermano y el tío Juan Bautista?

-Mañana.

-¿Por qué no hoy? El día acaba de empezar.

-Porque estamos invitados esta noche a una celebración por nuestro anfitrión, y debemos corresponder a su hospitalidad aceptando.

-¿De qué se trata?

-Del cumpleaños de su primogénita.

Entraron en un edificio de dos plantas que había en la plaza de la Fruta. En el zaguán fueron recibidos por los dueños de la casa: Melchor Vallebrera y Burguñó e Hipólita Guasch y Fernández de Mesa. El invitado recién llegado calculó que el marido tendría unos 40 años, mientras que su esposa debía tener su edad. Sus ropajes eran caros, pero no ostentosos, sus maneras exhibían esmerada educación y el mobiliario lucía elegancia, aunque sin llegar al lujo. Saludaron sonrientes a Cristóbal.

-Estaréis fatigado por el viaje. Descansad ahora, si lo deseáis -dijo el anfitrión.

-Hemos preparado para vos la alcoba contigua a la de su tío. Es cómoda pero no muy grande. Nuestro hogar cuenta con varias estancias, pero tenemos ocho hijos y alojamos a dos de los tres sirvientes? -avisó ella con una contrariedad impostada.

El criado que portaba el equipaje precedió a Bautista y a Cristóbal hasta una de las habitaciones del piso superior, donde había una cama, una mesita, dos sillas y un gran armario ropero.

-Don Melchor es propietario de varias casas y de extensas tierras de cultivo. Tiene el título de magnífico y ha sido jurado de la ciudad varias veces. Está entroncado por línea materna con el señorío de Agost -informó Bautista a su sobrino una vez que se quedaron solos.

-Es muy generoso por su parte ofrecernos hospedaje.

No fue hasta la noche que Cristóbal conoció a los hijos de sus anfitriones. Poco antes de la cena les fueron presentados de mayor a menor: Ángela, Águeda, Ana, Juana, Isabel, Juan Bautista, Francisco y Jerónimo. El benjamín tenía nueve meses y estaba en brazos de la aya. La primogénita cumplía 15 años, aunque parecía mayor, y estrenaba un vestido precioso que su madre había encargado medio año antes.

Al banquete asistieron los parientes más cercanos de los anfitriones y varias de las personalidades más ilustres de la ciudad, encabezadas por el gobernador, el justicia y el párroco de Santa María. Los manjares fueron excelentes, servidos mientras tres músicos hacían sonar el clave de la casa y sus laúdes y violas. Cantó una melodía la homenajeada, dedicada según el parecer de la mayoría de los asistentes a uno de los invitados: el sobrino del ingeniero Antonelli que acababa de llegar de Valencia, un hombre de 30 años, alto, cortés y de mirada triste, diríase que por haber enviudado no hacía mucho.

También a Cristóbal le pareció que Ángela le dedicaba su canción. No en balde llevaba toda la velada sorprendiéndola con la mirada fija en él.

-Encandilada la tenéis -musitó su tío Bautista, que se hallaba sentado a su lado en la mesa.

-Demasiado pronto. Demasiado joven -suspiró Cristóbal.

Al amanecer, ambos Antonelli abandonaron la casa de los Vallebrera Guasch. Subidos a uno de los cuatro carromatos que portaban herramientas y víveres, se dirigieron con otra docena de hombres hacia Tibi. Cristóbal apenas si se había repuesto del sobresalto que pocas horas antes había sufrido en su dormitorio, cuando se despertó convencido de que alguien había entrado a hurtadillas. No vio a nadie cuando prendió el candil, pero estaba seguro de que había oído un segundo antes cómo volvía a abrirse la puerta de la habitación. Se convenció de que no le habían hurtado tras revisar su ropa y equipaje, pero ya no pudo volver a conciliar el sueño.

Lluvia de expertos y primera piedra del pantano

El Consejo de la ciudad de Alicante, en sesión celebrada el 7 de agosto de 1579, acordó construir un pantano para retener las aguas del río Montnegre en la garganta que formaban en el término de Tibi los cerros Mos del Bou y La Cresta. También aprobó la compra de aquellos terrenos y pedir la preceptiva autorización del rey.

Solo cinco días después, el 12 de agosto, se verificó la adquisición del terreno mediante escritura firmada ante el notario Esteban Corbí. El Consejo alicantino aceptó todas las condiciones impuestas por el vendedor, Pedro Masa y Carroz, marqués de Terranova y señor de Castalla: pago de 500 escudos, licencia para construir cuatro molinos harineros en los puntos por él señalados a la orilla del río, además de cuantos creyera necesarios en sus propiedades, y el compromiso de que la ciudad negaría cualquier permiso que se presentara para construir otros molinos hasta transcurridos seis años desde la finalización del pantano.

El 6 de septiembre, el cabildo municipal determinó tomar a censo 4.000 ducados para afrontar los primeros gastos del proyecto.

A principios de 1580 comenzó a realizarse el traslado de los materiales y herramientas precisos desde la ciudad y otros lugares circundantes hasta el lugar donde debía construirse el embalse.

AUTORIZACIÓN DEL REY

Felipe II concedió permiso para la construcción de la presa, con la condición de que los gastos fuesen sufragados por la ciudad de Alicante. Asimismo, como el diseño de la obra había sido realizado por el mutxamelero que había propuesto el lugar donde realizarla, Pere Esquerdo, maestro molinero poco experto en estos cometidos, el monarca ordenó la intervención de ingenieros y arquitectos de su confianza para que revisaran el diseño, corrigiéndolo si era necesario, y supervisaran los trabajos de construcción.

El cronista Bendicho dice que uno de los expertos que vino a Alicante mandado por Felipe II fue el ingeniero real Juanelo Turriano, autor del artificio que se construyó en 1568 para subir las aguas del Tajo a la ciudad de Toledo, acompañado de un dominico. Pero los historiadores dudan de que se produjera esta visita, dada la avanzada edad que tenía Turriano (casi 80 años), fallecido en 1585. En efecto, todo apunta a que no debió viajar hasta aquí, pero hay documentación que demuestra que sí supervisó el proyecto del pantano de Alicante desde Toledo.

Durante la primera mitad de 1580 fueron muchos los técnicos que dieron su opinión sobre el proyecto del pantano, siendo mayoría los que vinieron hasta aquí: los canteros Sebastián Alcaraz y Pedro Doria, que realizaron maquetas de fusta; el ingeniero Alejandro Sucareto; el dominico experto en obras hidráulicas fray Mariano Azaro, que se hallaba en un convento dianense; el arquitecto oriolano Juan Inglés; los maestros de obras Pedro de Salorga (de Luchente), Jaime Terol (de Gandía) y Pedro de la Llama (de Palma de Mallorca); realizaron estudios, planos, trazas, modelos, etcétera. Unos fueron enviados por el rey y otros vinieron llamados por el cabildo municipal. Tal fue la invasión de técnicos, que el Consejo alicantino acabó por anular las partidas correspondientes para sufragar los pagos de estas visitas y trabajos teóricos.

JUAN BAUTISTA ANTONELLI

Uno de los comisionados del rey que visitó en varias ocasiones los terrenos donde habría de construirse el pantano fue el ingeniero real Juan Bautista Antonelli. La primera vez fue en mayo de 1580, ejecutando un modelo que entregó al Consejo municipal.

Muy probablemente, Antonelli vino acompañado por uno o varios de sus discípulos, que además eran sobrinos suyos.presas ilegales.

INICIO DE LAS OBRAS

La primera piedra del pantano de Alicante fue colocada con gran solemnidad el miércoles 17 de agosto de 1580.

Cuenta el cronista Viravens que «en la garganta de los montes Mos del Bou y la Cresta se erigió un altar, celebrándose en él la Santa Misa que fue acompañada por una capilla de música de Alicante; después procedióse a bendecir y colocar la piedra que serviría de base á la obra, siendo indicada esta ceremonia por medio de ahumadas al Castillo de Santa Bárbara, para que la anunciase al vecindario de Alicante y su término disparando salvas de artillería (?). El Concejo gastó muchos ducados en un banquete que dispuso para cortejar á las personas caracterizadas que asistieron; llegando la esplendidez del Municipio hasta el punto de obsequiar tambien con una comida á las muchas gentes que espontáneamente concurrieron á la citada fiesta».

Aunque el diseño primigenio de la obra era de Pere Esquerdo, la existencia de numerosos planos, modelos, trazas y maquetas realizados por tantos expertos hizo que la construcción del pantano se llevara a cabo siguiendo unos planteamientos no muy acertados, que provocaron errores de ejecución y encarecieron el proyecto.

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Los Antonelli

Juan Bautista Antonelli. Nació en Gatteo, pueblo de la región italiana de Romania, en 1527. Ingeniero militar. Viviendo aún en Italia sirvió a la Corona española junto a su maestro Vespasiano Gonzaga (virrey de Valencia entre 1575 y 1578). Viajó a España en 1559 para ser nombrado ingeniero real. Entre 1560 y 1580 trabajó en las fortificaciones de las costas de Levante y del norte de África, realizando viajes a Cartagena, Alicante, Peñíscola, Orán y Mazalquivir, acompañado por su hermano Bautista y su sobrino Cristóbal Garavelli. A partir de 1580 trabajó, como ingeniero experto en obras hidráulicas, en el proyecto de hacer navegable el río Tajo. También fue comisionado por Felipe II para que supervisara las obras del pantano de Alicante. Murió el 17 de marzo de 1588 en Toledo.

Bautista Antonelli. Nació en Gatteo en 1547. Ingeniero. Hermano del anterior, quien le llamó a España hacia 1568 para que trabajara con él. El 15 de febrero de 1586 fue nombrado ingeniero real. Colaboró con su sobrino Cristóbal Garavelli en el diseño definitivo del pantano de Alicante en 1587. Viajó varias veces a América. Murió en Madrid el 22 de febrero de 1616, dejando a su hijo Juan Bautista (Madrid, 1585-Cartagena de Indias, 1649) como único heredero.

Cristóbal Garavelli Antonelli. Nació en Gatteo en 1550. Ingeniero. Hijo de Giacomo Garavelli y Catalina Antonelli, hermana de los dos anteriores. Vino a España en 1564, con 14 años, llamado por su tío Juan Bautista, para que trabajara con él. Fue su discípulo predilecto y principal heredero de sus bienes. Viajó con sus tíos por la costa levantina y el norte de África. Obtuvo el título de ingeniero militar en 1583. Desde 1587 dirigió las obras del embalse de Alicante (Tibi) y después del de Relleu, así como de la ampliación del puerto alicantino (hacia 1590). Tuvo un hijo llamado Juan Bautista, nacido en Valencia hacia 1580, que fue capitán y arquitecto hidráulico.

Francisco Garavelli Antonelli. Nació en Gatteo en 1557. Hermano del anterior. Vino a España en 1573, con 16 años, para trabajar con sus tíos y su hermano. En 1591 marchó a América con su primo Cristóbal de Roda. Murió en Valencia en 1593.

Cristóbal de Roda Antonelli. Nació en Gatteo en 1560. Ingeniero. Sobrino de Juan Bautista y Bautista Antonelli y primo de los anteriores. Fue llamado a España por sus tíos en 1578, trabajando como ayudante para las obras de hacer navegable el río Tajo. Quedó a cargo de esta empresa tras la muerte de su tío Juan Bautista, en 1588. En 1591 viajó a América, de donde no regresó. Murió en Cartagena de Indias el 25 de abril de 1631.