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Tres olas de calor en 15 días pueden alterar el organismo

Los médicos alertan de la descompensación interna generalizada en las personas que sufren alguna afección

Protegerse contra el calor es la principal recomendación médica. José Navarro

Tres olas de calor en quince días, como las que estamos padeciendo este verano en la provincia, pueden alterar gravemente las constantes del organismo, especialmente en las personas que ya padecen alguna afección y a quienes el calentamiento brusco les desregula los mecanismos naturales del cuerpo.

Broncoespasmos, neumonías, colapsos del sistema nervioso, alteraciones de la flora bacteriana y del sistema respiratorio son los principales y más graves efectos de un exceso de calor como el que provocan sucesivas olas de elevadas temperaturas.

El jefe del servicio de Neumología en el Hospital de Sant Joan d'Alacant, Eusebio Chiner, advierte de entrada sobre la deshidratación general del organismo como consecuencia de los incrementos de la temperatura así como del sistema respiratorio.

Aclara este especialista que la deshidratación influye, sí o sí ,sobre el sistema respiratorio porque igual que se deshidrata la piel, lo hacen las mucosas. Como el sistema traqueobronquial está recubierto por una mucosa, cualquier afección respiratoria corre peligro de empeorar seriamente. «El equilibrio es muy fino en cuanto al movimiento de fluidos o de líquidos en la vía aérea», puntualiza.

Asimismo, el sobrecalentamiento y consecuente deshidratación puede llegar a provocar broncoespasmos, por agravamiento por ejemplo del asma. A pacientes con una mayor obstrucción respiratoria les predispone a daños directos sobre la vía aérea que derivan en una alteración, incluso, de la flora bacteriana, así como a infecciones del tipo neumonía.

Pero de la misma forma que perjudica el excesivo calor, los cambios bruscos de temperatura al pasar a un recinto con aire acondicionado, no nos deja inmunes. Ese primer respiro que parece agradecer el cuerpo ante el frescor predispone, por otra parte, hacia graves problemas respiratorios, catarros, infecciones y neumonías por el efecto del cambio de humedad, todo ello multiplicado cuando de antemano se padece de alguna afección respiratoria. «Son consecuencias claramente perjudiciales sobre la vía aérea porque se pierden las condiciones de humedad y temperatura de las fosas nasales, que proporcionan la humedad adecuada del aire que respiramos. Al alterarse, también disminuye su capacidad de filtro bacteriano», especifica el doctor Chiner.

Deterioro

Los mecanismos termorreguladores de nuestro organismo, que funciona como una máquina, se ponen en marcha ante el exceso de calor, por ejemplo, con el sudor o la sed, pero si el motor se recalienta los procesos químicos se van estropeando, los elementos de la maquinaria se deterioran y tiene consecuencias en los órganos primero y, finalmente, en el sistema nervioso central y el cerebro.

Es la explicación gráfica que el también jefe del servicio de Medicina Interna en el Hospital de Sant Joan, Vicente Giner, añade a las explicaciones de Chiner. «Si no se interviene a tiempo, las consecuencias son una bajada de tensión, el colapso e incluso el coma porque el sistema cae». El añadido de la edad y de una enfermedad crónica conforman el cóctel ideal hacia este tipo de casos más graves.

«Por definición, una persona anciana tiene menos capacidad de respuesta, y su sistema de alerta se manifiesta de forma más sutil», aclara Giner. Al no resultar tan perceptible como en las personas más jóvenes, la deshidratación de los mayores genera numerosas consultas en los servicios de urgencias estos días.

El hecho, por otra parte, de tomar medicación diurética, empeora los efectos del calor porque se provoca la orina y es uno de los efectos que puede derivar en un coma, añade el internista. Una extrema deshidratación que puede derivar en convulsiones.

Cuando los mecanismos compensatorios se ven sobrepasados por el calor, el corazón también se ve afectado, pero el riñón se convierte en una de las principales víctimas por la pérdida excesiva de líquido, que sumado a la falta de reposición, lo seca. «El estímulo de la sed en los ancianos está más atrofiado y tienden a no beber cuando deben hacerlo, se tenga o no sed», concluye.

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