Información

Información

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Del «fuego» sahariano a la lluvia de barro

Un inicio de verano atípico ratifica la pérdida de confort climático en la provincia, que sufrirá el fin de semana la tercera ola de calor en dos semanas

Los vehículos quedaron cubiertos de barro ayer por la condensación de la humedad con el polvo sahariano. Héctor Fuentes

A la espera de que el próximo fin semana la provincia sufra una nueva entrada de aire sahariano, que será la tercera ya en 15 días, la semana comenzó ayer plomiza, con bochorno y, por si faltaba algo, polvo sahariano en suspensión que cayó sobre los municipios en forma de lluvia de barro por la condensación en las capas de la atmósfera, según apuntó Jorge Olcina, director del Laboratorio de Climatología de la Universidad de Alicante. Una situación que se explica porque el vapor de agua acumulado en las partes bajas de la atmósfera se condensa en forma de gotas que se mezclan con el polvo del desierto en suspensión cayendo en forma de esa lluvia fina que no arregla nada pero lo mancha todo. Desde la ropa colgada en el tendedero a los coches pasando por las terrazas. Un situación cuyo riesgo va a durar, al menos, hasta mañana miércoles pero no se descarta que se prolongue hasta el viernes cuando llegará la tercera bolsa de aire del Sahara.

Las lluvias de barro son muy comunes en verano. Sin embargo, es un fenómeno meteorológico que puede llegar a producirse en cualquier época del año. Es algo casi único de España debido a su posición. La razón por las que se producen reside en el polvo africano. El desierto del Sáhara está relativamente cerca de la península Ibérica. Ello hace que los vientos desplacen todo ese polvo a nuestro país.

Cuando el polvo en suspensión que hay en el cielo actúa como núcleos de condensación del agua, contribuye a la formación de nubes de lluvia. Acompañado de inestabilidad atmosférica y viento cambiante, se completa la fórmula para estas lluvias de barro. Cuando estas precipitaciones tienen lugar, tanto el cielo como los coches y terrazas quedan teñidos de colores turbios y de lodo.

Sequías prolongadas, olas de calor, gotas frías que se pueden producir cualquier día del año, lluvias de polvo que lo dejan todo perdido, noches en las que resulta imposible pegar ojo -no todo el mundo puede costearse el aire acondicionado- porque el termómetro no baja de los 25 grados con un 60% de grado de humedad, viento, temporales de levante han puesto en los últimos años el confort climático del que presumía la provincia de Alicante.

¿Crisis climática? Está claro que algo pasa y, no en vano, los datos están ahí. La temperatura media sube más de medio grado desde 1980 y ya no llueve ni en la primavera para desesperación del sector agrícola y advertencia para una Administración que, a este paso, no moverá ficha hasta que el agua deje de salir por el grifo.

Jorge Olcina, director del Laboratorio de Climatología de la Universidad de Alicante, tiene que claro que Alicante vive años de incertidumbre en muchas facetas. También en lo climático. «Percibimos que el clima que vivimos en los últimos años no es el mismo que hace dos o tres décadas. Y comienza a preocuparnos, porque puede afectar a nuestra economía, a nuestra salud, a nuestro territorio. Hay una serie de indicios, comprobados por los datos científicos, que nos señalan que algo está cambiando».

La temperatura media en la provincia ha subido 0,6º desde 1980. Lo han hecho sobre todo las temperaturas mínimas nocturnas, y no por el llamado «efecto urbano», sino por el calor acumulado en las capas bajas desde abril a noviembre, especialmente en el mar Mediterráneo. Hasta las precipitaciones han cambiado sus patrones.

No hay tendencias claras de las cantidades, pero si cambios en su distribución en las estaciones y en la forma de llover. Llueve menos en primavera y más en otoño. Y llueve cada vez más de forma intensa o torrencial. Por tanto, lluvias poco aprovechables y que generan daños económicos. La provincia soporta más lluvias de barro que hace treinta años y eso indica que la llegada de aire sahariano en capas bajas es cada vez más frecuente sobre nuestro territorio. «En definitiva, estamos perdiendo confort climático y estamos sufriendo el carácter extremo de las manifestaciones atmosféricas que forman el relato de nuestro clima», subraya Olcina.

Uno de los efectos que vamos a percibir -de hecho ya lo estamos notando- del calentamiento climático que se registra en nuestro planeta, es la pérdida de confort climático. Es decir, según detalle Jorge Olcina, la pérdida de la regularidad de los fenómenos atmosféricos y sus efectos en los elementos climáticos básicos, temperatura, humedad, precipitación, viento. Esa regularidad es lo que otorga confort a un territorio, la que confiere su valor de clima aprovechable para el desarrollo de actividades económicas y para el bienestar de los seres vivos que viven en dicho territorio.

Compartir el artículo

stats