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Charlas de café para saber idiomas

La Escuela de Idiomas fomenta grupos de conversación entre alumnos para que practiquen

Palitos de colores y juegos de mesa contribuyen a generar temas de conversación. héctor fuentes

«Irse por las ramas» o «esto es un lío». Estudiantes españoles de Francés se lo dicen a un oriundo de lengua madre francesa y no les entiende. Otro alumno sale al rescate. La primera expresión se traduce en francés por «estar disperso», y la segunda por «burdel» o «casa de putas» si se trata de un «caos organizado». Las carcajadas relajan a todo el grupo.

Se reúnen en la segunda planta de la Escuela de Idiomas de Alicante cuando tienen horas libres en la escuela. Rusos, chinos, ucranianos, británicos, argelinos, franceses, italianos, alemanes, portugueses, árabes. Están todos invitados. Los propios alumnos actúan en estos grupos de conversación como maestros voluntarios con los que aprenden su lengua, y a su vez practican el idioma que estudian.

Forma parte de una de las actividades de la futura mediateca que el centro abrirá cuando disponga de medios. Este tipo de charlas se extenderá a los ciudadanos por un precio testimonial para que quien lo necesite pueda practicar el idioma que esté aprendiendo o que va perdiendo por la falta de uso, como explica el director, Antonio Canovas.

«Lo más complicado del castellano es entenderlo, porque los españoles habláis muy rápido», se queja Steven Thomas, británico. La palabra «izquierda» le encanta, dice que es «muy bonita», pero que pronunciar «ra» o «ce» le resulta complicadísimo. «Estos grupos son muy útiles para hablar pero prefiero con dos o tres, más personas no entiendo», aclara.

A Luo Jin - «primero el apellido, que es el origen de mi familia», explica- el español le resulta «seis veces más difícil que el inglés». A su alrededor se echan las manos a la cabeza, pero distinguir el género y el plural le trae de cabeza porque en su lengua todo es «más básico, sujeto, verbo y objeto, no cambia», afirma.

A rusos y ucranianos, como Dimitri Marusco y Valentín Chormy, se les atranca la letra «o», porque «cuando tenemos muchas «oes» nosotros las pronunciamos como una «a», apuntan. En general, todos coinciden en que aprenden bien en el aula, pero que no hay suficiente tiempo para conversar, que nunca es bastante cuando estudias un idioma, y que participar en estos grupos libres les está ayudando un montón.

De unos botes de lapiceros sobre mesitas de café extraen al azar palitos de madera de colores. Cada uno de ellos tiene un tema escrito y es de lo que toca hablar en ese momento: el primer empleo, los olores preferidos y los que no les gustan para nada, si son organizados o no, y así un sin fin de posibles conversaciones. Jin intenta convencerles de que el chino es «muy fácil», que las grafías son quizá lo complicado al principio, pero que la gramática es «básica como la del inglés».

Al francés Enmanuele Polack se le resisten la erres y las jotas, y a la argelina Lila Hebaz le subyuga el «humor español». Decir de una persona que «te la regalo», porque no le necesitas, le hace gracia pero le ha costado entenderlo. A su lado, Monera Gacem, también argelina, insiste ante los españoles que aprenden francés sobre la importancia de las «letras mudas. Hay muchas pero tenéis la costumbre de pronunciar todas las vocales», se desespera entre risas. Acaban de contactar y parece que se conozcan de toda la vida. Es lo que tiene una charla de café.

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