Información

Información

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Francisco José Benito

La cuarta vía

F. J. Benito

El 80% de los alicantinos vive en el 20% del territorio. ¿Se hace algo para evitarlo?

La provincia de Alicante no es Soria, donde todos sus habitantes no llenarían ni el Camp Nou, pero también tiene olvidados a un montón de sus municipios

Aunque mi padre, Joaquín, presumía de haber sido medio vecino de Miguel de Unamuno -y eso que solo tenía diez años cuando murió el célebre escritor y filósofo-, por aquello de que nació en un portal pegado al del escritor en la bilbaína calle Ronda, el suyo, mi abuelo, también Joaquín, había emigrado a Bilbao a principios del siglo XX procedente de su Arauzo de Miel natal. Un pueblo burgalés, lindando con Soria - Pacheta, míster del Elche lo conoce bien porque nació en Salas de los Infantes- que hoy apenas supera los 300 vecinos y forma también parte de esa «España vaciada» que recorrió hace una semana las calles de Madrid.

La provincia de Alicante no es Soria, donde todos sus habitantes no llenarían ni el Nou Camp, pero también tiene olvidados a un montón de sus municipios, muchos, ya, hasta con menos habitantes que Arauzo, aquel pueblo de mi primera infancia donde siendo un niño de ciudad descubrí, entre sorprendido y horrorizado, cómo los chavales del pueblo esperaban la llegada de las cabras por la noche para beber de sus ubres leche fresca. Vaya veranos que pasé allí.

Pero eso, veranos, porque los inviernos en Arauzo, pero también en los alicantinos Tollos, Famorca, Fageca... duran diez meses, y arrancan justo cuando desaparecen los hijos y nietos de sus vecinos, si es que siguen acudiendo, por supuesto. Y es que el 80% de la población de la provincia de Alicante «se empeña» en vivir en el 20% del territorio, el que ocupa la franja litoral. ¿Se ha hecho algo por evitarlo?

Miles de personas, muchas de Alicante, estuvieron en la manifestación celebrada en Madrid reclamando visibilidad y medios para que los pueblos no terminen convirtiéndose en argumentos de novela costumbrista, o de guiones de un documental.

Esa España «vaciada» de la que forman parte esos trece municipios de la provincia -entre todos no suman más de 2.300 habitantes-, en los que la pérdida de población y actividad económica que sufren los pequeños municipios de la Montaña han acelerado en los últimos 30 años el proceso de despoblación, hasta el punto de que en estos momentos trece localidades están amenazadas de desaparición a medio plazo. Alcoleja, Almudaina, Balones, Benasau, Benifallim, Castell de Castells, Confrides, Quatretondeta, Fageca, Famorca, Tollos, Penáguila y Vall de Ebo. En algunos ya no quedan niños, porque cerraron la escuela. El Consell anunció hace dos años a bombo y platillo la creación de una agenciar para trabajar en el freno de la despoblación. Se anunció una partida inicial de 20 millones de euros. Dos años después apenas ha arrancado.

Durante los últimos días se ha hablado mucho de ese fenómeno que sacude España, pero no ahora, sino desde que los años 60 nos llegara la revolución industrial que comenzó a despoblar pueblos y más pueblos por el atractivo que suponía emigrar hacia la costa. Hoy, suenan las alarmas, nos conmueven ver las imágenes de las tiendas ambulantes que van recorriendo las pequeñas aldeas para llevar víveres, ropa y medicinas a sus vecinos, la mayor parte ya muy mayores. Agricultores, que ven pasar los días viendo cómo se les apaga la vida y el pueblo donde un día crecieron sus hijos, que ahora camina hacia la desaparición. Un fenómeno generalizado en la España profunda pero también en una provincia, Alicante, que en los últimos años se ha volcado con la costa olvidando a ese pequeño porcentaje de alicantinos que vive de Xixona hacia arriba.

El objetivo de la Agencia Valenciana Antidespoblament era afrontar los problemas básicos que afectan al día a día de estas poblaciones históricamente olvidadas por la Administración. Se pretendía solucionar temas como la movilidad, la educación, la sanidad, los servicios financieros, el empleo y la fiscalidad, que debiera ser de discriminación positiva en esos municipios, pero dos años después con decir que en Penáguila hay «wifi» parece suficiente y no es así.

Hasta ahora todas las palabras se las ha llevado el viento. Lo importante es que las buenas intenciones se traduzcan en ayudas y fondos económicos. Agricultura y agroturismo son dos de las actividades que puedan ser el bálsamo para que estos pequeños pueblos alicantinos no acaben enterrados en la historia. Municipios como Tollos y Famorca no pasan hoy, por ejemplo, de los 60 habitantes cuando a mitad del siglo XX superaban los 200 vecinos.

Resulta urgente «visibilizar» la situación de despoblamiento que atraviesan algunas zonas en el conjunto de la Comunidad Valenciana, ya que existen un total de 73 localidades que se encuentran en riesgo de desaparecer. La realidad es que en el 20% del territorio vive el 80% de la población en un desequilibrio que afecta a la calidad de vida de las personas y genera desigualdad.

En Famorca, Tollos el pan llega cada dos días en invierno (diario en verano), el único niño en edad escolar del pueblo se marchó junto a su familia hace dos años porque los padres no podían aguantar más, el médico pasa consulta dos días por semana, lo mismo que el pescadero y el carnicero. Nunca ha habido banco ni cajero automático, y hace un año cerró hasta la sucursal bancaria de Benilloba a la que acudían los vecinos a hacer sus gestiones. Existe un bar municipal y funciona una residencia de ancianos, también de titularidad municipal, que aguanta por los pagos de la Generalitat, que no siempre llegan en tiempo y forma.

Existe por tanto una gran parte de la provincia que camina poco a poco a convertirse en la «Alicante vaciada», que quedará muy bonita en un titular de Prensa. Poco consuelo para esos pueblos y sus vecinos, que lo que necesitan son subvenciones económicas que, además de aprobarse, lleguen en tiempo y forma. Internet, actividades que seduzcan a las familias jóvenes, colegios y proyectos económicos con buenas infraestructuras de comunicación. Si el AVE o internet han posibilitado que un madrileño o un noruego puedan vivir frente al mar en Alicante ¿tan difícil es que una pareja pueda desarrollar su actividad desde Famorca? Esta semana, la Diputación aprobó el plan de carreteras parar mejorar la conexiones entre 12 pequeños municipios y su conexión con la costa. Infraestructura viaria. Perfecto, pero hace falta mucho más.

Lo último en INF+

Compartir el artículo

stats