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Los institutos refuerzan la disciplina y prohíben ir al aseo entre clase y clase

Las normas generales de régimen interno que se aprueban cada año resultan insuficientes a partir de tercero de la ESO

Mantener la disciplina entre el alumnado de los últimos cursos de Secundaria se ha convertido en una tarea titánica para los institutos cada vez que los alumnos tienen que cambiar de clase o esperar a que llegue el profesor de la siguiente asignatura.

Las normas generales de régimen interno, con que se dotan estos centros cada curso, empiezan a resultar insuficientes frente a esos cinco minutos de cambio entre clase y clase, hasta el punto de que más de uno de estos centros ha decidido reforzar la disciplina con nuevas concreciones por escrito, que van desde prohibir ir al aseo a impedir que los alumnos se tumben en el suelo, empujen a sus compañeros o se comuniquen a gritos.

Las nuevas normas se emiten por escrito y se reparten entre los alumnos con la premisa, a su vez, de que las entreguen a sus padres en casa para que también las familias se hagan cargo de la indisciplina que llega a reinar en determinados momentos en los institutos.

Hay centros que prefieren colgar estas normas en los paneles de cada una de las clases para hacerlas visibles, con distintos colores y rótulos en letras mayúsculas que apuntan al respeto, la puntualidad o los hábitos saludables, entre otros extremos.

«Ni agua»

La premisa más generalizada pasa por impedir que los estudiantes aprovechen los cinco minutos de margen que tienen entre clase para ir al baño o a la cafetería. Esos minutos se podrían alargar sine die, de ahí que se exponga taxativamente que «durante los cambios de clase no pueden ir al aseo ni a beber agua».

Tan solo se permite cuando se trata de «casos extremos», como exponen en los centros consultados, y siempre que lo autorice el profesor al que se está esperando para reanudar las clases.

El tránsito del alumnado por los pasillos, cuando son ellos los que se tienen que desplazar a otra aula, se especifica que se haga sin detenerse a saludar a otros compañeros, y ni mucho menos que lleguen a formar corrillos.

Los profesores confiesan que buena parte del inicio de las clases la pierden en estos casos tratando de recuperar el orden que se desvanece en los citados cinco minutos de margen entre una y otra asignatura.

Incluso hay centros en los que se llega a especificar que los estudiantes únicamente podrán permanecer en el pasillo en aquellos casos en los que el aula de destino esté cerrada, y que mientras aguardan al siguiente profesor «esperarán delatante de la puerta sin apoyarse en los radiadores, sentarse o tumbarse en el suelo».

La concreción de estas normas da una idea de las costumbres que llegan a adoptar algunos alumnos entre clase y clase, hasta el punto de que en ocasiones han provocado peleas, organizado carreras hasta la nueva aula de destino, e incluso iniciar batallas de lanzamiento de objetos «que no tendrían lugar ante la presencia de un profesor», concretan desde el centro, de ahí que se especifiquen este tipo de acciones entre las prohibidas hasta que llegue el docente.

Gritos, empujones o «peleas en broma» aparecen por lo mismo entre las acciones descartadas de plano en los tiempos de espera, pero no el uso de los móviles para escuchar música «siempre con auriculares», y bajo la premisa irrenunciable de apagarlos y guardarlos en cuanto el profesor entre en el aula para reanudar las clases con la mayor normalidad posible.

Música de ambiente, sin correr y en voz baja

«En nuestro centro los alumnos se dirigen al aula-materia que les corresponde mientras escuchan música ambiental por el pasillo». Es la forma elegida en institutos como el Bahía de Babel o el Cavanilles para tratar de dirigir con cierto orden al alumnado en los cambios de clase. Recuerda al juego de las sillas porque la música ambiental suena únicamente durante los estrictos cinco minutos con que cuentan entre clase y clase, de forma que a su término «el alumno debe estar ya sentado en el aula», abundan los directores.

A partir del tercer curso de la ESO «no suelen tener un aula de referencia, así que entre clase y clase se mueven continuamente y hemos tenido que prohibir en la cantina que les atiendan, además de utilizar el aseo solo si el profesor lo autoriza», concretan a su vez en el Figueras Pacheco.

Ni se pueden entretener, ni ir a beber, ni correr y, por descontado, nada de dar voces, las conversaciones en voz baja mientras se transita a la siguiente aula, porque se sigue en horario lectivo hasta la hora del primer recreo y, como suscriben desde el Mare Nostrum, «no pueden bajar a la cantina y deben esperar al profesor».

Todos los directores consultados coinciden en destacar que el alumnado en los institutos cuenta con dos periodos de recreo de unos veinte minutos, a las 10:45 y a las 13:00 horas, durante los que los estudiantes pueden desplazarse a la cantina o ir al baño, por lo que el resto del tiempo solo se permite «en casos extremos».

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