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La Rambla cambia los comercios por franquicias

La pérdida de las tiendas tradicionales resta personalidad a una avenida en la que solo cuajan los restaurantes, las oficinas y los bancos

Franquicias de restauración en la Rambla. El comercio tradicional ha desaparecido. JOSE NAVARRO

Franquicias, oficinas y entidades bancarias son la cara más visible de la Rambla, que durante buena parte del siglo pasado fue una avenida repleta de tiendas de moda que se llenaba de familias llegadas de toda la provincia, y tenía vida y carácter. Esa personalidad se ha perdido con la destrucción del comercio tradicional, negocios que cerraron dejando locales vacíos que fueron ocupados sobre todo por establecimientos de restauración. Solo sobreviven de los comercios de antaño el estanco, que lleva abierto cinco generaciones, y Gomis, joyería fundada en 1933. Cerraron Tejidos Brasil, la Isla de Cuba, la Ciudad de Roma, Borreguero, Filipinas, Arpel, Flomar, Benavente, Ferrandez, calzados Mago... y en tiempos contemporáneos la tienda de novias Pepe Botella, que echó la persiana en 2017 tras una corta temporada.

Este local, ahora vacío, cuesta 7.000 euros al mes pero no se alquila. Sin embargo, hay franquicias que están dispuestas a pagar 36.000 euros por un local de Maisonnave más pequeño, según la información a la que ha tenido acceso la asociación Corazón de Alicante. El desinterés que provoca la Rambla entre el comercio tradicional y el moderno, que no se atreve a apostar por ella e implantarse, fue recientemente abordado en la comisión de comercio interior de la Cámara de Comercio.

«Existe un monocultivo de hostelería, pero es un gran error no apostar por la Rambla porque le rodea una zona potencialmente fuerte de tiendas, que componen la ruta de eventos y ceremonias en varias calles de alrededor», sostiene Vicente Armengol, presidente de la asociación de comerciantes, críticos con las nulas inversiones en el Centro Histórico, el Casco Antiguo, y sobre todo en la Rambla. De hecho, han pedido por escrito al Ayuntamiento que se reactive el Plan Centro y el Pac Lucentum, con proyectos de urbanismo comercial para revitalizar este importante eje de la ciudad.

Ahora mismo en la Rambla hay media docena de locales vacíos que cuesta alquilar. Los comerciantes ven difícil la solución salvo que se apueste claramente y se diseñe un plan para esbozar «adónde vamos en el futuro».

Los vecinos más de lo mismo. Antonio García, de 83 años, que vive en la calle Mayor, ha sido testigo de cómo Maisonnave se ha convertido en «shopping center», hundiendo el tejido comercial que existía en la Rambla. Con nostalgia, varias vecinas recuerdan que era una de las calles más bonitas de la ciudad y evocan que antiguamente se llamaba el paseo de la Reina y «había muchas tiendas. Estaba todo lleno de zapatos y bolsos». Coincide con ellas Marilú Alcaraz, vendedora de cupones, que considera que la Rambla era demasiado bonita para haberse quedado solo para bares y bancos.

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