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Respaldo a las protestas sin confianza en un cambio real

Vecinos, trabajadores y viandantes ven avances superficiales pero no que calen realmente en la sociedad

Respaldo a las protestas sin confianza en un cambio real

Una agente inmobiliaria se despide de unos clientes en Benito Pérez Galdós y camina calle abajo hacia el centro. La vendedora de un estanco de Alfonso El Sabio despacha dos paquetes a un señor. Una higienista dental se topa de camino al trabajo con un grupo que lleva banderas y pañuelos morados por la calle Pablo Iglesias. Es mediodía en la ciudad y todo, salvo el tráfico entre Luceros, Renfe, Maisonnave y la Montañeta, funciona con total normalidad. Hombres y mujeres, atareados u ociosos, se encuentran con los manifestantes que van a la marcha-piquete de los sindicatos. Ya se ha formado un nubarrón morado al final de General Marvá. Los que miran pero no se unen tienen expresión de simpatía distante. Están con ellos, pero no están ahí.

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Manifestación del 8M en Alicante

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Es la conclusión que se puede sacar de un puñado de entrevistas aleatorias a los viandantes, a los que se dejan caer pero no llevan emblemas, a quienes observan detrás de un mostrador la marcha de mujeres y algunos hombres que calienta el 8M alicantino antes de la esperada manifestación de la tarde. Casi todos estos ciudadanos creen que la huelga es necesaria, que la desigualdad es un hecho y que la sociedad sigue siendo machista, pero al mismo tiempo no parecen creer que sean realidades reversibles, por lo que siguen su marcha deseándoles suerte. La calle culpa a la sociedad de no querer enterarse de lo que dicen las mujeres, como si calle y sociedad no fueran lo mismo al final.

Así se vivió el 8 de marzo en Alicante

Así se vivió el 8 de marzo en Alicante

Manuela y Javier cierran el grupo que se acaba de incorporar al piquete. Se les pregunta si ha cambiado algo en un año. Ella dice que hable él mejor. El vecino de Alicante asegura que si la sociedad no cambia es porque sólo los partidos progresistas tienen agenda inclusiva e igualitaria. Al poco se le indica que sólo está hablando él y Manuela se excusa, porque creía que era una pregunta más política. Finalmente participa: «Lo poco que ha cambiado viene de un acumulado de años. Hay que empujar más. A la gente joven le falta entender lo que es el feminismo».

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Manifestación 8M en Elche

Dudas y «demonización»

«No ha cambiado nada en este año y hay cosas que han ido a peor», reflexiona Claudia Juan, de 19 años, deteniéndose junto a la avenida con su amigo Alessandro, de 18. «Hay partidos que están atacando mucho los derechos de la mujer, y estamos perdiendo parte de lo que habíamos avanzado». Preguntados sobre si existe un sistema de privilegios para los varones, ella contesta que está en contra de señalar a todos los hombres como responsables de la desigualdad entre sexos, a lo que el chico añade: «desgraciadamente yo lo tengo más fácil para encontrar trabajo que una mujer. En la ciencia, por ejemplo, si eres mujer tienes que despejar las dudas sobre si puedes hacerlo».

Reme Berna atiende su kiosco de Luceros como cada día. «No estoy ahí porque soy autónoma. Si fuera empleada sí», alega mientras da cambio. Pero no comparte todas las consignas del movimiento feminista. «Por norma en las empresas se asciende más a los hombres. Pero tampoco me parece bien la discriminación positiva que les favorece aunque no estén preparadas», se encoge de hombros. «Pero esta tarde iré a la manifestación», concluye.

Frente a un banco Manuel Sellés deja de ser el que para a la gente con el brazalete de una ONG para ser él quien escucha a un desconocido. «¿Que si ha servido la huelga de 2018? Creo que se ha politizado el debate y que muchos partidos hacen campaña contra el feminismo, tergiversando sus palabras. Creo que es algo bonito que tenemos en la sociedad y lo están demonizando», sostiene este joven alicantino. No es que vea nuevas direcciones, pero sí cree que «la gente joven está más concienciada» sobre la igualdad. «Aunque hay algunos que... tela», matiza.

«Mira, yo tengo que escuchar cada comentario, cada falta de educación... A veces he tenido hasta que llamar a la policía. En hostelería hay un filtro de respeto según el género increíble», asegura Iona Balan, de 21 años y camarera en un pub de la plaza. Hoy trabaja porque tiene «gastos que pagar», dice sin mucha seguridad. «Pues yo estoy aquí porque quiero. No me pide el cuerpo ir. Creo que el cambio solo va a venir desde la educación», interviene su compañera Andrea Barragán, de 24. Está convencida de que la sociedad es machista porque «seguimos todos metidos en nuestros roles de género». El encargado treintañero las interrumpe con delicadeza, les hace una pregunta sobre una mesa y se marcha.

José Carlos y Cecilia, una pareja de 43 años que camina junto a la concentración que pone fin a la marcha-piquete de la mañana en La Montañeta, dicen haber hecho huelga en Elche y estar aprovechando la mañana para pasear por Alicante. Comparten «totalmente» lo que dicen las huelguistas. «Debe haber igualdad en todos los sentidos», apunta él. Ella propone que «sobre todo en el instituto». Les preocupa el ambiente de su hija de 16 años, aunque confían en el cambio de valores. «Los que maltratan, al final, son cuatro locos», apunta José Carlos.

Alicia Gómez, de 63 años, bordea rápido la protesta, pero accede a hablar. «Me parece muy bien, es necesaria. Porque todavía no se nos considera como iguales en el trabajo». ¿Cambios? «Nada, todo está igual».

José, con uniforme de portero, mira lo que ocurre desde el umbral del edificio. Nota que ha mejorado «la mentalidad del hombre», sobre todo en cuanto al maltrato. «Pero la igualdad que quiere la mujer es muy difícil», afirma mientras la protesta alcanza su cénit.

«No sé qué hago yo hoy en el trabajo si he sido maltratada»

La marcha, de la que se escinden algunos piquetes que cantan en tono festivo delante de tiendas y establecimientos, está formada sobre todo por mujeres y algunos hombres. Ellas llevan megáfonos, banderas y cantan consignas como «estamos hasta el culo / de tanto machirulo» o «denuncia archivada/ mujer asesinada». Una joven de uniforme mira tensa la manifestación desde la puerta de un comercio. «No sé que hago yo trabajando hoy», responde. «Con la de desigualdad y de matrato que hay», añade. Luego, como si quisiera quitárselo de encima, añade «yo misma he sido maltratada». «Pero te tratan como una mierda. Igual en la policía, que en los juzgados, que aquí», dice señalando con un gesto de cabeza la tienda, los brazos cruzados. La encargada la llama y desaparece sin decir nada más.

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