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Mari Carmen Díez Navarro: «Los padres no son enemigos del maestro, no hay que tener prevención contra ellos»

Ayer dio una clase magistral a los futuros maestros que se forman en la Facultad de Educación de la UA

Mari Carmen Díez Navarro: «Los padres no son enemigos del maestro, no hay que tener prevención contra ellos»

Como parte de la asignatura «Habilidades comunicativas y lectoescritura en catalán», del grado de Maestro de Infantil de la Facultad de Educación de la Universidad de Alicante, la escritora y psicopedagoga Mari Carmen Díez Navarro impartió ayer una conferencia a los alumnos organizada por el departamento de Filología Catalana y presentada por Vicent Brotons sobre las infancias, la educación, las familias y los sentimientos.

P ¿Importa que las familias se impliquen en la enseñanza de sus hijos? ¿Cómo lograrlo?

R Por supuesto. Como ejemplo, organicé en clase un proyecto paralelo con el que los padres venían a explicar su oficio al resto de los niños y como piensan trasmitirlo a su hijo, también en el aula. El ejercicio resulta muy cercano y, aunque están nerviosos, se van felices y favorece a todos los niños. Hubo un padre que lo consideró mas difícil que la universidad, pero que le había emocionado pensar que les aportaba algo a los niños.

P La última encuesta de profesorado señalaba la mayor fricción con los padres por sus críticas en los grupos de WhatsApp.

R La barrera escuela-familias no es tan difícil. Parece muchas veces que las paredes de la escuela digan «cuidado con los padres», pero los padres no hacen nada malo, lo que quieren es que sus hijos vayan bien. Si el maestro les habla sobre lo que se hace en clase y le dices lo que le cuesta a su hijo se ponen de cara a ti, no son el enemigo. Si los maestros sienten eso alguna vez son las menos, solo hay excepciones, pero como pasa en cualquier otra profesión. No hay que tener prevención desde la escuela de cara a las familias. Hay que esperar la colaboración y es más fácil que llegue. Alguna vez he tenido alguna discusión con padres pero siempre se solucionó.

P ¿Y a la hora de educar en casa? Los maestros se quejan de que lo que los niños pierden en casa lo que aprenden en el colegio.

R Yo me pregunto en mi libro «Infancias» sobre quién educa en estos momentos, ¿todos?, ¿nadie?, ¿los padres?, ¿los abuelos que se quedan tantas veces con los niños y los crían? ¿las pantallas que actúan como si fueran unas nodrizas?, ¿le corresponde a la escuela?, ¿a todo el mundo? Creo que necesitamos la tribu entera o incluso dos, porque ¿qué significa que un niño pegue patadas a un árbol y tú lo veas y pases mirando para otro lado? Significa que te borras, ¿qué imagen queda a ese niño de un adulto? Si los adultos desaparecemos ellos se envalentonan. En edades previas a la adolescencia necesitan guías, no podemos callarnos. Educar a un niño nos implica a todos. No podemos quedarnos al margen de lo que es la educación porque si no, pasa lo que está pasando. Hay que vigilar y actuar.

P ¿Qué se necesita para ser un buen maestro?

R En realidad diría una serie de reflexiones sobre cómo me gustaría que fueran los maestros, no como directrices. Me gustaría que fueran personas comprensivas, humildes, amables, que considerasen que los niños son personas, tienen una cultura, una historia y una familia y que recordaran que el oficio del niño es jugar. Y que tuvieran el deseo claro de que nuestros alumnos crezcan, aprendan y sean felices. Mi forma de entender la educación ha cambiado mucho. Me hace gracia cómo empiezan a pensar de forma autónoma, es como un nacimiento que tienes delante.

P ¿Mantiene su prevención hacia los móviles y pantallas?

R Hay que preservar a los niños de algo tan adictivo, pienso que cuanto más tarde, mejor. Si empiezan demasiado pronto y pasan horas ante la pantalla les restamos imaginación que ya no es la suya sino la de Pepa Puig, por ejemplo.

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