Información

Información

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

La cuarta vía

Hijos enganchados, padres asustados y profesores en alerta

Me quedé en el «comecocos», volví al circuito con la «wii» para socializar con mis hijos pero de la famosa máquina ni me acuerdo ya

Una tele con el Fortnite a toda marcha en un salón. RAFA ARJONES

Agresivo, no atiende en clase y proclive a la frustración ante la derrota. ¿Se imaginan que la tutora o el tutor de su hijo o hija les suelta esta definición en la habitual toma de contacto escolar de cada curso? ¿En esto se puede convertir nuestro hijo, sobrino, nieto o, simplemente, el vástago de un amigo si le da al «Fortnite» sin control? Para echarse a temblar. Confieso que nunca he sido mucho de videojuegos, me quedé en su día en el «comecocos», y solo hace unos años volví a probar con la «wii» por aquello de socializar con mis hijos pero, vuelvo a confesar, los de mi generación éramos más del futbolín, el billar, la trompa, el churro y, sobre todo, de los partidos interminables en el patio del colegio, las chapas con las caras pegadas de nuestros ciclistas emulando la Vuelta a España en plena calle, la trompa, la canicas y las galeras.

También confieso que hubo un invierno, allá por mis catorce años, en el que me apunté a un club de comba porque saltaba todos los sábados una vecina que no me podía quitar de la cabeza. Imagínense la reacción de mis amigos del barrio, esos con los que hacías el bruto en la calle hasta que se ponía el sol. Y allí aprendí a saltar y a canturrear la mismas canciones de mis abuelos.

Está claro que eran otros tiempos pero cuando perdía al fútbol (las mismas derrotas que ahora al pádel) ni me frustraba ni me volvía agresivo ni, por supuesto, se me ocurría ignorar al hermano Abascal, si no quería acabar escribiendo el resto del día en la pizarra con el castigo de turno. ¡Qué grande era aquel jesuita!

¿Y a qué viene esto? Pues que tras leer la excelente radiografía publicada por mi compañera Juani Hernández sobre el «Fortnite»Juani Hernández, ese juego de ordenador que, básicamente, consiste en matar a cuantos más rivales se pueda, a uno se le ponen los pelos de punta y le viene a la cabeza aquello, del «mens sana in corpore sano», definición del Latín, que me recuerda la etapa de mis años de colegio, en la que la gran apuesta era el deporte, las actividades al aire libre y, sobre todo, el juego con los padres.

Nuevas tecnologías. Bienvenidas, por supuesto, pero con control, bastante robotizados nos hace ya el día a día en el que vivimos

Los tiempos en los que la calle era la escuela y la figura del padre y la madre el eje fundamental en la preadolescencia, esa etapa de la vida que es clave para el desarrollo emocional del individuo. Por ello, tras escuchar a los profesionales sobre los efectos negativo del «Fortnite», uno casi se estremece.

Por supuesto que a todos los que somos padres con hijos o tíos que en ocasiones tienen que hacerse cargo de los sobrinos, les ha venido perfecto alguna vez tener la tele a mano, la maquinita (miniordenador), el smartphone o la consola de turno (conozco cuarentones que siguen pegados a la Play), para descansar de los chavales, pero me da que la cosa se nos está yendo de las manos. No voy a tirar de demagogia y proclamar las bondades de un buen libro, pero me resisto a aceptar que haya padres que terminen hincando la rodilla y dejen que sus hijos se instalen frente al ordenador horas y horas, sobre todo cuando hay expertos con autoridad como profesores y psicólogos, que alertan de las consecuencias de estas nuevas adicciones del siglo XXI, que pueden crear personas agresivas y frustradas ante el infortunio. Mal futuro nos espera.

Por supuesto que donde primero que hay que tratar de atajar el problema es en la casa familiar, pero viendo la magnitud que está alcanzando el tema (habitaciones búnker, sin comentarios), el asunto debe ser objeto de estudio en colegios e institutos, porque primero fue el móvil, que acabó en el «smartphone» con el que se puede jugar a asaltar castillos y ciudades. De la ficción al asalto del instituto -esas cosas que creemos solo pasan en los Estados Unidos de Trump- hay un recorrido muy corto. El problema está ahí. Hijos enganchados, padres asustados, profesores en alerta. Un problema que hay coger por la solapa y arreglarlo lo antes posible. Debe ser una prioridad, mucho más necesario que cercar a los diferentes modelos de educación a lo que, a lo largo de este mandato, se ha empeñado muchas veces el conseller Vicent Marzà.

Nuevas tecnologías, desde luego. Robótica, Ingeniería Genética, Inteligencia Artificial, coches autónomos o células madre son materias que deben ser aprovechadas al máximo por nuestros futuros sostenedores de las pensiones. Por ello, hay aplaudir la iniciativa que esta semana ha anunciado un colegio de Elche convocando para abril su Primera Feria de Ciencias, con el objetivo de motivar y dar la oportunidad de mostrar su talento a estudiantes de cualquier centro de Secundaria y Bachillerato de la provincia de Alicante. Pero de «Fortnite», lo justo y con control.

Recuerdos como los que tengo con mi padre tirando fichas a la «rana» en un caserío tras bajar del monte y reponer fuerzas no se me olvidarán jamás. De la «wii», sin embargo, casi ni me acuerdo ya. Juguemos con nuestros hijos, hablemos, caminemos juntos por el monte o la playa, que encima vivimos en un lugar privilegiado.

No dejemos que se conviertan en robots. Bastante robotizados vivimos todos en el día a día.

Compartir el artículo

stats