Información

Información

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Morir en un baño del centro de salud

Es impresentable que el SAMU no llegue al minuto si no es un infarto, que vayas a la farmacia y tu medicina ya no esté o que para ver si te has roto el menisco te den cita para dentro de tres meses

Camas en los pasillos en el área de Urgencias del Hospital General de Alicante. PILAR CORTÉS

¿Morir en el baño de un centro de salud y sin que nadie te eche en falta en todo un fin de semana? Leyendo esta semana la tragedia que ha rodeado la muerte de un hombre de 51 años, que acudió a curarse a un centro de salud de Castellón (enfermo ejemplar porque no se fue directamente a Urgencias del hospital, tal y como nos repiten hasta el insulto muchas veces nuestros responsables de Sanidad) y terminó abandonado y muerto en el baño del centro de salud hasta que le encontraron el lunes, a uno se le ponen los pelos de punta, porque, coño, el protagonista podría ser usted, yo, mi hermano o el vecino al que no he visto bajar al perro o la basura en todo el finde.

Un drama que vuelve a poner de actualidad el momento en el que se encuentra la atención médica en la Comunidad Valenciana, en la provincia de Alicante y, mucho me temo por lo que llega todos los días, en cualquier punto de España. Y todo pese a que contamos con uno de los mejores cuerpos médicos especialistas del mundo, pero completamente desanimados por una Administración que no les respalda y que, poco a poco, les va expulsando hacia otros países en los que, como me recordaba este verano un amigo «nos reconocen y escuchan un poco más».

Lo de Castellón ha sido un ejemplo más de que el sistema falla. ¿Descuido? Intolerable, como también lo es que no te puedas poner malo en agosto porque los hospitales se quedan vacíos de profesionales con experiencia y algunos servicios directamente cierran por vacaciones, que vayas a la consulta de Atención Primaria y el médico tiene una lista de 20 pacientes a los que atender, que haya hospitales con especialistas a los que les renuevan el contrato mes a mes o que, por ejemplo, llegues un día a la farmacia y el mancebo de turno casi se sonroje cuando tras pedirle un medicamento te responde (después de consultar una y otra vez en el ordenador) que el fármaco de turno está «en falta» y no te lo puede, por tanto, administrar, aunque la «falta» de ese compuesto que controla tu tensión provoque que la presión arterial se te descompense y, en ciertas horas del día, se te ponga al borde del ictus. ¿Qué hemos hecho para padecer esta angustia si pagamos regularmente nuestros impuestos y procuramos molestar lo menos posible al personal de los centros de salud?

Puede hasta provocar alguna sonrisa (espero que de estupor) pero lo que nos está pasando en Alicante no ha llegado, esperemos que nunca, al extremo del ambulatorio de Castellón, pero tampoco estaría muy lejos de haber seducido al genial Roberto Rossellini, maestro del neorrealismo italiano. Alicante y la provincia no se asemejan a la Roma que describió Rosellini en sus películas, pero también es una pesadilla cuando tienes que escuchar que el medicamento de turno desaparece porque al laboratorio no le compensa servirlo a la Seguridad Social por barato y que, por lo tanto, tienes que echar mano de un genérico que lo mismo, lo mismo, no es. Algo así como cuando vas al supermercado y la lata de aceitunas tiene la misma forma que la de la marca de toda la vida, pero en su interior, en vez de veinte pues te encuentras quince. Con la salud no se juega. Y menos cuando ya vamos cumpliendo años y cada día resulta más complicado superar los sustos.

Si ya tenemos bastante con esos cánceres implacables que cuando llegan no hay Dios ni medicamento que los venza -todos tenemos cerca algún familiar, amigo o conocido cercano al que no le dan tiempo ni de luchar-, lo que no se puede consentir es que falle la base, la Atención Primaria. Vamos, que uno no se puede sentir mal, ir al centro de salud y morirse en el baño. Por supuesto que la Sanidad es cara, deficitaria, difícil de sostener. Lo que quieran, pero son los políticos que gestionan el día a día y suben al coche oficial los que tienen que resolverlo. Copago, repago o «corepago». Es impresentable que en 2019 te puedas morir como un perro en el baño de un centro de salud, que el SAMU no llegue al minuto si no es porque te ha dado un infarto, y en ocasiones ni eso, o llegues a la farmacia y te digan que tu medicamento ya no está, o que para mirarte si te has roto el menisco te den cita para dentro de tres meses en el mejor de los casos.

Y, sobre todo, cuidemos a los médicos. Esos profesionales que pese a ser personas tan normales como lo pueden ser maestros, ingenieros, torneros o periodistas, tienen ese conocimiento que les permite salvar vidas. ¿Qué hay más importante que eso? Medicina es una carrera que, además de larga, obliga a reciclarse día tras día. Mimemos a los médicos y enfermeros para que nos mimen a nosotros. Y no escuchar como ese amigo médico con dos hijos que te suelta un día en la sobremesa que «ojalá mis hijos no sigan mis pasos».

Compartir el artículo

stats