Información

Información

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

«Soy un joven 'sisi': sí estudio y sí trabajo»

La actualidad arroja un nuevo término para definir el lado opuesto del «nini», como se conoce a los jóvenes que están en situación de desempleo y no reciben ninguna formación

«Soy un joven 'sisi': sí estudio y sí trabajo»

El término «nini» «nini» ha ocupado cabeceras en medios de comunicación durante los últimos años y ha tintado a los jóvenes con una vagancia a la que solo unos pocos se suman. Según los datos que recoge la Encuesta de Población Activa del Instituto Nacional de Estadística, en España, en 2012, había 1,6 millones de personas de entre 16 y 29 años que ni estudiaban ni trabajaban. Ese mismo año, pico en la estadística, la cifra se embarcó en un camino descendente que hoy, en el último trimestre de 2018, se sitúa muy por debajo: 1,03 millones.

En esta nueva posición, la cara opuesta de la inamovilidad la marcan los «sisis», quienes compaginan sus años de formación con la actividad laboral.

La falta de oportunidades en el mercado de trabajo había incluido en el término «nini» a quienes ya habían acabado su formación, no lograban toparse con un puesto y tomaban la decisión de no seguir formándose desilusionados por la poca confianza en que un título más les fuera a abrir las puertas de alguna oficina.

Los jóvenes alicantinos que compaginan estudios y trabajo, los actuales «sisis», cuentan cuáles son los peligros de llevar a cabo ambas tareas, las dificultades que acarrea una vida sin parones y qué es lo que les lleva a querer obtener ingresos pese a estar todavía viviendo bajo el mismo techo que sus familiares.

Alba Cabañas, estudiante de relaciones laborales y recursos humanos. Trabaja como camarera: «Corres el riesgo de salirte del camino de los estudios»

Alba decidió arrancar su vida laboral porque su padre, con quien convive en el hogar, no le puede ayudar en todo lo que a él le gustaría. «Había algunas cosas que mi padre no me podía pagar, por lo que decidí comenzar a trabajar», cuenta esta estudiante de Recursos Laborales y Recursos Humanos.

Empezó a cuidar niños a los 17 años y poco más tarde pasó a ser azafata de eventos. Un día le propusieron probar poniendo copas en un pub del barrio y desde entonces no se ha despegado de los fines de semana: «Trabajar en la noche y estudiar es complicado porque el cansancio pesa mucho», cuenta.

Aún así, Alba tiene la suerte de tener claro su objetivo, lo que se ha convertido en la clave para poder compaginar su actual trabajo a jornada completa con su grado en la UA: «Tienes que tener la cabeza dura, no puedes despistarte. Si eres cabezota como yo, trabajas y te sacas la carrera; si no tienes un objetivo claro en tus estudios, los acabas dejando».

Pedro Lloréns, estudiante de ciencias de la actividad física y el deporte. Trabaja como monitor en un centro deportivo: «En mi entorno todos estudian, trabajan o hacen las dos cosas»

«Los ninis son una minoría», apunta Pedro Lloréns, alicantino que trabaja actualmente como socorrista y monitor de natación en un centro deportivo. Empezó su andadura laboral como entrenador de fútbol base y rozó el mundo de la noche como relaciones públicas de una discoteca. «En mi entorno hay quienes estudian, quienes trabajan y quienes compaginan ambas cosas», apunta el joven, que se suma al grupo de los «sisis» para costear la gasolina del coche, pagar el material de la universidad y hacer vida social. «Hay mucha gente que opina de los jóvenes sin saber. Ninguno de mis amigos ha estado nunca sin hacer nada», opina Lloréns.

Ángel Albaladejo, estudiante de arquitectura. Trabaja como profesor particular de apoyo: «Los que suelen trabajar son los que están acabando la carrera»

«Al principio no estudia casi nadie y al final, en el último curso, lo hace un porcentaje muy alto de la clase», apunta Albaladejo, un alumno de la UA que por las tardes adopta el rol de profesor frente a los pupitres de los niños de su barrio.

Este pronto arquitecto señala el final de la carrera como punto álgido del número de compañeros empleados. «El Grado en Arquitectura es muy largo y se acaba, por lo general, cerca de los 25 años. A partir de que la mayoría cumpliéramos los 23 en clase es cuando noté que la gente se puso a trabajar, una edad a la que ya se empieza a estar un poco harto de tirar de tus padres», señala.

Las lecciones de apoyo que impartía no le acercaban a su objetivo, poder estudiar fuera de España con una beca Erasmus, así que le vino como anillo al dedo la oferta de un supermercado para trabajar en el almacén en horario nocturno. «Con el dinero de trabajar mientras estudio me he podido pagar los meses que acabo de pasar en Polonia. No me gusta tener que estar pidiéndole dinero a mis padres».

Sara Barrera, estudiante de magisterio infantil. Trabaja como profesora de inglés: «Es estresante, acabo reventada»

Sara Barrera se despierta por las mañanas, sale de casa y no regresa hasta por la noche. Cuando cierra los libros de Magisterio Infantil en la Universidad de Alicante, uno de los niños a los que imparte clases particulares de inglés ya le espera atento para repasar y hacer los deberes.

«Es estresante. Después de cerca de catorce horas sin descanso acabo reventada, y cuando llego a casa todavía tengo que hacer trabajos de la universidad», cuenta Barrera. Para esta alicantina de 24 años lo más importante es «la independencia económica» para «no tener que pedir dinero», como también los es para sus tres compañeros de clase más cercanos: uno trabaja en una tienda de tecnología, otro es entrenador y el tercero trabaja en un bar y en el comedor de un colegio.

En un hueco sacado entre las 17 clases que imparte, Sara apunta: «Podría trabajar en otra cosa que me quitara menos tiempo, pero esto me es muy útil porque está relacionado con mis estudios».

Laura Rojo, estudiante de relaciones laborales y recursos humanos. Trabaja como camarera: «He trabajado todos los fines de semana desde que tengo los 18»

Cuando cumplió la mayoría de edad quiso tener sus primeros ingresos. Desde entonces, lo que Laura Rojo empezó con el fin de abandonar la paga que recibía de sus padres, quienes le podrían costear con sus salarios todo lo que ella se permite, se ha convertido en el pilar económico fundamental de su día a día.

Con lo que Rojo gana cada mes trabajando de camarera en un bar de la Playa de San Juan, se paga todo los gastos del coche, las clases de inglés de por las tardes y, por su puesto, su ocio. Aunque de lo último ha sufrido algún recorte: «Me he perdido muchas fiestas con mis amigas los fines de semana pero he podido hacer muchas otras cosas que no hubiera podido hacer sin el dinero que consigo», cuenta la estudiante de RRLL y RRHH.

Rojo es la excepción de su grupo de amigas, a quienes sus padres les han aconsejado no entrar al mundo laboral durante la carrera «porque afecta a los estudios». «Hay que tener cuidado porque cuando ganas dinero te puedes descuidar, pero con cabeza se pueden llevar las dos cosas perfectamente», señala.

Sergi Niño, estudiante de relaciones laborales. Trabaja como monitor en un colegio: «Uno de cada cuatro tiene un empleo al tiempo que va a la universidad»

Salir de casa de sus padres fue lo que llevó a Sergi Nuño a la búsqueda activa de empleo. «Tener ingresos es necesario cuando decides independizarte», apunta el estudiante, que traza sus días entre las aulas del Grado en Relaciones Laborales y Recursos Humanos, las mesas del comedor de un colegio y la Cátedra de Responsabilidad Social de la Generalitat Valenciana en la Universidad de Alicante. «Existen momentos en los que se carga todo, pero has de saber que son temporales y seguir adelante», destaca Nuño. «Calculo que solo el 25% tiene un trabajo compaginado con la carrera. No es algo habitual», señala el joven al tiempo que apuesta por las personas que comparten su misma edad: «Nini es solo un término más. El problema está en utilizarlo para calificar con generalizaciones».

Compartir el artículo

stats