El mar, el marisco y las buenas temperaturas de la provincia de Alicante es lo que más atrae a la comunidad china, que alcanza las 10.000 personas según el Instituto Nacional de Estadística y que hoy celebra la entrada en el año del jabalí, animal que en la cultura china está asociado con la fertilidad y la virilidad. La colonia del país asiático es la cuarta más numerosa del país tras las de Madrid, Barcelona y Valencia, y está cada vez más integrada en la terreta: la segunda generación de chinos es universitaria y salta de los bazares y los restaurantes chinos que montaron sus padres a oficinas e inmobiliarias.

También hay empresarios chinos de vinos e ingenieros que trabajan sobre todo en Alicante y Elche, explica Lili Pan, de la Asociación de Comunicación Intercultural Possy, entidad organizadora del desfile con dragones que recorrió el sábado el centro ilicitano. «Los chinos viven muy bien en la provincia, muy tranquilamente, y cada vez están más integrados. Antes los inmigrantes de China preferían irse a Estados Unidos, Inglaterra, Australia y Canadá pero se han dado cuenta de que España es un país bueno para vivir y especialmente Alicante. Ahora hay muchos que se están comprando viviendas, aunque no vivan aquí».

A los que acaban de llegar atraídos por familiares que viven en España les choca que aquí aún se usa el dinero en metálico mientras que en su país todo se paga a través del móvil, desde los alimentos en el super hasta el tren y el taxi.

En la Universidad de Alicante estudian español 21 alumnos chinos de intercambio. Entre ellos están Wang Yue, «Úrsula» y Liu Enshuo, alias «Santos», de la región de Cantón, mientras que Wang Qingqing, «Lilia» y Chen Jianying, que se hace llamar Blanca, son de la provincia de Sichuan. Los cuatro, de 20 a 22 años, se han puesto sobrenombres españoles para el año que cursan por primera vez fuera de China, donde estudian Filología Hispánica.

Ésta es también la primera vez que pasan el Año Nuevo fuera de su país y ayer, en la víspera, se reunieron con más amigos de su país en un restaurante para celebrarlo. En China son varios días de fiesta con visitas de amigos y familias en las que se conciertan noviazgos. Es tradición decorar las puertas y ventanas con farolillos rojos para atraer la buena suerte y los ancianos entregan sobrecitos también rojos con dinero, una especie de aguinaldo, a niños y jóvenes.

«Lo echamos de menos, aunque veremos por internet una gala muy popular en China (con música, baile y magia) que dura 24 horas», explican los estudiantes, muy a gusto en Alicante, de la que destacan el suave clima invernal y la playa. «Como no sé nadar, me gustaría aprender pero de momento solo tomo el sol», apunta Úrsula, a la que le sorprenden la gran cantidad de perros que hay por las calles y que «a veces están un poco sucias», refiere en alusión a los excrementos caninos. A Blanca en cambio le impresionan lo estrechas que son las camas en España. «En China miden dos metros por 1,80 para una sola persona», explica.

Las diversas formas de preparar el arroz en Alicante también les llaman la atención y lo encuentran más duro «y crudo» que en China, donde lo ablandan para comerlo. A Lilia las bolsas de arroz que ve en el supermercado le parecen pequeñas: «en China son de 10 kilos».

Santos, el único chico del grupo, alaba el ritmo de vida más tranquilo y relajado de Alicante. Los cuatro han hecho amigos chinos y españoles -Úrsula en el club de badminton del campus- y les gustaría traer a sus familias. De lo que les queda de estancia aguardan con curiosidad las Hogueras. Han oído hablar de sus fuegos artificiales y el uso de la pólvora, otro nexo de unión que ven, además del arroz, entre Alicante y China.