Una nueva bolsa de aire helado procente del Ártico y asociada a la borrascas Helena va a provocar un fin de semana gélido en Alicante, e, incluso, puede dejar lluvias débiles a lo largo de la jornada de hoy. De hecho, las lluvia fina con la que ha amanecido Alicante no ha dejado ni dos litros por metro cuadrado y tiende a desaparecer en las próximas horas. Los próximos días, sobre todo el sábado y el domingo, serán fríos, sobre todo por las noches, aunque por el día lucirá el sol. Se trata de la segunda situación en una semana que ha sido atípica porque ayer se rozaron los 22 grados de máxima. Emergencias ha decretado la alerta amarilla por vientos en el interior de Alicante y temporal marítimo con olas de cuatro metros.

Sequías prolongadas, olas de calor, gotas frías que se pueden producir cualquier día del año, lluvias de polvo que lo dejan todo perdido, noches en las que resulta imposible pegar ojo -no todo el mundo puede costearse el aire acondicionado- porque el termómetro no baja de los 25 grados con un 60% de grado de humedad, viento, temporales de levante?. han puesto en los últimos 20 años hasta en cuestión la famosa reflexión del gallego Wenceslao Fernández Florez, otro de los muchos enamorados de Alicante, que acuñó aquello de la Casa de la Primavera. Cincuenta y tres años hace ya que murió, y el Alicante que disfrutó dista bastante de aquél que dejó.

¿Cambio climático? Está claro que algo pasa y, no en vano, los datos están ahí. La temperatura media ha subido más de medio grado desde 1980 y ya no llueve ni en la primavera para desesperación del sector agrícola y advertencia para una Administración que, a este paso, no moverá ficha hasta que el agua deje de salir por el grifo. Entonces será tarde.

Jorge Olcina, director del Laboratorio de Climatología de la Universidad de Alicante, tiene que claro que Alicante vive años de incertidumbre en muchas facetas. También en lo climático. Percibimos que el clima que vivimos en los últimos años no es el mismo que hace dos o tres décadas. Y comienza a preocuparnos, porque puede afectar a nuestra economía, a nuestra salud, a nuestro territorio. Hay una serie de indicios, comprobados por los datos científicos, que nos señalan que algo está cambiando.

La temperatura media en la provincia ha subido 0,6º desde 1980. Lo han hecho sobre todo las temperaturas mínimas nocturnas, y no por el llamado «efecto urbano», sino por el calor acumulado en las capas bajas desde abril a noviembre, especialmente en el mar Mediterráneo. Hasta las precipitaciones han cambiado sus patrones.

No hay tendencias claras de las cantidades, pero si cambios en su distribución en las estaciones y en la forma de llover. Llueve menos en primavera y más en otoño. Y llueve cada vez más de forma intensa o torrencial. Por tanto, lluvias poco aprovechables y que generan daños económicos. La provincia soporta más lluvias de barro que hace treinta años y eso indica que la llegada de aire sahariano en capas bajas es cada vez más frecuente sobre nuestro territorio.

En definitiva, estamos perdiendo confort climático y estamos sufriendo el carácter extremo de las manifestaciones atmosféricas que forman el relato de nuestro clima. Reflexiones de Jorge Olcina, director del Laboratorio de Climatología de la Universidad de Alicante, que constatan una situación que, incluso, podrían convertirse en un problema para la «Florida europea».

Ante esto, solo queda un camino con varias tareas: Reconocer lo que está pasando, informar con rigor de todo lo que se vaya sabiendo, impulsar la investigación climática, las políticas y prácticas de adaptación a lo que puede venir en las próximas décadas, y plantear el cambio climático como una oportunidad que tiene nuestra provincia para reorientar su actividad agraria, industrial y turística. De hecho, ya hay buenos ejemplos en la provincia de iniciativas que se van tomando, anticipándose con sensatez a los hechos. «En esta tarea estamos todos, ciudadanos y administraciones», subraya Olcina.

Por otro lado, el peligroso avance que sufre el proceso de desertificación de la provincia ha provocado, por otro lado, que en los últimos diez años se haya perdido un 40% del suelo fértil, lo que consolida a Alicante como la segunda provincia española tras Almería (70%) donde el problema de la erosión es mayor aunque, paradójicamente, la dramática coyuntura comience a trasladarse también hacia el norte de España. Según un informe del Colegio Oficial de Geólogos de España y del Ministerio de Agricultura y Medio Ambiente, más de un tercio del suelo provincial se encuentra en una situación de riesgo importante de pérdida de suelo cultivable.