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«A mis 78 años es la primera vez que piso un aula, nunca fui al colegio»

Rosi, como le llaman sus compañeros de clase, se ha matriculado para «aprender lo que sea» y en la escuela de adultos ha encontrado «verdaderos amigos»

«A mis 78 años es la primera vez que piso un aula, nunca fui al colegio»

Nunca en la vida había pisado un aula. Su niñez, en un pueblo de León, la pasó rodeada de ovejas en el campo, las cuidaba, y se tenía que conformar con ver a otros niños de su edad camino del colegio. «Yo solo pasaba por delante de la escuela, nunca entré» confiesa.

Ahora, a su 78 años, se ha matriculado en la Escuela de Adultos Alberto Barrios, en Virgen del Remedio, «para aprender lo que sea. Estoy jubilada, no es por trabajar, pero soy muy inquieta y en casa no me gusta estar. Quiero aprender como mi nieto de diez años».

Su hijo es profesor de Universidad en Zaragoza y ella recaló en Alicante porque estaba aquí su hermana, recientemente fallecida, así que le pillamos bastante tristona, dentro de la enorme energía que desprende.

«Lo que peor llevo son los exámenes, me ponen muy nerviosa. Yo les digo a los profesores que me lo sé, porque es verdad, pero en ese momento no me acuerdo de nada, me dan ataques de ansiedad y me pongo a llorar como una magdalena», explica

Su auténtico examen, el que pasa con nota en su día a día, le llevó con apenas diez años a servir a una casa en Madrid. Sus padres, humildes pastores, no se podían permitir una boca más que alimentar. Y al tiempo que se ganaba la vida aprendió a leer y a escribir lo justito para mandar a su padres besos y abrazos. «Todavía hoy cometo faltas de ortografía», confiesa.

En sus muchas actividades para ganarse la vida, logró contactos hasta el punto de llegar a trabajar en el circo con los famosos hermanos Tonetti. «Fui la doble de la trapecista», recuerda.

Cuando tienen alguna actividad extra en la escuela de adultos, Rosi, como le laman todos a Rogelia Domínguez, lleva su baúl de trajes del circo al aula, con el que alucinan el resto de compañeros.

Como no le gusta quedarse en casa, «por las mañanas me voy al centro de abuelos del barrio a hacer gimnasia -nos cuenta- porque me gusta cuidarme, y luego voy al colegio por las tardes, donde he encontrado verdaderos amigos, una familia y mucho amor en el director y los profesores».

Rosi dice sentirse muy a gusto siendo la abuela de todos, pero no le gusta sentirse mayor, y cuando le han ofrecido una silla de ruedas para que no se canse en alguna visita museística, la ha rechazado de plano. «De eso nada. Si me canso me siento una rato y sigo adelante. No necesito una silla de ruedas afortunadamente», enfatiza.

Ordenador

Las Ciencias Naturales, la Geografía y la Matemáticas son sus asignaturas preferidas, pero también está buceando en la Informática desde que sus hijos le han regalado un ordenador pequeñito, con el que está descubriendo nuevos lugares y cosas, como si fuera poco lo que ha vivido.

«Lo uso mucho en casa, voy aprendiendo también, no paro. Ahora estoy aprendiendo todo lo que no hice de niña porque no pude», señala muy contenta.

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