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Jóvenes alicantinas cuentan cómo es la vuelta a casa las noches del fin de semana

El número de apeaderos «antiacoso» instalados en septiembre no logra acabar con el sentimiento de inseguridad de las mujeres

Jóvenes alicantinas cuentan cómo es la vuelta a casa las noches del fin de semana

Los locales de fiesta de la zona del Barrio empiezan a pinchar sus peores temas en señal de «buenas noches» al tiempo que la parada de autobús de Plaza del Mar, punto de salida de todas las líneas nocturnas, comienza a llenarse de gente. Allí, con ganas de llegar a casa, espera Begoña, una joven que siempre hace uso del transporte público cuando suena la primera balada y se encienden las luces; hoy son alrededor de las 3.30 horas. «No conozco ninguna parada intermedia», cuenta Begoña sobre la medida impulsada hace cinco meses por el Ayuntamiento de Alicante con el objetivo de combatir la violencia machista. Una respuesta que repiten el resto de mujeres que aguardan este medio de transporte, a la que se le suma otro denominador común: el miedo de camino a casa.

El pasado septiembre, después de una prueba que se ejecutó durante Hogueras, el Ayuntamiento arrancó una novedosa iniciativa: 31 nuevas paradas de autobús de color fucsia que se colocarían para acortar el trayecto de camino a casa de los usuarios, sobre todo de las mujeres, en los servicios efectuados entre las 23.30 y las 6.30 horas. «Este año las cifras de violencia machista y es necesario tomar medidas», apuntó entonces el alcalde Luis Barcala.

Sin embargo, pese a la buena intención, la iniciativa no ha logrado acabar con el principal objetivo que se proponía. Todas las mujeres que se encontraban el pasado viernes a la espera de subirse a una línea nocturna, entre las 3 y 4 de la mañana, ni siquiera conocían la existencia de estas paradas intermedias. «¿Qué es eso?», decían con cara de extrañadas tres chicas que esperaban la línea 24N. «Yo no he visto ninguna; me parece que es 'postureo' político», criticaba Begoña.

«Ahora, cuando me baje del autobús, me quedan unos diez o quince minutos andando», apunta de madrugada Manon, vecina de la playa de San Juan. « Sí, se pasa miedo. Muchas veces me he cruzado en el trayecto con los 'típicos borrachos'», añade. Julia, con 16 años, es de las más jóvenes de la parada; junto a una amiga, vigila atenta los minutos que el luminoso indica que faltan para que llegue su línea. «El camino hasta mi casa es muy oscuro, una parada que estuviera más cerca de casa me ahorraría pasar miedo», cuenta la adolescente. Ambas están dentro del perfil de quienes hacen uso de las líneas nocturnas: el 65% son usuarias con edades comprendidas entre los 16 y los 25 años.

Desde dentro

El autobús 21N efectúa parada en Plaza del Mar para iniciar su recorrido, un trayecto que tiene lugar los viernes, sábados y las vísperas de festivo a partir de las 23.30 horas. Son las 03.30 horas de la madrugada y los jóvenes que se retiran se amontonan rápidamente sobre la puerta del conductor en busca de un sitio libre para sentarse. Aitana y Sol cogen asiento en la parte delantera. «El camino a casa está bastante iluminado pero siempre me pongo nerviosa si me cruzo a alguien», cuenta Aitana. A Sol, cuando baje del autobús, le estará esperando su madre: «Viene a por mí porque dice que le da miedo».

Durante la madrugada del viernes al sábado, ni una persona utilizó las paradas intermedias instaladas, ni para subir ni para bajar del autobús, según pudo certificar este diario. Sin embargo, a Aitana y a Sol, como habían hecho antes Manon, Julia, Begoña y otras, reconocieron que una parada más cercana a sus portales les daría tranquilidad.

Desde que se pusiera en marcha esta medida, 510 personas han utilizado estos apeaderos nocturnos para subir al autobús, según los datos de Masatusa, la empresa concesionaria del transporte público. La línea más concurrida ha sido la 24N, que conecta Alicante con San Vicente, con 360 pasajeros recogidos. El número de personas que han bajado en estos nuevos espacios no se puede conocer, puesto que la empresa no recoge este dato.

Contra el miedo

Candela es otra de las menores que espera el autobús; está sola, sentada en un trozo de piedra y con el teléfono en la oreja. Habla con su amiga por el móvil para atajar el miedo durante la espera, y cuando llegue a su parada sabe que le estará esperando su hermano: «Son solo unos minutos, pero me da cosa», apunta.

Angelina y Brenda, por otro lado, cuentan que cuando se bajan llevan las llaves en la mano y emprenden camino con velocidad hasta llegar a casa. «Una vez me asusté mucho porque había un hombre dentro de un coche, me quité los zapatos y salí corriendo», cuenta Angelina. Begoña opta por la máxima atención: «No me siento segura, voy mirando para todos lados».

En el fondo del autobús, alrededor de diez jóvenes con edades cercanas a los 18 años cuentan que muchas veces son ellos quienes acompañan a sus amigas hasta sus domicilios, algunas veces porque quieren y otras porque ellas se lo piden, y lanzan su opinión: «Es nefasto que tengan que pasar situaciones así». Sobre la gran cuestión, la de hasta cuando van a tener que seguir pasando miedo de camino a casa, se muestran combatientes pero con poca confianza en el corto plazo: «Tiene que cambiar mucho la cosa», apuntan.

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