n Francisco Díaz Díaz, de 59 años, vive «con permiso del dueño», afirma, en la planta baja de un edificio en construcción que se quedó parado en plena crisis en la confluencia entre la avenida de Jijona y General Shelly, en Carolinas Bajas. Vive solo, afirma, desde hace nueve años, aunque ocasionalmente le acompaña un hijo. Al ser preguntado por el propietario afirma que «sabe que estoy aquí, le conozco». Por vivir en esa planta baja, de donde sale la estructura de escaleras para acceder a las plantas más altas del edificio, no paga nada.
«Vivo bien, a veces viene gente que quiere dormir aquí, pero no les dejo. Yo no fumo ni bebo», explica Francisco, que toca la guitarra, y que a veces recibe la visita de otras personas con la misma afición al cante. Le gusta Paco de Lucía y tiene discos del cantante de flamenco en una improvisada mesita de noche.
«Es mejor estar aquí que estar en la calle», donde vivió tres meses, cuenta. En la estancia hay sillones, una cama, hecha, y tiene diversos enseres repartidos. Los vecinos le llevan a veces comida ya que allí dentro no puede cocinar. Tampoco tiene luz y alumbra la oscura planta baja con velas. Su día a día, cuando está solo, consiste en sentarse en la puerta a ver pasar el intenso tráfico. Reconoce que a veces se aburre y que le entretienen las visitas de otras personas.
