El pediatra Antonio Redondo recuerda que en la mayor parte de los casos la bronquiolitis puede ser manejada por el pediatra de Atención Primaria. Sólo en aquellos casos en los que el menor presenta dificultad para respirar se debe acudir a Urgencias de los hospitales. «Por ejemplo, si los padres observan que el pecho o las costillas se les hunden o el niño emite un quejido al respirar».

Unas señales que indican que la saturación de oxígeno es baja «y por tanto es conveniente hospitalizar al menor y ayudarle con un soporte de oxígeno y un broncodilatador». A estos síntomas, la Asociación Española de Pediatría añade estar atentos a si el niño está muy agitado o bien muy dormido, la fiebre es muy alta, presenta color azul en los labios o las uñas espontáneamente o con la tos y hace pausas respiratorias.

Antonio Redondo recuerda que existe una vacuna para aquellos niños que tienen más riesgo, por ejemplo porque son prematuros, o presentaron bajo peso al nacer. Esta se administra una vez al mes durante la temporada en la que el virus es más activo, que suele ser entre octubre y febrero. La lactancia materna previene de este virus, como recuerda el pediatra de Vithas Medimar Internacional.

En casa, hay ciertas cosas que los padres pueden hacer para mejorar los síntomas de la dolencia, según recuerdan desde la Asociación Española de Pediatría. Antes de comer y de dormir conviene despejarles las fosas nasales haciendo un lavado nasal. También elevar un poco la cabecera de la cama/cuna ayuda a respirar algo mejor.

Si el niño tiene fiebre se pueden administrar antitérmicos como el paracetamol y el ibuprofeno (este último, en mayores de 6 meses), y también medidas físicas, como destapar al niño o darle baños con agua templada.