Qué bonita que ha quedado». Eran las palabras más repetidas ayer por los peregrinos que accedían en torno a las 7.30 de la mañana a la Concatedral de San Nicolás para recoger su caña o buscar un buen sitio para iniciar la romería a la Santa Faz con la comitiva eclesiástica, que volvía a salir del templo tras un año de ausencia a causa de las obras para la exposición de la Luz de las Imágenes. A esa misma hora el ambiente más popular se vivía en las puertas del Ayuntamiento, donde se repartían la mayor parte de las 14.000 cañas y 10.000 sombreros, y donde se formaron largas colas, como durante toda la jornada en el caserío, al que se desplazaron más de 220.000 personas según el cálculo de la Policía Local, confirmado por el alcalde.

Colocada al pie del altar, la réplica de la reliquia de la Santa Faz que minutos después se llevaría en romería hasta el monasterio era objeto de la veneración de los alicantinos. Gentes de todas las edades, adultos, niños, ataviados con blusón y pañuelo, que se acercaban para besar la réplica sin importarles guardar cola.

A las 7.55 entraron en la Concatedral las autoridades políticas, encabezadas por el presidente de la Generalitat, Francisco Camps, vestido de romero. Todos, también el alcalde Luis DÍaz Alperi, acudieron a la sacristía a recoger su caña. A las ocho y cinco el cabildo catedralicio se dirigió al altar y el párroco, Ramón Egío, después de las tradicionales letanías que se entonan antes del inicio de la Peregrina, anunció que este año la romería se detendría de forma especial a la altura de Santa María «para bendecir a la que es nuestra basílica».

Las campanas no dejaban de sonar mientras el público y la comitiva oficial, formada por las autoridades eclesiásticas, políticas, civiles y militares, salía a la calle Miguel Soler por la puerta negra de San Nicolás dando inicio a la romería, en una auténtica fiesta popular entonada por la música de las collas de dolçainers El Conill y San Blas. Eran las 8.15 cuando la réplica de la Reliquia asomó en las manos de Fernando Rodríguez Trives, canónigo y vicario episcopal. La rápida marcha inicial se detuvo enseguida, en la Plaza de la Santísima Faz, cuando Ramón Egío anunció por megafonía la presencia de la imagen de la Verónica «venida hasta aquí para encontrarse con un símbolo tan querido para Alicante como es su Santa Faz». Los costaleros habituales de esta escultura, que lleva en una de sus manos un paño con el rostro de Cristo, la llevaron desde Santa María hasta la placita, donde saludó a la romería. Era la segunda vez que este acto se realizaba la primera en 2005, el año pasado no se hizo al estar cerrada Santa María por la Luz de las Imágenes y el encuentro fue saludado con fuertes aplausos.

«La hermandad del Cristo de las Penas y la Santa Mujer Verónica saluda a la comitiva de la peregrina y a todo el pueblo de Alicante», dijo Antonio Jaen, capataz de la Verónica. «Bienvenidos a esta jubilosa romería en este año, tan especial para nosotros, en que Su Santidad el Papa Benedicto XVI ha concedido el título y la dignidad de Basílica a nuestra sede canóniga en Santa María. Pedimos a la Santa Faz que nos conceda al pueblo de Alicante ser cada día un poco como la Verónica, que llevemos su rostro en nuestras vidas, y que en nuestros actos continuó manifestemos el amor por María Santísima, a quienes nuestros antepasados dedicaron el templo que hoy es nuestra casa».

El mensaje de «Faz Divina, misericordia», tres veces coreado, sirvió para reanudar la marcha por la calle Villavieja, con la Verónica primero y detrás la réplica de la Santa Faz. A la altura de Santa María el presidente del cabildo catedralicio pidió la bendición para los peregrinos y para la ciudad, y mientras la Verónica regresaba a su sede la comitiva continuó hacia Virgen del Socorro entre los vivas de los caminantes y los aplausos de los vecinos congregados en los balcones.

El obispo de la Diócesis Orihuela-Alicante, Rafael Palmero, con ropa cómoda de calle y pañuelo romero, iba justo detrás de la réplica de la Reliquia, departiendo en ese momento con Camps y Alperi.

Unos metros detrás, la representación de las Hogueras, con el presidente de la Gestora, Pedro Valera, la Bellea del Foc, Raquel Alcaraz, la Infantil Lara Real, y sus damas a la cabeza. Este año optaron por rezagarse y no caminar en la cabecera buscando una mayor tranquilidad, y con ellos fue también parte del camino el presidente de la Junta de Semana Santa, Manuel Ricarte.

Tras la réplica caminaban también dos hermanas, María y Gloria Ballesta, descalzas por una promesa relacionada con un familiar. Las dos, algo enfadadas porque, además de los pisotones, «muchos tiran los cigarros y nos quemamos». El día, que se levantó nublado y no muy caluroso, ayudó a que muchas familias se desplazaran con sus hijos, incluso con bebés, como Mervin, un venezolano que empujaba el carrito de Mireia, su niña de siete meses, y que vive con su mujer en Alicante desde hace cuatro años. «Nos gusta venir porque somos muy católicos».

También hizo la Peregrina Teresa Rumbo, empujando la silla de ruedas de su hija de 29 años. «Salimos un poco antes y no pasa nada. Venimos cada año», explicaba.

Mientras, Ramón Egío rezaba en las distintas estaciones del vía crucis de la avenida de Dénia donde se apreciaban las obras de ampliación del vial junto a las cunetas no sin tener que pedir en más de una ocasión silencio a los peregrinos. La comitiva pasó de largo de la paraeta municipal, en la que los Mestres de Pa i Dolços repartieron 1.800 kilos de rollitos de anís y 1.500 litros de mistela. Tampoco se detuvo el alcalde pese a los gritos de los trabajadores del TAM, que atrajeron a la policía a caballo, y que desplegaron varias pancartas reivindicativas. En ese momento Alperi caminaba junto a Camps, al lado el obispo, y a la derecha de éste José Joaquín Ripoll. Así llegaron hasta Santa Faz, a las 9.50, donde apenas se podía entrar en el templo por la cantidad de fieles en una pedanía repleta hasta en balcones y tejados, todavía con carteles de La Luz de las Imágenes. Las autoridades sacaron del camarín la Sagrada Reliquia el obispo vestía ahora su indumentaria oficial y la mitra, que se trasladó bajo palio hasta la plaza del monasterio para la misa. El calor que apretaba provocó varias lipotimias, entre ellas a representantes de las Hogueras.

Al acabar, la Reliquia se devolvió al sagrario, los políticos saludaron a las monjas de clausura y Camps partió para visitar las obras del tranvía. La fiesta continuó en el entorno del monasterio, al que los primeros peregrinos comenzaron a llegar antes de las seis en un río que se prolongó hasta la noche según una tradición de cinco siglos para ver a la Sagrada Reliquia.