Pedreguer es un pueblo tremendamente laborioso. Y ayer tocó la lotería. El segundo premio nada menos, el 21015, que regó a los vecinos con 8,75 millones de euros. Y hubo fiesta grande. Pero a quien la suerte la pilló trabajando siguió en los fogones del bar o en la caja del supermercado.

«Cuando me ha llamado mi hija, he llorado y he reído. Y he seguido haciendo bocadillos. No lo celebro hasta que acabe de dar los almuerzos. Voy a tapar un montón de agujeros», dijo Paqui Sancho, que regenta el bar la Cassola. Lleva un décimo y le han tocado 125.000 euros. Ya era para bajar la persiana y festejarlo por todo lo alto. Pero ella continuó en la plancha, preparando bocadillos de figatells y lomo.

Y las trabajadoras del Masymas, tres cuartos de lo mismo. Entre 17 comparten un décimo. Salieron a la calle un minuto a celebrarlo y a que les hicieran la foto. Y volvieron sin entretenerse mucho a la faena. «Es una felicidad enorme, pero me voy dentro que mira la cola que tengo», se disculpó la cajera.

Dicen que el dinero llama al dinero. En Pedreguer, un pueblo de 7.435 vecinos, es el trabajo el que llama a la suerte.

Robert Tent, gerente junto a Paco Vives de la administración número 1 de Pedreguer, llamada Àngel de la Sort, primero se frotó los ojos. Sí, había salido el 21015. Y luego corrió a comprobar cuantos décimos había vendido. Y eran 70. «Todos los hemos vendido en ventanilla y anoche todavía vinieron cinco clientes y se enamoraron del número», explicó el lotero. «Estoy contentísimo. Hace dos años ya dimos un cuarto. Y lo que más me alegra es que este segundo premio está muy repartido y le ha tocado a vecinos muy trabajadores. Les va a venir muy bien el dinero».

Lo de repartido saltaba a la vista al recorrer ayer las calles del municipio. Aquí y allá se escuchaban gritos de alegría. Es toda una revolución que en un pueblo caigan del cielo 8,75 millones. Y, precisamente, «La Revolució» es el nombre de una peña de amigas de toda la vida. Cada una compra un décimo del sorteo de Navidad. Y lo comparte. Y Sandra vio la terminación 5 y no lo dudó. «Me gustó el número. Creo que salimos cada una a unos 6.000 euros. Los vamos a disfrutar mucho. No hemos planificado nada, pero hoy nos vamos de comida». Y «La Revolució» se fue a Plaça Major y las amigas, con sus parejas e hijos, descorcharon no se sabe cuántas botellas de cava. Pedreguer era una fiesta. Otra cuadrilla bendecida por la suerte tiene un nombre que retrata perfectamente que estos amigos, en la fiesta, son de armas tomar. «Sí, nos llamamos 'La Catàstrofe'», dijo con orgullo Toni Fornés. «Los amigos, después de la familia, son lo mejor de la vida. Y con lo que te he dicho ya te puedes imaginar que hoy estamos felices. Esta cuadrilla lo hemos compartido todo. Llevamos 20 años de amistad. Y ahora compartimos esta alegría tan grande».

El décimo de «La Catàstrofe» lo compró David Collado. Pero no lo eligió él. «Fue mi niño, Xavi, el que señaló el número acabado en 5». Con un nombre tan tumultuoso, esta peña ya trama una celebración de mucho estrépito. «Vamos a tirar tracas y cohetes para aburrir», anunció Víctor Mallol, mientras uno de sus amigos le lanzaba con guasa: «Víctor, este año ya te echas novia».

La familia Orellana también llevaba un décimo a repartir entre cinco. Todos ellos se arrimaron nada más conocer que llevaban el segundo premio a la administración de lotería. Fueron los primeros premiados en llegar. Se abrazaron con el gerente y las trabajadoras.