Elvira se sentaba a primera hora en La Boutique del Café, en una esquina del barrio alicantino La Florida, y pedía su desayuno como todas las mañanas. Su entretenimiento, como buen 22 de diciembre, era el mismo que el de otros millones de españoles: una televisión y números en la cabeza dentro de una jornada todavía sin saturar de pedreas. Escuchaba atenta cuáles eran los boletos agraciados hasta que, entre una mezcla de niña de San Ildefonso y anuncio de lotería sobre barra de bar, alzó la voz para darle a la dueña del establecimiento, la gran protagonista, una de las mejores noticias: «¡Ese es nuestro número!, ¡nos ha tocado!».

De esta forma se descorchaba la botella de un segundo premio que deja 15 millones de euros en Alicante. Nada menos que 120 décimos traídos con mucho cariño desde Almansa, la localidad natal de Belén Sánchez, la responsable de tanta felicidad. «Siempre lo traigo desde mi pueblo y lo reparto por el barrio para ver si nos da una alegría», cuenta Belén, dueña de La Boutique, sobre un ritual que lleva repitiendo desde hace cerca de diez años.

Y repartido ha quedado entre «gente humilde, gente de barrio, gente trabajadora y que lo necesita», apunta esta hostelera, quien tiene muy claro lo que va a hacer con parte del dinero: «comprarme un coche, pagar la casa y pegarme unas vacaciones». «Voy a cerrar el bar por primera vez en diecisiete años para poder disfrutar de las Navidades», añade.

Poco antes de la explosión de emociones que anunció una bola tempranera a eso de las 9:30 horas, Sebastián Carrión se tomaba su café en una de las mesas cercanas a la de Elvira. A Sebastián no le había conquistado la idea de comprar un décimo, pese a ser su bar habitual. Su cabeza, probablemente, estaría pensando en qué hacer el próximo lunes en horario laboral, puesto que solo un día antes, el viernes, su último contrato había terminado sin la suerte de una renovación.

Quizás a Sebastián le toque dar las gracias al departamento de marketing de la Lotería de Navidad, porque Belén, en una actitud que recuerda a la de Chiqui Fernández en el anuncio de este 2018, lanzó las palabras mágicas. «No había cogido ninguno y Belén me ha dicho si quería uno a medias. Le he dicho que sí y ahora no me lo puedo creer. ¡Ni se lo he pagado todavía!», contaba este afortunado momentos después de conocer la noticia. «Justo ayer se me acabó el contrato y ahora estoy sin trabajo».

Momento cava

La noticia del premio corría como la pólvora al tiempo que los agraciados se acercaban al número uno de la calle Cefeo. Unos con más decisión que otros. «Esta mañana he salido de casa y he visto mucha gente en la cafetería, pero suponía que no había tocado. Como me he quedado con la mosca detrás de la oreja, he dicho: 'voy a pasar a comprar tabaco disimuladamente'», cuenta Raquel Juan Orts con uno de los boletos bajo el brazo. «¡Qué falta nos hacía! Tengo cuatro hijos y mi marido y yo estamos en paro», explica Raquel, quien dedica el tiempo de estas fiestas a la venta de las clásicas poinsettias.

De pronto alguien se acerca exaltado al grito de «¡pa' percebes, pa' percebes!». Se nombre es Luis y se acaba de enterar de que el décimo que le ha regalado su amigo Sufián, quien celebra el logro desde el primer momento junto a la espuma del cava, ahora vale nada más y nada menos que 125.000 euros. «Compré uno para mí y otro para regalárselo a mi amigo. ¡Y aún se lo tengo regalado, eh, no me echo para atrás!», bromea Sufián. Ambos se abrazan bien fuerte y se lanzan a dar saltos.

La sorpresa de Luis, además, viene con alegría doble. «Voy a comprar una casa y a darle un poco de dinero a mi hermana», cuenta este joven a gritos al tiempo que se sincera sin caber en sí mismo: «Estoy sin trabajo y acabo de salir de la cárcel».

A las puertas de La Boutique ya no cabe ni un ápice más de entusiasmo. Llegan los medios de comunicación y una historia inunda cada metro cuadrado. Saltos de alegría, corros con cánticos y «la vendedora» en volandas. «Ha sido Belén, ¡ella nos ha hecho ricos!», chillaba una señora.

Las hipotecas formaban parte de casi todas las respuestas a la pregunta de qué hacer con la recompensa. «Nos vamos por ahí a celebrarlo a tope con la familia y los amigos. Y luego, a pagar los préstamos», señalaba Laura Muñoz. Su amiga, Tamara Algarín, también agraciada, le recordaba algo importante entre tanto escándalo: «Y casarte, que llevas muchos años ya prometida. ¡Ya no hay excusa!». «Eso me ha dicho mi novio», le contestaba Laura. «Y yo le he dicho: 'ahora que soy rica, ¿no?'», bromeó la alicantina con una sonrisa enorme en la cara.

Muchos de los presentes tenían solo una porción del boleto; varios grupos de amigos habían comprado el 21.015 a medias. «Mi chica estaba trabajando y yo estaba con los nenes en casa. He mirado el móvil y he visto cinco llamadas perdidas. Lo de luego ya...», relataba Fernando Pérez, uno de los diez propietarios de un cupón ganador. «Somos cinco parejas y cada uno aportó un décimo para compartir».

Fernando fue otro de los de respuesta de préstamo. «Estamos pendientes de firmar la hipoteca este mes. Este pellizco nos viene genial tanto para amueblar el piso como para todos los gastos que nos vienen ahora».

María José Pina, embarazada, celebraba también con alegría este segundo premio mientras que una mujer, a su lado, anunciaba que se marchaba directa al mercado a comprar gambas «y de las buenas».

A José Ortega, con 72 años, la celebración le cogió en el baño. «Estaba duchándome y he escuchado que me llamaban al timbre. Primero me he asustado; luego, cuando me han dicho por qué era, no me lo creía», apuntó Ortega, protagonista de una historia más de las que certifican que el premio ha caído donde tenía que caer. «José, ¿qué va a hacer con el dinero», le pregunta este periodista. «No lo tengo muy claro, pero por lo pronto voy a arreglar el baño», contesta convencido.