Navidad es sinónimo de excesos, los excesos generan abusos, y el abuso es el paso previo de la adicción. Estos días, donde dirijas la mirada encuentras excesos con la bebida, la comida, el juego, las compras. En todas partes se transmite una «felicidad», que como indica la directora de Proyecto Hombre, Consagración Jareño, se trata de un estado que «no parte de la tranquilidad, sino de la euforia. No controlar esa felicidad esa muy peligroso, sobre todo para las personas que padecen adicciones, que tiene muy fácil saltar esa línea».

Proyecto Hombre no cierra por vacaciones, como no cierran las adicciones. De hecho, hace unas semanas se pusieron en marcha unos talleres transversales sobre Navidad para rebajar la ansiedad y preparara los enfermos y a sus familiares. Evidentemente, son días en los que «el vino está encima de la mesa y es más difícil controlarse», asegura Jareño, quien tiene claro que la persona adicta «sabe cuál es su responsabilidad, pero su entorno tiene que acompañar y hacer llegar todo el esfuerzo al paciente».

Consagración Jareño asegura que «vivimos en una sociedad donde el alcohol está tan normalizado que si no brindamos en Navidad nos quedamos con la mala suerte. Y por eso, en la mayoría de los casos, bebes. Y ahí es donde la familia tiene que ayudar», incide la directora.

Otra de los aspectos que cuidan en Proyecto Hombre estos días es que los usuarios que están en la parte residencial del centro «tengan relación con sus familiares. Son más sensibles en Navidad y es muy triste quedarse solo cenando con el educador. Intentamos que salgan, sobre todo los usuarios que tienen hijos en edad escolar para que no pierdan el rol de padres y madres». Por este motivo, se procura que estas personas, en Nochebuena, salgan a cenar con la familia, y en Navidad, es la familia la que viene de vuelta al centro.

Test de alcoholemia

Estos días, decenas de usuarios de Proyecto Hombre salen a sus casas para compartir la Nochebuena con sus familias. A su regreso al centro, a todos les practican el test de alcoholemia, y en la inmensa mayoría de los casos, superan la prueba de forma positiva. Si observamos esos excesos como si fuéramos personas que no están ingresadas en un centro de desintoxicación, estos días también son buenos para utilizar la cabeza y no «dejarse arrastrar». Jareño asegura que «si te pasas te lo pierdes, se consigue todo lo contrario». Por eso, el mejor consejo es actuar «con mayor cabeza y mayor gestión emocional, porque se puede disfrutar sin alcohol, ni drogas ni excesos. La esencia está en la persona».

Esta experta en adicciones no considera que las fechas navideñas «condicionan la vida de las personas, pero sí se llega a un punto en que todo se cae, cada vez te ves más solo y, a cambio, se consume más». Conceder esta libertad de elección a cada uno es una máxima tan válida para las personas adictas como para las que no lo son ... o por lo menos no lo han reconocido aún y se han sometido a tratamiento.

Como también es época de hablar de «recaídas», un supuesto peligro que para Jareño «no dan miedo» ya que son «oportunidades para trabajar». De algún modo, una recaída «no es una copa, un consumo puntual. Un adicto recae cuando se tira un mes pensando que vas a estar un día en tu casa, donde tu madre tiene guardada una botella de alcohol en un armario, que me voy a beber cuando vaya en Navidad».

Ante esa tesitura, hay que volver a empezar porque una cura de desintoxicación se hace en dos semanas, que es lo que tarda el tóxico en eliminarse del cuerpo. De lo que se trata es de realizar una deshabituación que dura entre 18 y 20 meses para conseguir al alta terapéutica, que llega cuando un adicto da un giro completo a su vida, con una mejora laboral, sin conflictos en el trabajo, con el apoyo familiar y con habilidades para hacer frente al día a día. «Las personas que tienen un problema de adicción sufren, pero los adictos no son el problema aunque se les estigmatice. Los adictos son las víctimas, no los verdugos», añade Jareño.