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La soledad, la enfermedad de la próxima década

Los expertos piden políticas integrales para atajar los problemas del aislamiento involuntario que sufre sobre todo la población mayor

La soledad, la enfermedad de la próxima década

A comienzos de año la primera ministra británica Theresa May anunciaba la creación de un Ministerio de la Soledad para tratar de poner freno a una epidemia moderna que se extiende como un cáncer por las grandes ciudades, golpeando no sólo a los más mayores. Investigadores, profesionales, sanitarios y miembros de ONGs señalan que el aislamiento se extiende cada vez más entre adultos jóvenes y personas de mediana edad.

En la provincia de Alicante con casi 200.000 las personas que actualmente viven solas, casi 86.000 son mayores de 65 años, según el Instituto Nacional de Estadística. Los expertos piden al Gobierno actuar con urgencia, ya que las previsiones apuntan a que este fenómeno irá a más, sobre todo cuando en unos años comiencen a jubilarse los españoles nacidos en la época del «baby boom». El INE estima que en 2033 serán casi 241.000 las viviendas ocupadas por una persona sola, casi el 12% de la población.

Pero no es lo mismo la soledad elegida que la impuesta por las circunstancias de la vida. Y este segundo caso es el que va casi de la mano con las personas mayores.

Gerontólogos como José Antonio Rabadán creen que «no sería una mala idea copiar la iniciativa de Reino Unido y crear un Ministerio del Envejecimiento para afrontar este problema desde todas sus vertientes: desde la economía, la sanidad, la Seguridad Social e incluso la arquitectura, con el planteamiento de ciudades más adaptadas a las personas mayores».

En diciembre del año pasado, el magistrado cullerense y portavoz de Juezas y Jueces para la Democracia Joaquim Bosch Grau dejaba esto escrito en su cuenta de Twitter: «Cada vez me pasa más como juez de guardia encontrarme con cadáveres de ancianos que llevan muchos días en avanzado estado de descomposición. No sé si está fallando la intervención social o los lazos familiares, pero indica el tipo de sociedad hacia la que nos dirigimos».

El problema de la soledad en los más mayores se asienta sobre dos pilares. «Por un lado ha habido un cambio social», explica José Antonio Rabadán, miembro también de la Sociedad Valenciana de Geriatría y Gerontología. En España poco a poco va desapareciendo la costumbre de visitar periódicamente a los abuelos o comer con ellos los fines de semana, como ocurre en otros países de raíz católica. Esta generación de personas mayores, concreta Rabadán, está pagando la multa de este cambio social. «Ellos cuidaron de sus padres, pero sus hijos no están cuidando de ellos, por lo que se siente más solos». Una tendencia social que es imparable, aunque Rabadán cree que no afectará tanto a las futuras generaciones de ancianos, que han crecido con el convencimiento de que sus hijos ya no cuidarán de ellos.

Cambiar el tejido social

Otro fenómeno que explica la actual epidemia de soledad, y sobre la que sí existe una capacidad de cambiar las cosas, es el tejido social. «Se ha pasado del vecindario, donde todo el mundo se conocía y los más jóvenes estaban pendientes de los mayores, a los búnkeres de las urbanizaciones, donde nadie conoce a nadie». Sin embargo, no existen aún actuaciones transversales encaminadas a cambiar algo. «Hay muchas pequeñas actuaciones, como programas de voluntariado, proyectos de viviendas intergeneracionales... pero es la administración la que se debe implicar en aportar una solución global».

En España, la soledad como fenómeno es muy reciente, por lo que hay pocos estudios al respecto. La profesora de la Universidad Internacional de València, Mónica Bellagarde, quiso ponerle cifras y rostro y dedicó su doctorado a la situación de los mayores en la Comunidad Valenciana. Para ello hizo 277 entrevistas a mujeres de entre 70 y 90 años que viven solas y son usuarias de servicios de teleasistencia. Una muestra de mujeres «porque nos costaba mucho encontrar a hombres de esa edad que vivieran solos. La mayoría, cuando enviuda, o vuelve a emparejarse o se va a vivir con sus hijos», señala la docente del máster de gerontología y atención centrada en la persona.

El trabajo de Bellagarde concluyó que el 60% de las personas entrevistadas tenía una soledad moderada y un 9% sufre una soledad grave o muy grave. En el trabajo de Bellagarde se ha comprobado cómo quienes tienen una red social más pequeña se sienten más solos, también quienes perciben peor su estado de salud y quienes tienen poco contacto con su familia.

Efectos sobre la salud

Pero la soledad también tiene efectos sobre la salud. El solitario somete involuntariamente a su cuerpo a una serie de desregulaciones biológicas que aumentan los hábitos no saludables debido al estrés. Para Joan Gené-Badia, médico, investigador y editor de publicaciones de la Sociedad Española de Familia y Comunitaria, el aislamiento involuntario prolongado supone una probabilidad de más del 26% de sufrir muerte prematura. Es un factor de riesgo para la salud «equiparable al tabaquismo o la obesidad», afirma el facultativo e investigador.

Aurelio Duque, representante de los médicos de Atención Primaria en la Comunidad Valenciana, explica el tratamiento contra la soledad en la vejez que ensayan con éxito algunos centros de salud. «Lo llamamos prescripción social. Recetamos a los pacientes que hagan aquagym, excursiones en grupo, gimnasia en polideportivos, cantar en coros. Y funciona; vemos que quienes se integran en este tipo de actividades usan menos analgésicos y psicofármacos», cuenta el médico de familia.

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