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«No salgo de casa, pero en un piso tan grande siempre hay cosas por hacer»

Su casa es la gran distracción para María del Carmen Romá. Un piso «demasiado grande para mí, pero muy hermoso», al que esta mujer de 73 años llegó junto a su marido hace unos años cuando se jubilaron. Él la dejó hace un lustro casi sin avisar. «Estaba operado del corazón, pero se encontraba bien y murió de repente», comenta.

Así, Carmen pasó a engrosar las estadísticas de personas mayores que en Alicante viven solas. Sus hermanos murieron y su única hija vive en Madrid. «Siempre hemos sido una familia pequeña», señala esta mujer que durante 50 años regentó un comercio de máquinas de coser junto a su marido.

Los problemas en sus rodillas, con dos prótesis, le limitan mucho, por lo que apenas sale de casa. También el cambio de vivienda la desarraigó de su barrio de toda la vida, Carolinas Bajas. «Teníamos la tienda en Poeta Zorrilla y, de hecho, no he querido cambiar de banco, que sigue en el mismo barrio. Todavía cuando voy allí la gente se acuerda de mí y me saluda. Es toda una alegría», comenta Romá.

Distracciones

Así, esta viuda mata el tiempo arreglando su soleada casa o cosiendo ropa con la máquina. «La verdad es que siempre hay cosas por hacer en una casa tan grande». La televisión y las revistas completan los pasatiempos de esta jubilada, a la que le encanta hablar y que sostiene que pese a vivir sola no siente soledad.

Carmen es una de las usuarias del servicio de teleasistencia que gestiona Cruz Roja en la provincia de Alicante. «Te hacen mucha compañía. En mi caso me llaman, por ejemplo, cuando hace mucho frío para que me abrigue y en verano me recuerdan que debo beber agua». Siente mucho cariño por esta entidad, de la que también fue voluntaria junto a su marido años antes de jubilarse y a la que también ha acudido en algunas ocasiones para participar en talleres. «Ellos me enseñaron a manejar el móvil», recuerda.

Periódicamente recibe la visita de María Salud Garrido, voluntaria desde 2008 en la entidad alicantina. Juntas salen a hacer recados por el barrio, charlan y de vez en cuando quedan a tomar un café o merendar junto a otras personas mayores.

Precisamente son las ONG las que, en parte, están amortiguando los efectos de la soledad en la población mayor.

Teléfono de la Esperanza

Es el caso del Teléfono de la Esperanza. Desde que la economía española se gripó en 2007, el servicio provincial ha atendido 57.497 llamadas, de las cuales el 47% tenía como problema principal o secundario el aislamiento involuntario y la incomunicación. En 2017 se recogió la cifra más alta de llamadas de alicantinos por este motivo desde 2014.

Aunque lo pueda parecer, no es un recurso para viejos. Apenas el 8% de las atenciones de este año fueron reclamadas por mayores de 65 años. Muchas personas de mediana edad se refugian en estas charlas sin tiempo límite que les permiten extraer lo que callan, hilar la maraña de fantasías y hechos que es la mente de quien sólo habla consigo mismo.

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