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Niños como sardinas en lata

Alumnos de Infantil del colegio La Cañada del Fenollar comparten el aula con cajas apiladas de material por la falta de espacio en los barracones

Niños como sardinas en lata

El aula en la que dan clase a diario los niños de 3 años del colegio La Cañada del Fenollar, en barracones, almacena además material en cajas apiladas, a la espera de que el Ayuntamiento, según aseguran desde la Ampa, instale «una pared de cartón yeso solicitada desde hace medio año», concreta la presidenta de los padres de alumnos, María López.

Los alumnos más pequeños están como sardinas en lata, pero la falta de espacio en este centro educativo, que a su vez es de «hojalata» como rotulan los padres en sus pancartas, no se queda ahí.

Espacios comunes como la Biblioteca y el Aula de Informática se han tenido que convertir este curso en clases, a consecuencia de la presión de una matrícula que la Ampa ya advirtió con tiempo que se produciría. Las cifras de natalidad no engañan y para acudir al colegio se tienen que haber cumplido los tres años, tiempo suficiente para programar las necesidades de espacio, como insisten desde la Ampa.

Como la Biblioteca se ha convertido en un aula, los libros se han distribuido por el resto de las clases y el profesorado, según aseguran los padres, «se reúnen en el pasillo» a falta de una sala de profesores.

El déficit de espacios adecuados afecta también a la atención de la orientadora, pedagoga y especialista en Audición y Lenguaje, que se tiene que llevar a cabo en «espacios mínimos compartidos», explica María López.

De lado

Tampoco el comedor escolar cuenta con la holgura necesaria y los niños se ven obligados a «comer de lado» en los dos turnos establecidos, insiste la representante de las familias.

En cuanto a la dirección del centro, los servicios de secretaría y la jefatura de estudios, comparten una sala de apenas diez metros cuadrados en la que se han habilitado dos puestos de trabajo que se usan por turno también.

Ante semejante panorama, las necesidades de los padres para celebrar sus reuniones quedan en un segundo término, y desde este curso han tenido que optar por celebrar sus asambleas en los domicilios privados. Mientras disponían de Biblioteca en el centro, los padres la aprovechaban fuera del horario lectivo para sus reuniones, pero ya no es posible al haberla destinado a un segundo desdoble de alumnos.

La precariedad de espacios en un centro prácticamente en prefabricadas, con nueve aulas de metal y 170 alumnos que ha multiplicado por cuatro el número de estudiantes en una década, y que ha ido sumando barracones desde el primero que se instaló hace ahora trece años, parece haber llegado este curso a su cénit.

Presión

Nació como un centro rural agrupado para medio centenar de alumnos y se ha convertido en un colegio de una línea con dos desdobles -ahora en la Biblioteca y el Aula de Informática-, comedor y transporte, que ya no aguanta la presión demográfica de la zona y cuyos barracones están a tope.

En las prefabricadas destinadas a los alumnos de Primaria, más de un centenar de niños comparten seis retretes unisex, como sigue apuntando López, y los que tienen 4 y 5 años se ven obligados a atravesar el patio «aunque llueva o haga frío, para poder ir al aseo», se queja la Ampa.

Todas estas circunstancias han llevado a las madres a considerar por escrito que «la situación actual del centro es insostenible y necesitamos una solución urgente por parte de las administraciones».

Las familias estaban preparando una nueva movilización para dar voz a sus reclamaciones esta misma semana, pero el inicio de los trabajos previos a la obra del nuevo colegio, como es la construcción del nuevo colector de aguas residuales, ha abortado finalmente la protesta pública.

No obstante, y mientras se proyecta el nuevo centro educativo en la parcela anexa, los padres exigen a Educación que renueve los barracones más dañados, por los que se filtra el agua de la lluvia.

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